Parte II Capítulo 17

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¡REGRESAMOS!

SEGUNDA PARTE

Capítulo XVII

. . .

Atándose las cintas de su elegante y femenina bata, Karen a paso veloz hubo descendido las escaleras. La mucama ya le había anunciado su visita y frente a ella estaría en cuestión de instantes.

Pasado así, la señorita Grandchester quien se había sentido emocionada pero más de un cambio de planes, a pesar de verlo y atrás de él un camión de mudanzas esbozaba una sonrisa y le daba amablemente los buenos días.

Correspondidos, Al además de disculparse "de lo temprano que era" la enteraba del verdadero motivo de su visita: despedirse y...

Conteniendo su desilusión, Karen lo condujo hasta su auto. Dentro de ello y por un cristal se buscaba el artículo perteneciente a Candy.

Ésta por su parte ya había visto a Terry regresarse a su casa. Y dentro de ella, él volvió adonde sus papás los cuales, al notarle su semblante triste, ninguno de los dos lo molestaría con cuestiones sino hasta que su hijo mismo lo hablara con alguno de ellos.

Sabiendo que tarde o temprano lo haría, en lo que los tres continuaban ingiriendo sus alimentos, afuera Karen, conforme acompañaba a Al a su transporte luego de fracasada una búsqueda, le pedía:

– Cuídense mucho.

– Claro. Y muchísimas gracias por todo

– No hay nada qué agradecer sino el hecho de haberlos conocido.

– Pero eso no significa que dejemos de estar en contacto

– Por mí encantada

– Entonces... no digamos adiós –. El rubio se detuvo para quedar de frente a ella que completaría:

– Sino hasta pronto

Finalizada la sentencia de la guapa mujer, el bien parecido hombre se inclinó a darle un ligero beso en la mejilla.

La sonrisa amplia de Karen le apreciaba su gentil gesto y a Candy:

– Pórtate bien, linda; y cualquier cosa, no dudes en llamar

Decir "sí" hubo sido fácil. Hacerlo iba a ser lo difícil para no aclarar que imposible

– Bueno, es hora de partir

– Buen viaje – se le deseó a la pequeña familia. Y ésta después de otra despedida, se dispuso a marchar. No obstante, y ya emprendida una vereda:

– ¿Qué pasó con mi gorro? —preguntó la jovencita. Por lo tanto, el padre respondía de la siguiente manera:

– Al no estar en el auto, Karen no supo dar información de ello

– ¿Crees que se haya quedado en el bote velero que mencionaste?

– Si no tienes prisa, vayamos allá

Sonriendo, Candy asintió positivamente con la cabeza; sin embargo, al notar el gesto serio que envolvía a su mentor:

– ¿Qué pasa? – cuestionó de nuevo.

– Nada —hubo sido la escueta respuesta.

– ¿Entonces?

Manteniendo sus ojos al frente, Al arrojó un profundo suspiro.

– ¿La quieres? – la rubia hubo indagado

– No puedo negar que me agradaba mucho

– ¿Quieres... que regresemos?

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