Capítulo 33: Elizabeth Black

7.2K 1K 258
                                    

El hombre no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. No solamente había logrado su objetivo, sino que además había salido mucho mejor de lo esperado. Ante él y su hijo, se encontraba la que siempre había sido el amor de su vida. La mujer a la que no había podido olvidar nunca. Había esperado aquel momento durante tanto tiempo que le costaba creer que estuviese ocurriendo de verdad.

Se apresuró a ofrecerle la túnica que había comprado para ella, para que pudiese cubrir su desnudez. La mujer ni siquiera la tomó, sino que se abalanzó sobre él con desesperación, fundiéndose ambos en un tierno abrazo que su hijo contempló con asombro. A pesar de saber que sus padres se amaban, no había esperado que lo demostrasen de aquella manera, como si se tratase de una pareja normal.

Tom y Elizabeth ni siquiera habían hablado; en aquel momento, tras tantos años separados, sobraban las palabras. Lo único que había permanecido intacto era el amor que se profesaban mutuamente.

Ninguno quería que aquel momento terminase, pero decidieron cortarlo al percatarse de que su hijo mayor se encontraba observándoles con un brillo divertido en la mirada. Ya tendrían tiempo de disfrutar el uno del otro cuando estuviesen a solas.

La mujer se vistió rápidamente con la túnica y se acercó a su primogénito, a quien abrazó con fuerza.

—Mi pequeño Ethan —comentó—. ¿Te ha tratado bien tu padre? ¿Te ha hecho algo?

—No, madre, padre me ha tratado bien durante estos años.

—Llámame mamá, mi niño. Cuánto has crecido... ¿Estás seguro de que tu padre no te ha hecho nada? ¿No te ha torturado ni una sola vez?

El joven no supo qué responder, dado que su padre le había lanzado varias maldiciones cruciatus cuando no había seguido sus órdenes al pie de la letra o había hecho algo mal. Su madre se dio cuenta de lo que ocurría y se volvió hacia el padre de su hijo con el ceño fruncido.

—¡Tom! —protestó—. ¿Qué te dije respecto a torturar a nuestros niños?

—Ethan no es un niño —se excusó el hombre—. De acuerdo, Eli, lo siento... No lo volveré a hacer.

La mujer no le creyó, pero le sonrió con cariño y se volvió de nuevo hacia su hijo, a quien observó detenidamente, y después besó en la frente. Era solamente un niño la última vez que le había visto, y se había convertido en adulto. Le apenaba haberse perdido tantos años a su lado.

—No sabes cuánto te he echado de menos, hijo... —susurró la madre.

—Nosotros también te hemos echado mucho de menos, mamá —respondió Ethan.

Fue entonces cuando Elizabeth pareció reparar en la ausencia de su hija menor. Miró a su alrededor como si pudiese no haberla visto, y entonces se volvió hacia Voldemort, nerviosa. Avanzó hacia él, deteniéndose al quedar a unos centímetros de su rostro.

—¿Dónde está nuestra hija? —preguntó, intranquila—. Dime que está bien... ¿le has hecho algún daño? Ella no tiene la culpa de lo que me ocurrió; no es culpable de mi muerte. Dime que no le has hecho nada, por favor...

—Eli —la interrumpió el mago colocando una mano contra su mejilla suavemente—. Nuestra hija Alice está bien, está en Hogwarts. Sé que no fue culpable de lo que ocurrió el día de su nacimiento... y yo sería incapaz de hacer daño a una hija nuestra.

—Pero has torturado a Et...

—Eli... no conoces a Alice. Sería incapaz de hacerle daño y, si en algún momento se me pasase por la cabeza hacerlo, Ethan me mataría.

La bruja se relajó notablemente, y el alivio la hizo abrazar de nuevo a Tom, quien le correspondió de inmediato.

—Debes conocerla, Eli —comentó—. Se parece tanto a ti... es una gran bruja.

Los herederos de Voldemort  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora