Parte II Capítulo 21

204 41 16
                                    

Casi dos años habían pasado desde la última vez que lo vio y eso fue cuando se despidieron frente a su casa. Y en aquel ayer, debido a su "infantil" manera de actuar, Candy no hubo querido reconocer que él le había parecido guapo. Ahora que lo tenía de frente, notaba ciertos cambios en su persona. Nada por supuesto que le desfavoreciera, sino todo lo contrario. Inclusive ese arete en el lóbulo de su oreja había sido reemplazado por... no lo distinguía bien, pero... ¿era una media luna o una "C"? Lo segundo elegido la hizo sonreír pretenciosa e interiormente. Sin embargo, ese movimiento arrebatador de él, la hubo asustado y más al notar la presencia del payasito que apareció para echar abajo toda mala o sana intención.

Por instantes, tres seres se miraron entre ellos; y de la triangular situación en que una hija estaba, un padre aceleraría un procedimiento para llegar y ser el héroe al rescatarla de aquellos dos seres que internamente maldecían la presencia mutua.

Diciendo que todo estaba autorizado para irse, Al tomó a Candy de la mano para llevarla por el camino hacia la salida. Allá, dos pares de ojos los miraban, y el dueño de unos al recordar que le esperaban, emprendió también la verada. No obstante, a diez pasos dados escuchó que otros se aceleraban, le rebasaban y alcanzarían a los rubios que atenderían al llamado.

El rezagado con trabajos oía lo que se decía. Sin embargo, cuando estuvo a metros de ellos...

– ¿Terry? – hubo sonado la voz de Al haciéndolo detenerse y decir:

– ¿Sí, señor?

– ¿Vienes a casa?

– Debo de –. El joven Grandchester metió las manos en los bolsillos de su pantalón y encogiéndose de hombros terminaba de informar: – Susana quedó de esperarme allá.

– ¿Su-sana? –. Con esa era la segunda vez que Candy le dirigía a Terry sus palabras.

– Es... una amiga que viene acompañándome.

Ante lo que hubo sido una apenada aclaración, Candy respondió asintiendo sonriente; y por lo mismo...

– Entonces... vámonos –, porque Jem, precisamente con sus amigas y Susana incluida, le habían organizado: una sorpresiva bienvenida.

Con globos y tiras serpentinas habían decorado el interior de esa casa; y adentro quienes aguardaban por una llegada, unas: yacían paradas frente a un estéreo y con la música que sonaba se movían rítmicamente. Otras: en la cocina preparaban agua fresca y botanas. Pocas, sentadas en la sala sostenían bolsas de confeti y coloridas cornetas y conversaban con la fuereña que negaba con la cabeza al habérsele preguntado si sabía bailar.

– Qué lástima – dijo una verdaderamente sintiéndolo. – Porque con lo sucedido con Candy habíamos pensado que tú pudieras reemplazarla en un número que estamos preparando para presentarlo en la feria del malecón.

– Lo siento. Pero yo... vivo muy apartada de esas cosas. Además...

– ¿Tienes que continuar tu camino?

– Mi amigo y yo vamos al evento motocross

– Entonces se irán pronto

– Me imagino que sí. Aunque todo depende de él.

Sonrisas dieron fin a la conversación porque la mayoría pondría atención a las chicas que movían una mesa de centro para así tener más espacio y danzar, pero sobretodo para practicar un movimiento que les costaba realizar y Candy, quien se los había enseñado, podía hacerlo a la perfección. Se trataba de una patada tornado, corriéndose el riesgo de quebrar o quebrarse algo, y los ojos de Susana asimismo lo expresaban al empezar a verlas ejecutarlo, resultando que unas, al primer intento, cayeron al suelo. A otras el golpe les salió a medias; y la que sí la realizara bien, en su trayecto giratorio, había golpeado a una compañera y ésta fue a estrellarse con otra y ambas alcanzaron el piso llevándose consigo una lámpara que por supuesto... en tres se hubo partido.

FallingWhere stories live. Discover now