Parte II Capítulo 19

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Con el brazo amigo que se pasaba por unos hombros y una negativa de cabeza, una sonrisa se invirtió; y mayormente burlona se recalcaría cuando se observaba que el adulto por el pasillo, con dirección al norte, se llevaba al joven que fuera llamado.

Sabiéndola sola, Tony fue a la puerta de esa habitación, siendo grande su sorpresa al encontrarla vacía.

Al, el padre de la rubia, había salido a dar una respuesta aprovechando el instante en que dos enfermeros entraron por otra puerta para decir que llevarían a Candy a otro cuarto.

Esa noche no saldría del hospital ya que iban a mantenerla despierta y en ayunas para realizarle, a muy tempranas horas, una tomografía y descartar hematomas internos que con el tiempo trajeran consecuencias que de momento no se percibían a pesar de haberse dicho en un suplicio:

– ¡Pero me siento muy bien!

Los que estaban al cuidado de su salud lo recomendaban, sin embargo, la última palabra la tenía un padre el cual dijo:

– Lo prefiero

– Está bien – se contestó con resignación, misma que se emplearía al decir: – Entonces sal y dile que lo veo... ya cuando estemos en casa, ¿te parece?

– Claro. También iré allá para traerte ropa limpia y... ¿algunas otras pertenencias?

– Las necesarias: mi cepillo y pasta dentales.

– Perfecto. Te veo más al rato entonces.

Candy sonrió y agradeció el beso dejado en su frente. Hecho así Al preguntaba a los enfermeros:

– ¿Saben el número de habitación a la que la llevarán? –. Por supuesto y por eso se proporcionaba:

– Tercer nivel, Sección Mujeres, Cuarto 1890

– Gracias – apreció el rubio y se dispuso a salir diciendo previamente adiós a su hija que no veía debido a la posición horizontal y boca arriba en que estaba, sino que sentía cuando era atada por unos cinturones.

Con otra sonrisa venida por uno de los enfermeros, Candy comprendió sería puesta en movimiento.

. . .

Quien también ya estaba en movimiento era Terry que además de habérsele entregado el mensaje, se le hubo recomendado ir a buscar hospedaje.

Dicho que el tráiler era en sí un camper de recreación en el cual él podía descansar, sus motocicletas también y... su mecánico, Al dio una dirección donde iba a poder dejarlo, claro, sólo que pagando una pequeña renta.

Sabiendo ambos que ese no era problema, el joven Grandchester se despidió y buscó la salida más próxima.

Estando en la calle, su celular sonó. Era Susana quien le informaba que, a pesar de no haber problemas al cerciorarse la salud de la accidentada, sí se les recomendaba mover el pesado camión de la avenida.

Enterando que ya iba a ella y también sabía de un estacionamiento, Terry solicitaba el servicio de un taxi. Uno de esos y rechinando llanta, se detenía en frente de él que al creerlo se había parado gracias a su llamado, en el momento de ir a tomar una manija trasera, de esa parte la portezuela rápida y rudamente se abrió, ocasionando con ello que el joven diera un paso hacia atrás y mirara con entrecejo fruncido al femenino muchachito que descortésmente le aventaba al conductor tres billetes propinados con una sarta de impropias palabras que...

– ¡Ups, perdón! – con sus dedos tapando su boca, Jem había expresado yaciendo afuera y de pie frente a Grandchester quien diría:

– No... pierdas cuidado –, y se abrió paso para ingresar al vehículo.

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