Parte I Capítulo 12

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Antes de que la invitación fuera aceptada, cinco pares de ojos se posaron en la persona que se puso de pie. Agradeciendo la amabilidad con que les habían tratado, Al estiraba la mano hacia Candy dispuesto a salir de ahí y con ella.

Estupefactos, los anfitriones apenas pudieron decir: – "No hay de qué" – ya que padre e hija iban en dirección de una salida.

Karen, quien no salía de la sorpresa a su inesperada actitud, los alcanzó a metros de la puerta. Ésta sería abierta por la empleada a la que también se le agradeció sus serviciales atenciones.

– Al – Karen lo llamó luego de haberse cruzado un umbral. Él, deteniéndose, se giró para atenderla, pero eso sí mostrándole una sonrisa sincera.

– Gracias por todo, Karen.

Ella estirándole la mano le diría:

– Lo lamento.

– No, no te preocupes. Además –, el rubio se giró a mirar a la rubia jovencita que a pesar de decir nada, en su carita se veía ¿desilusión, enojo, su mala pata? – a Candy le conviene ir a descansar después de lo sucedido.

– Pero tu trabajo – sonaron con súplica.

– Ya lo encontraré en otra parte. Ahora si me vuelves a disculpar – Al se soltó del amarre en que lo tenían; – nos vamos.

Aún haciendo la boca de lado, Candy se comportó obediente y se despidió de la tía Grandchester. Ésta al acto seguido de verlos iniciar una caminata cerró la puerta para regresarse a su sobrino, mirarle seria y decirle:

– Ya estarás contento

– Y tú furiosa por lo que puedo ver.

– ¡Claro! Pero no – Karen posó en jarras, – tenías que pensarlo para invitarla

– ¡Claro! – Terry, burdamente, la hubo imitado, – porque no estaba en mis planes hacerlo.

– ¡Pues hubieras improvisado!

– ¡¿Y si tampoco me dio la gana?! Además ¡odio! que me impongan las cosas y tú lo hiciste con "¿por qué no llevas a Candy contigo?" – el remedo de él fue más feo que el anterior. Y Karen, más enojada le espetaría:

– ¡No, yo sólo te lo sugerí! ¡Y si lo hice es porque...!

– ¡No necesito de celestinas para conquistar a una chica!

– ¡Ni tampoco lo lograrás con ese genio ni pose de digno!

– ¡Bah! ¡Cómo si me importara!

– ¡Pues debería! ¡Porque por tu culpa, Candy pudo haber salido lastimada!

– ¡¿Por mi culpa?! – Furioso, Terry saltó hacia Karen quien retrocedió un paso para oír, igual que unos padres los cuales asombrados seguían en silencio la pelea verbal entre tía y sobrino que diría: – ¡¿Qué, yo la aconsejé mentir?!

– ¡No, pero le solapaste la mentira!

– ¡Y de no haberlo hecho, lo que Niel pretendía hoy, lo hubiera realizado aquel día!

– ¿Qué pretendía, hijo? – preguntó un interesado y consternado Richard.

– Lo que fuera – Eleanor, sabiendo de lo que se era capaz de hacer, no estaba dispuesta a escucharlo sino recomendar: – Si sus intenciones eran malas ella debió ir a demandarlo.

– No quiso ni tampoco quiere por miedo a represalias. Así que... – Karen se acercó a Terry; y poniéndole su dedo índice en el pecho le decía; – Tú aceptaste ser su novio. Es tu obligación recurrir a ella cuando esté metida en problemas.

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