Parte II Capítulo 29

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Preguntarse ¿qué cosa había hecho mal? no venía al caso; sobretodo al reconocer que sus sentimientos... era obvio... no eran los mismos. ¿Que sueños por alcanzar no tenía? ¡Por supuesto! Pero a su lado, le hubo parecido más divertido realizarlos. No obstante... ¿hacerse responsable? no todo estaba de su parte sino...

Karen yacía recostada en el diván de su pieza cuando unos toques le dieron a su puerta.

Al autorizar una entrada, la tía Grandchester dejó la revista que hojeaba para atender a su sobrino el cual, desde su llegada a casa, un mal gesto le había aparecido en su guapo rostro ¿debido a su culpa? y que por lo mismo...

— Me va a dolor muchísimo que, por una insensatez de tu parte, la amistad que un día creí había entre tú y yo... venga a su fin si no...

— No puedo retractarme, Terry — objetó una pariente. El recién llegado respondía:

— Sí, sí puedes, Karen. Lo que pasa es que no quieres. Y me hace pensar que lo haces... ¿por llamar la atención de Al?

— Eso es absurdo — hubieron contestado con un tono mofante; en cambio otro afirmando diría:

— No. Lo es tu propuesta. Tú no requieres en verdad el apoyo de Candy cuando tienes chicas que han nacido para eso y te han dado mejores resultados que una que tiene la más mínima idea de lo que es modelar. O mejor dicho... de lo que es saber vestirse bien o peinarse. ¿Tú crees que en los pocos días que le restan a tu evento podrás hacer el milagro que a alguien le tomó dos años en hacer? — Terry se refería a Jem y a su trabajo en la más o menos nueva imagen de Candy que él había encontrado.

— No la menosprecies — defendió una tía. Y el esposo de la involucrada contestaba:

— No; eres tú quien la quiere elevar muy alto sin darle la oportunidad de prepararse como se debe. Le falta un año para terminar la preparatoria...

— Lo cual a ti no te importó para hacerla tu esposa

— Tú lo has dicho. MI esposa. MI compañera. Una que quieres hacerla a tu modo y otro tanto irresponsable en cuestión de su salud ya que... no porque tus flacas hayan respondido bien a tus "remedios naturales" significa que Candy también.

— Vamos, Terry, suenas demasiado drástico. Tu mujer es fuerte. Nada malo le pasará.

— Lo que significa que no lo harás, ¿verdad? — retractarse. — ¿Que seguirás incitándola a que se vaya contigo?

— Es joven. La edad perfecta para que empiece a conocer el mundo.

— Bien — dijo el chico, — muy bien.

Consiguientemente Terry, sintiéndose vencido por la gran necia, se dio la vuelta para abandonar la habitación e ir a otra donde...

En su lecho, Candy, en el momento de oír que una puerta se abría, rápidamente cortó una llamada, metió el teléfono debajo de su almohada y fingió dormir.

Ese específico día, desde muy temprano se había envuelto en una seria rutina de ejercicios a lado de su tía, y que para no comer a su lado había excusado sentirse muy agotada.

Quizá las dos lo estaban; pero ¡tanto! como él que la cabeza le dolía por no saber qué hacer, no lo creía. Entonces, para despejarse un momento, Terry fue directo al closet. De ahí él eligió ropa de lo más casual y cómoda y se vistió dispuesto a salir de casa. Lugar donde, redundantemente en lugar de llegar y encontrar paz, había sido todo lo contrario. Así que... la calle y algunas visitas haría. Entre ellas...

El ruido que Candy escuchó "la despertaron". Unas llaves habían caído al suelo y...

— ¿Vas a salir? — la rubia lo preguntó en el momento de enderezarse y distinguirlo ya arreglado, con las obvias intenciones de hacerlo al yacer muy cerca de una puerta.

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