Parte II Capítulo 18

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Al siguiente día de que Al le prometiera a Candy salir a ver un auto, precisamente ella caminaba por el malecón a lado de su amigo Jem, jovencito de espigada figura, tez morena, ojos verdes y coqueta manera de vestir y también de andar. Peculiar personaje que atraía miradas, y dentro de ellas...

– ¡Candy! – la llamaron a sus espaldas.

Segura de que pudiera ser una de tantas amistades que había hecho en el lugar, la chica se detuvo; y sonriente se giró a mirarlo. No obstante, al segundo de reconocerlo, asustada, rápidamente volvió sobre su eje con todas las ganas de echarse a correr.

Jem quien la observaba, también miraba al joven rubio el cual desde la acera de enfrente la hubo distinguido y veloz cruzó la calle para alcanzarla, llamándola primero.

De frente, ya que la hubo rebasado al sí haber ella emprendido sus pasos, agitado por la carrera pegada, sonaba:

– Cuando te miré... – Tony, el payasito, apuntaba desde donde lo había hecho, – no estaba seguro de que tú fueras. Ahora que lo confirmé... me da mucho gusto volver a verte.

– Hola – ella dijo y sonrió con timidez.

– ¡Hola! – contestó un sonriente él que con sinceridad expresaba: – ¡Cuánto tiempo sin verte!

– Sí, creo que ha sido... bastante.

– ¡Ya lo creo! Dos años si no mal calculo

– Algo parecido

– Y dime, ¿qué haces aquí? ¿Estás de vacaciones?

– ¡Sí! – respondió Candy consiguiendo con su mentira la atención de su amigo el estilista que, sin ser presentado, se cruzó de brazos y torció la boca, pero mudo continuó escuchando la conversación:

– Yo apenas llegué. Estoy instalando mi nueva carpa en la explanada del muelle

– ¡Qué bien! – exclamó ella; y por su sonrisa se le inquiría:

– ¿Vendrás a ver la primera función?

– Lo dudo mucho.

– ¿Por qué? ¡Oh sí! – el chico pareció olvidarlo; más al recordarlo, explayaba: – Lamento mucho lo sucedido la última vez

– Si no lo mencionas ¡ni quién se acordara de aquello!

– ¿Lo dices... en serio?... – Tony se desilusionó un poco que hasta en su rostro se reflejó; en cambio Candy:

– ¡Claro! – le dejó precisamente en claro la poca importancia que hubo tenido el incidente pasado.

– Yo no pude olvidarlo tan fácilmente al haber sido mi patrimonio el perdido

– Pero tal parece que estás construyendo uno nuevo y me da gusto por eso. Ahora si me disculpas... – ella pretendió abrirse camino; sin embargo y frente a su obvia huida...

– Espera – la detuvieron por el brazo.

Sintiendo incómodo su amarre la rubia sin ser ruda se lo quitó diciendo:

– Me gustaría quedarme, pero... tengo una clase y se me está haciendo tarde. Así que, si me disculpas...

– Sólo porque lo estoy viendo, puedo asegurar que estás huyendo de mí – persona que volvió a ponérsele en frente, deteniéndola.

– ¿Yo? ¡Para nada! Además ¿por qué lo haría?

– Si no es así, entonces acepta ir a tomar una soda conmigo

– Te acabo de decir...

– En cuanto te desocupes, ¿qué será...? – Tony la instaba a contestar.

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