Parte I Capítulo 15

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Sin la ayuda que no requería, Candy por su propia cuenta se bajó de la cama. Dando de saltitos, llegó hasta la puerta de su habitación, pieza que abandonaría arrastrando su pierna y caminando así por el pasillo hasta detenerse un metro antes de arribar a la sala y escuchar, no sólo la conversación sino la respuesta a la invitación de Karen.

– Aprecio muchísimo tu amabilidad. Sin embargo, no puedo aceptar.

– Pero...

– Aunque... si verdaderamente quisieras ayudarme ¿podrías hacerlo quedándote con mi hija en lo que vuelvo?

– ¿A-adónde irás?

Anonadada la tía Grandchester miraba a su sobrino; y éste que tenía los ojos de Al, él le diría:

– Quiero que me lleves adonde Niel.

Lo peticionado consiguió que la humanidad de Terry se irguiera disimuladamente; y frente a la resolución de una pose decidida, se contestaba:

– Por supuesto –. La mano del chico se colaba en el bolsillo de su pantalón. – Permítame hacer una llamada.

– ¿A quién? – Karen preguntó.

– A mi contacto. Tiene vigilado a Niel; y si sigue donde está, allá iremos; pero si no... de todos modos conozco otro lugar donde él se reúne; y a ellas no las dejamos desprotegidas por si ya vinieran hacia acá y nosotros de camino.

Conforme Terry se comunicaba con el agente de policía, Al se dirigía adonde su hija para enterarla de su salida. No obstante, el aviso y los motivos no fueron necesarios darlos al encontrarla pegada en la pared y con un gesto preocupante.

Impedírselo, la rubia reconocía que era imposible; ya que, si ella no lo consideró para salir además de ser la causante de todo eso, ahora únicamente le quedaba recomendarle:

– Ten mucho cuidado.

Tomándola gentilmente en sus brazos, Al la llevó a su habitación; y en la cama, acostada la dejaría.

Sentados y frente a frente padre e hija estaban y se miraban; y él, acariciándole el rostro maltratado le decía:

– En caso de que me pasara algo...

– ¡No digas eso! – veloces, las manos de Candy se apoderaron de una gruesa muñeca.

– Son indicaciones de rutina ¿las olvidaste?

– Esto no es tu trabajo – la rubia, comprendiendo tardíamente el grave error cometido, lloraba, apoyado su rostro en el antebrazo masculino.

– El cuidarte y protegerte lo es –. Al, amoroso como siempre, la atrajo a su cuerpo para abrazarla.

– ¿Lo confrontarás? – la ahogada voz de Candy provenía del pecho que la acurrucaba.

– Si es necesario.

– Lo mismo... ¿que matarlo?

– Con tal de que te deje en paz... sí

A su confirmación, la rubia se aferró a un cuerpo diciendo:

– ¿Y qué haría contigo en la cárcel? Niel es su mejor cliente, porque, aunque lo visita seguido, su padre en un chasquido lo saca de ahí. Tú... nosotros, somos diferentes y...

– No te preocupes. Haré lo mejor de mi parte para que no sufras.

– ¡No! ¡Tengo una idea mejor!... ¡¿Y si nos fuéramos de aquí?! – la sugerencia hubo salido de ella la cual se había enderezado para mirarlo a los ojos. Intensamente azules que dedicaban su amor, el padre diría su hija:

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