Parte I Capítulo 14

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Por supuesto que haber sido ultrajado de esa manera, a Terry no le faltaron ganas de responder al agravio. Y por lo mismo, consiguientemente de ser liberado por las manos de Al quien se giró rápidamente para ingresar al nosocomio, un sobrino se desquitaría con la tía la cual advertida quedaba: uno de acercársele al verla aproximarse; y dos de preguntarle nada.

Furioso, el joven Grandchester se dio la vuelta y empezó a alejarse de ahí. En su camino llevaba la mirada de Karen quien no sabía qué hacer. Si ir adónde el padre aquel y conocer el estado de salud de una hija o... seguir a su familiar para saberlo todo de él. Sin embargo, ella que lo conocía a la perfección sabía que ni una sola palabra le sacaría. Entonces... luego de resoplar, la guapa mujer entró al hospital; y a cierta distancia ubicó al rubio. A éste se le veía platicando con un médico, el cual, y como muchos, era conocido de la señorita Grandchester, y por ende allá fue.

– Hola, Pat – ella saludó para llamar su atención.

– Karen, linda – el galeno se acercó a darle un beso en la mejilla. – ¿Todo bien? – le preguntó después de ejecutada su acción.

– Conmigo sí, pero... – la fémina posó sus ojos en Al para inquirirle: – ¿Qué te dice de Candy? ¿Qué sabes? – le hubo cuestionado directamente al doctor.

– Que no hay necesidad de operación. A la joven recién ingresada se le ha hecho una prueba de Lachman y no hay ruptura de ningún ligamento cruzado.

– Eso quiere decir... ¿que podré llevármela hoy?

– Si ella quiere ponerse de pie y caminar. Es algo...

A su ingreso y debido al reporte que entregara el paramédico que en el trayecto hacia el hospital la revisara, Candy hubo sido colocada sobre una mesa de exploración. Allí y con dificultad pudieron controlarla para realizarle el respectivo estudio.

Finalizado y diagnosticado lo anteriormente dicho, el equipo de auxilio la dejó; eso sí, con una indicada enfermera que estaba al tanto de ella y continuaba viendo como con la pierna sana se pataleaba y gritaba con desesperación:

– ¡Quítenme ya este maldito dolor!

– Ya se le aplicó el medicamento correspondiente – sobretodo para la inflamación, – y el doctor le ha pedido...

– ¡Lo que él haya pedido no me importa! ¡Yo quiero que desaparezca el dolor! ¡¿Es mucho pedir?!

– No; pero si sigue así la medicina menos hará su efecto. Debe tranquilizarse, por favor.

– ¡Se le hace fácil decirlo porque no está sintiendo lo que yo!

– Eso es verdad; sin embargo...

Arqueando la espalda y apretando los puños Candy gruñó de dolor. Y debido a que los doctores y la enfermera parecían no tener intenciones de ayudarla, ahora sí berrearía:

– ¡Quiero ver a mi papá!

– Bien

– ¡Pero quiero verlo ya! – espetó berrinchuda al notar que su cuidadora no se movía.

– Ay, hija, qué bueno que mía no eres porque ya hubieras sentido un par de nalgadas en ese trasero.

– ¡Mejor mueva el suyo y vaya adonde la mandé!

Con la osada respuesta, la que estaba a cargo negó con la cabeza; y muda optó por salir para acatar "la amable orden"

En el pasillo y divisadas unas personas se acercaron para decirle específicamente a una...

– Mi turno ya tiene media hora que acabó; y como la paciente, además de impaciente, no sabe agradecer lo que se hace por ella, envíe a alguien más en mi lugar. Pero antes, quiere a su padre –; y por los rubios cabellos al dueño se le diría: – ¿Es usted? Sí que le han faltado ganas para educar a esa niña. Bastante irritable, por cierto. Buenas noches.

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