Parte I Capítulo 7

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Candy estaba segura que lo sucedido con Tony, no le estaba afectando. Entonces ¿por qué diantres se sentía así? Sin ganas de levantarse, preferir estar en la cama y mucho menos ir a la escuela. Sí, su lecho estaba mejor y ahí permanecería todo el tiempo que quisiera; y para confirmarlo, la rubia buscó la punta de la colcha y toda ella se la echó encima.

Al, su padre, yacía en la cocina y preparaba el desayuno de ambos luego de haber hablado con la Directora Poni. No obstante, la sonrisa que había en el guapo rostro, se debía a Miss Lane, sobretodo al estar pensando cómo le haría para invitarla a salir. Hacía algunos años que no cortejaba a una mujer que... las gruesas gotas de aceite que brincaron de la sartén y cayeron en su mano quemándolo, lo hicieron olvidarse de lo escasamente planeado. En ese momento, se dispuso a buscar un huevo para untarse su clara y también contestar el teléfono que sonaba.

Yendo a ello, el hombre miró en una dirección: la habitación de su hija que ya no podía dormir y en el colchón daba de vueltas.

Gruñendo, la chica tiró patadas y se destapó. Sus ojos claros los fijó en el techo. Y gracias al silencio que había en su pieza, a lo lejos pudo oír la voz de su papá.

Para ir a su lado, Candy se enderezó. Las manos las llevó a su esponjada melena para peinarla con una trenza.

En sus pijamas y descalza la jovencita buscó una puerta, no sin antes darle un beso al chico del fiel poster.

Afuera y entre más se acercaba a Al, la rubia escuchaba su conversación. Ésta se alargaría y finalizaría frente a un computador. Ella mientras tanto iría a la cocina para servirse un poco de cereal.

Con el tazón en mano, Candy fue a la sala. Se sentó en el sillón individual para ver televisión. Las noticas locales hablaban del incendiado evento. No interesada, la rubia le cambió de canal. El elegido y con sus Animaniacs la harían reír y decirle a su papá al estar viendo a Yakko Warner con la canción de los países...

– ¡Oye! Cómo no se me ocurrió haberlos dicho así en clase.

– Todavía no es tarde para hacerlo – al ser todavía temprano para ir a la escuela.

– ¡Ay, no! – respingó ella encogiéndose en su asiento y dispuesta a seguir viendo la programación.

Sonriente, Al continuó con lo suyo. El expediente de Niel Regal era bastante interesante, pero más la familia de la cual provenía.

Curioso, el padre de Candy navegó en el internet por largo rato. Durante ese, la jovencita dejó la tv para ir de nuevo a su habitación.

Con qué hacer, la chica volvió a tumbarse en la cama. En ella permaneció pocos minutos al acordarse de su enferma bicicleta.

Aprovechándose de que papá estaba en casa, la hija veloz se levantó y fue a él para solicitarle su ayuda.

Porque lo que hacía no era parte de su trabajo como Candy se lo echaba en cara al negarse en el primer momento de pedírselo, resignado, Al dejó su actividad para satisfacer la necesidad de su hija que en cuanto pudo poner la bicicleta de pie... corrió de nueva cuenta a su recámara para vestirse y salir a dar un paseo. Éste sería bloqueado por un padre que no accedería fácilmente al permiso sino después de haber recibido la promesa de asistir a la clase de música.

No muy contenta, la rubia comenzó a pedalear, primero por la avenida domiciliaria y después por unas desconocidas. La velocidad que empleaba, difícilmente alguien más la alcanzaría, sobretodo al estar pensando en las queridas enemistades que ya había hecho en el pueblo. Sin embargo, nadie se atrevió a molestarla en su travesía; ni ella tampoco en ir a ver lo que hubiera quedado del circo quemado o la calle por la cual fuera perseguida por Niel "el tortura" y sus secuaces. No obstante, y minutos después la avenida que transitaba sí llamó mucho su atención, principalmente, la mansión que ocupaba el espacio de una cuadra completa.

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