Parte I Capítulo 9

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Con el volumen bastante alto de un televisor encendido, mientras en su pantalla transmitían las imágenes de un video de música indie, la mujer que yacía sentada a la mitad de un elegantísimo sofá en forma de media luna, con pierna cruzada y moviendo su pie calzado con una costosa zapatilla, hojeaba una revista.

Karen Grandchester era una fémina guapa y también dueña de la boutique del condado. Sus originales y extravagantes diseños eran bien conocidos, así como sus nobles gestos humanitarios. La noche anterior había pasado al restaurante para ordenar un gigantesco pedido de comida para la fundación de niños quemados del pueblo.

Tom quien conocía de sus bondades además de haber visto que los ojos de su compañero se posaron inmediatamente en ella, no dudó en llamarla, aprovechando de lo accesible que era, para presentarlos.

Indudablemente hubo sido flechazo a primera vista. Y la castaña, a la invitación de él de salir a cenar y de estar interesada en conocer a la jovencita que dormía con una mejilla pegada a la mesa, aceptó.

De una vecina, Karen había escuchado que la nueva rubia residente era una fichita. Pero sobretodo que en un tris tras había puesto a su sobrino contra una pared y un bate en el cogote.

Sus oídos no lo podían creer. El chico era especial. De hecho... campeón en Kendo, arte marcial japonés donde lo había aprendido precisamente en Japón cuando su padre estuvo de visita en aquel país. Así que... la intriga en la tía creció. Y al medio conocerla la noche anterior, debía saber ¿por qué Terry se había hecho ridiculizar por ella?

Sandy era la única chica que él dejaba hacer lo que quisiera con su persona. ¿Pero de una desconocida?

– No – dijo Karen cambiando la página, – debo saber qué es.

– ¿Que es qué? – indagó Terry habiendo ido directo al televisor para bajar un volumen. Aniquilado, decía: – No porque tú estés sorda, nos quieras dejar igual a los demás.

– ¡Sobrino! – se exclamó bajando lo que se veía. – ¡Qué gusto verte! ¿de dónde vienes?

– De caminar

– No vienes del cementerio, ¿verdad?

– No veo el problema de por qué no –. Irreverente, Terry había apoyado un codo en el aparato y cruzado un pie.

– Eso te hace daño – Karen dejó su revista y asiento para ir a él que alzó un hombro y contestaría a: – ¿Tienes algo qué hacer esta noche?

– Pretendía un juego de beisbol, pero... los escombros del circo siguen en el campo.

Después de salir de la casa de la Directora Poni, hacia allá él se hubo dirigido. Luego... efectivamente, al camposanto para sentarse sobre un césped, abrazar la lápida de su novia muerta y hablar con ella.

El hombre que trabajaba en otra tumba alcanzó a escucharlo. Y al darse cuenta, Terry dejó un beso en la fría piedra y se puso de pie para ir a casa. En ella le esperaban sus padres, sin embargo...

– ¿Por qué preguntas? – cuestionó el chico; y la sonrisa en su pariente se acompañó con:

– Porque quiero que vengas conmigo a cenar.

– Lo haré con mis padres

– ¡Vamos! – Karen sonó suplicante; y lo tomó de una mano para decir: – Hace mucho tiempo que no salimos juntos.

– ¿Será porque estás muy ocupada con tus experimentos de tela?

– ¡Ah, entonces también extrañas nuestras salidas!

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