Parte I Capítulo 8

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¿Ser ella quien le pidiera un beso? ¡Estaría loca! – indignada, el interior de Candy gritó. – Pero pensándolo bien, creo que ya lo estaba. Y es que en un arrebato de miedo lo hizo su novio y lógico era que...

– Ni en tu más pervertido sueño me verías besándote – le dijo un despreciable él. Y por la coincidencia de su interpretación plus su desdén Candy estalló furiosa.

– ¡¿Y quién demonios te lo está pidiendo?!

– Es sólo en caso de que lo pensaras.

– ¡Viudo idiota y arrogante! –. Sumamente ofendida, la rubia le tiró una patada, pegándole en la sensible espinilla que lo haría agarrársela para sobársela incesantemente mientras que Candy echando humo por todas partes empezó a alejarse de él. – ¡Cretino! ¡Estúpido! ¡Imbécil! – eran las flores que le dedicaba.

Terry, por supuesto e increíblemente, las venía recogiendo al venir detrás de ella a pesar de renguear.

– ¿Puedes esperarme?

El oír su dolorida voz la hizo detenerse y encogerse para hacer rabieta; empero al girarse...

– ¡¿Qué carajos quieres ahora?! ¡Y más te vale que te ahorres otro insulto porque te juro...! – el puño de la chica se había levantado amenazadoramente.

– Bájales a tus ínfulas de peleonera... peleonera.

En esa pose, ella le diría:

– ¡Lo soy ¿y qué?! ¡¿Tienes algún problema con eso?!

La mirada energúmena de la joven era para reírse; sin embargo...

– Si de veras te crees muy buena para todo lo que significa pelear, ¿por qué no te defendiste así de Niel?

– ¡Porque él sí es un serio delincuente! En cambio, tú – Candy se dio vuelo mirándolo despectivamente y sonriéndole burlona.

– ¿Sigues teniendo ese concepto de mí sólo porque no me defendí aquel primer día que llegaste a la escuela? Bueno, greñuda. No lo hice porque soy todo un caballero; y a las damas...

– ¡¿Caballero tú?! – ella lo interrumpió. – ¡Já! ¡No me hagas reír porque traigo los labios partidos! –. Y en su traje de burlona, se los mostró. Eso, consiguió las carcajadas del chico que diría:

– Ay, mocosa. En serio que ya no encuentras cómo hacerle con tal de que te bese.

Comprendiendo lo que había hecho, Candy molesta se recriminó en su interior. No obstante, éste le mandó señal y se la devolvió.

– ¿No será que el que se muere por hacerlo, eres tú?

Cruzándose de brazos y erguido orgullosamente, el chico negaría con la cabeza.

– ¡Patán horroroso! – volvió a ganarse con ello. – ¡Muérete o al menos desaparece de mi vista!

– ¿Estás segura?

– ¡Sí! – gritó Candy; y al volverse sobre sus talones se topó con la humanidad de Niel el cual se había bajado del autobús al contarle alguien el mal comienzo de ese par.

Indagado con más de uno si se le había tomado el pelo y respondido que sí, el delincuente descendió de la unidad para ir en la búsqueda de aquellos dos que desde que los distinguió, los divisó en la banqueta alegando. Ello, lo hizo arquear una ceja y no cesar sus pasos. Y al quedar ella frente a él...

– Ya se me había hecho raro que te olvidaras tan rápido de Sandy por... ella – que su persona fue recorrida de arriba abajo. – No son tus gustos.

FallingWhere stories live. Discover now