Parte I Capítulo 1

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Mucho por decir de ella no había. En un cuarto de hotel hubo sido encontrada debajo de la cama. La camarera que la hallara la reportó a las autoridades, sin embargo, su esposo quien también trabajaba ahí como guardia de seguridad, le pidió quedarse con la pequeña de escasos meses de nacida.

Criada como de ellos, Candy N pasó sus primeros años. Después a la que reconociera como madre dejó a su padre y él... continuó haciéndose cargo de la chiquilla. A los siete, ella comenzó a golpear a los niños debido a que veía el entrenamiento de su protector. Aunque éste, muchas de las veces, tuvo que explicarle...

– Yo lo hago para defender a aquellos que me pagan por hacerlo.

– Yo lo hago gratis, porque me molesta mucho que los niños del colegio les peguen a mis amiguitas –, que con cada año que pasaba iban siendo diferentes. Una, gracias al trabajo de su padre que a cada rato lo reubicaban; y dos, porque Candy contribuía a la expulsión de cada institución que llegaba a aceptarla.

Esta nueva, la casa que su padre había rentado estaba a lado de la perteneciente a la encargada de ese plantel; y que, sin haber sido llamada por ella, la desalojada de su casillero ya se hallaba en la oficina de la directora Poni. Ésta hacía la ronda matutina para asegurarse de que los alumnos ya estuvieran en sus respectivos salones.

Finalizada su actividad...

– ¿Qué haces aquí? – se le cuestionó en el momento de cruzarse una puerta. – Tu clase ya comenzó, Candy.

– Sí; pero... – la rubia agarró sus cosas y se puso de pie; – como no quiero que lo oiga por alguien más sino por mí... vine a reportarle que acabo de tener lo que sería mi primer enfrentamiento aquí bajo el mando de usted.

– ¿Con quién lo tuviste? – la directora caminó hacia su escritorio.

– No tuve tiempo de preguntar sino... que se me ordenó desocupar el casillero que usted me había otorgado.

– Oh, ya. Con eso es más que suficiente para saber su nombre.

– El de un joven bastante traumado según me dijeron.

– Sólo está afectado por la reciente muerte de su novia y mejor amigo.

– Pues mándelo con el psicólogo y no a molestar a las que recién llegamos porque hay unas que no sabemos dejarnos y no nos importa lastimar a nuestros prójimos.

– ¿Lo hiciste tú?

– Si él lo hubiera intentado. Pero el muy bravucón ni las manos metió.

– Quizá porque sabe que no es correcto maltratar a una chica.

– ¿Pero sí intimidarla con su bate y su grupo de malandros?

– Está bien, Candy –. La mirada seria de la jovencita haría decir: – Voy a mandar a llamarlo –. El botón de un teléfono se presionó; pero al mismo tiempo se escuchó un llamado a la puerta.

Autorizado éste...

– ¿Qué pasa, Mili?

La secretaria informaría:

– En el pasillo están los señores Grandchester con su hijo.

– Oh, qué bien. Hazlos pasar. ¿Candy? –. Está se había inclinado para atarse la agujeta de su tenis.

– Sí, Directora Poni.

– Ve a tu salón de clase – se le ordenó; en cambio ella inquiría:

– ¿No me correrá?

– No por esta vez.

– ¡Vaya, qué suerte la mía! –. La chica de cabellos rizados esponjados se alzó de hombros y se dispuso a salir. Pero al hacerlo... primero se impresionó de la elegancia de un par de seres, después... – Repito "¡vaya, qué suerte la mía!"

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