Parte II Capítulo 23

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Los labios que tentadoramente se le pusieron en frente, él, Terry no los hubo desaprovechado. Ni tampoco la invitación que ella, al tomarle por la solapa de su camisa y jalarlo hacia una pared, le hizo. Sin embargo y por ir demasiado ocupados, ella perdió el paso, y los dos no pudieron evitar el caer sobre las cálidas y blandas arenas.

Ahí, ella abajo y él encima, así y gracias a lo solitario del lugar y del ocaso del día, la temperatura entre ellos comenzó a subir. No obstante... la entrega, la sumisión y la alteración en que lo estaba poniendo, consiguieron que Terry haciendo un gesto de incomodidad, se detuviera.

Lógico, Candy lo hubo percibido, así como su falta de contribución; y por ende lo cuestionaba:

– ¿Qué... pasa?

Molesto consigo mismo, el joven Grandchester se enderezó para quedar sentado. La rubia lo imitaría para mirarlo agachar la cabeza y oírlo decir:

– No puedo.

– ¿Te refieres a...?

– Por ningún motivo dudes de mi cariño hacia ti.

– ¿Sin embargo...?

– ¡Demonios! Es tu padre a quien no puedo quitarme de la cabeza – con sus manos, Terry la sostenía; – y es que le di mi palabra de...

– Siendo así... – Candy se puso de pie. Le extendió la mano diciéndole: – Entonces vayamos con él.

– ¿Para pedir tu mano? – Terry la miró; y ella...

– Al no haberte permitido tocar mi cuerpo sino hasta que...

– ... estemos casados

– Sería lindo, ¿no?

– ¡Sería fantástico! – el joven Grandchester, en un dos por tres, se hubo puesto de pie.

– ¿Lo dices en serio? – Candy lo veía con incredulidad.

– ¡Por supuesto! A no ser que tú...

– Vamos con él y escuchemos su opinión.

– ¿Y si fuera un "no" el que nos diera?

– Contamos con el amor, ¿cierto?

– Por mi parte, sí

– Por la mía, también; y por ese simple hecho no puede negarse.

– Pero va a creer que estamos locos. Que es muy pronto para comprometernos.

– ¿Entonces qué sugieres? ¿qué escapemos?

– No – dijo quedamente él; – ¡no, no! – lo aseveró. Y sujetándola de la mano los dos caminaron en una dirección mientras que en otra...

Frustrado de no haberla encontrado entre ese grupo de jóvenes, Tony, apenas bebida la cerveza que le invitaron inmediatamente a su llegada, tirando el casco de vidrio en la playa y sin decir nada de su retirada, se encaminó hacia su carpa. Lugar que daría inicio a la primera función.

Pidiendo fuera reemplazado, el circense se dirigió a su oficina. En su interior había un diván y ahí se fue a recostar para pensar. Sí, debía hacerlo para saber cuál sería el posible movimiento del que había hecho víctima. Él, el que lo iba a ser, fastidiado, ni cinco minutos habían pasado cuando volvió a sus pies.

Previo a dar un paso, miró todo a su alrededor, escuchando afuera que alguien lo llamaba. Creyéndolo su "rival" el payasito sonrió; y estaba a punto de dar su autorización a entrar cuando en ese justo instante la puerta se abrió, desconociéndose por completo a la persona que le preguntaba:

FallingWhere stories live. Discover now