Capítulo 27: Adiós a los Weasley

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Alice supo que algo no iba bien antes incluso de que ocurriese. Tenía un presentimiento, y sus presentimientos nunca se equivocaban. Supo con certeza que algo sucedía cuando comenzó a oír gritos y jaleo provenientes del vestíbulo. La joven se apresuró a seguir a algunos de sus compañeros de casa al piso inferior, donde encontró reunidos a casi todos los alumnos.

La bruja se abrió paso entre la multitud, que formaba un gran corro a lo largo de las paredes. No pudo evitar recordar el día que la profesora Trelawney había sido despedida, puesto que la situación era semejante. Su vista reparó en su primo que, acompañado por varios compañeros miembros de la Brigada Inquisitorial, sonreía satisfecho. Entre la multitud había también profesores y fantasmas.

Fue entonces cuando el corazón de Alice pareció detenerse. En el suelo, sentados en medio del vestíbulo, se encontraban Fred y George, que evidentemente habían sido atrapados. Alice deseó con todas sus fuerzas que aquello no fuese más que una desagradable pesadilla y que no estuviese sucediendo realmente. No estaba preparada para perder a sus compañeros de bromas, a sus amigos, tan pronto.

—¡Muy bien! —gritó triunfante la profesora Umbridge—. ¿Os parece muy gracioso convertir un pasillo del colegio en un pantano?   

—Pues sí, la verdad —contestó Fred, que miraba a la profesora sin dar señal alguna de temor.   

Filch, que casi lloraba de felicidad, se abrió paso a empujones hasta la profesora Umbridge.   

—Ya tengo el permiso, señora —anunció con voz—. Tengo el permiso y tengo las fustas preparadas. Déjeme hacerlo ahora, por favor... 

Alice observó al hombre con una mueca de desagrado. Cuánto habría deseado en aquel momento poder echarle la maldición asesina... Sin embargo, se conformó con apretar los puños a sus costados y mantenerse en silencio.

—Muy bien, Argus —repuso Umbridge—. Vosotros dos —prosiguió sin dejar de mirar a los gemelos— vais a saber lo que les pasa a los alborotadores en mi colegio.   

—¿Sabe qué le digo? —replicó Fred—. Me parece que no. —Miró a su hermano y añadió—: Creo que ya somos mayorcitos para estar internos en un colegio, George.

Alice quería gritarle que se callase, que no abandonase el colegio o que, si lo hacía, la llevase con ella. Pero aquello no era una opción a tener en cuenta, para su desgracia.

―Sí, yo también tengo esa impresión —coincidió George con desparpajo.   

—Ya va siendo hora de que pongamos a prueba nuestro talento en el mundo real, ¿no? —le preguntó Fred.   

—Desde luego —contestó George.   

Y antes de que la profesora Umbridge pudiera decir ni una palabra, los gemelos Weasley levantaron sus varitas y gritaron juntos:   

¡Accio escobas!

Alice no miró, pero supo por el ruido que las escobas volaban hacia ellos a gran velocidad, por lo que pronto estarían volando lejos de allí. Sin embargo, solamente podía mantener la vista fija en los gemelos, aquellos con los que tantos momentos había compartido y que estaban a punto de partir.

Fred la localizó entre la multitud, y le guiñó un ojo antes de darse cuenta del estado en el que se encontraba. La joven trataba de aparentar fortaleza, como siempre hacía, pero aquella situación la superaba. Era incapaz de fingir que no le afectaba perder a los gemelos.

―Lo siento ―dijo él solamente moviendo los labios.

Después, las escobas llegaron hasta ellos, y los momentos posteriores no quedaron claros en la memoria de Alice, quien solamente deseaba que todo aquello no fuese real.

Los herederos de Voldemort  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora