Tengo algo importante que contarles

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La novela comienza con Alana teniendo un mal día. Le duele el estómago, no estudió para su examen de matemáticas, llegó tarde al colegio... y entonces conoce a Alex. Nuestro querido Alex. 

Como todos sabemos, Alex es un chico tan tierno como retador, y desde su llegada supone un desafío para Alana. 

Ella, por otro lado, está tan metida en la idea del cliché que no se permite notar las pequeñas realidades que se esconden detrás de él. Una imagen distorsionada de Alex se planta en su mente desde el primer momento en que lo ve.

Como sabemos ahora, todo lo que él hizo fue un intento por captar la atención de Alana de la manera más ingeniosa posible, una que a él le pareció correcta en ese entonces. Sin embargo, como él mismo reconoció en el último capítulo, su técnica no resultó la mejor. De hecho, junto con las propias creencias y prejuicios de Alana, terminó creando una barrera construida por sus defensas, mismas que bloquearon cualquier posibilidad de permitirse sentir algo genuino por él. 

Me parece importante señalar que fueron muchas circunstancias de ambas partes las que cambiaron el rumbo de lo que esperábamos para el final de la novela. Uno en el que terminaban juntos. Uno en el que Alana se daba cuenta de lo que en verdad sentía por él.

Lamentablemente, esto sí sucedió, pero no de la manera que imaginábamos. Primero, me parece importante la sinceridad de Alana al aceptar que dejarlo ir es lo mejor. Ella sabe quién es Alex, se da cuenta de lo bien que la ha pasado a su lado, de lo mucho que le ha enseñado... Pero todo esto entró en ella de manera inconsciente; fueron esos pequeños detalles los que consiguieron colarse inevitablemente a través de la barrera. Sin embargo, el amor va más allá de eso. Para que sea verdadero, tú tienes que permitirle pasar. Lo que sucede es que Alana jamás iba a hacerlo si todo comenzó por una apuesta donde ella se veía en la constante necesidad de defenderse a sí misma. No obstante, lo más curioso es que ni siquiera podemos culpar a Alex de ello, pues él realmente no tardó en intentar corregir su error. Alana terminó dándose cuenta de lo que él sentía, pero por alguna extraña razón, sus sentimientos no cambiaron. 

Yo pienso que estamos muy acostumbradas a leer que el chico que exige es el que lo consigue. El chico que sabe lo que obtendrá. Porque muchas veces eso se percibe como ser "seguro de sí mismo" y nos atrae. En realidad, yo pienso que "seguro de sí mismo" es dar a la otra persona la oportunidad de decidir, y el tiempo necesario para hacerlo. No cabe duda de que esa es la razón principal por la cual el corazón de Alana no tomó la decisión que todas esperábamos; y honestamente está bien.

¡Ojo, chicas! Es muy importante entender que las relaciones no deben comenzar de esa manera (por más que las cosas hayan cambiado después) y ese es uno de los principales mensajes que quiero transmitirles. No está bien que nos aguantemos cuando nos sentimos incómodas, tampoco que alguien quiera decidir sobre nosotras o que nos embarquemos en una relación que llega sin ofrecer nada a cambio ni aportar algo significativo a nuestras vidas. Me gustaría que volvieran a leer los primeros capítulos de la novela, pues son ejemplo de lo que no debemos permitir.

Nuestra protagonista siempre supo que no quería que aquella fuera su historia, y atenerse a sus ideales fue sumamente valiente. No se trata de que uno de los miembros de la pareja se termine adaptando al otro solamente porque se enamoró y no lo pudo controlar, se trata de exigir lo que sabemos que merecemos... Porque eso sin duda lo podemos controlar.
Alana siempre pidió "más" de Alex y  lo obtuvo, cosa que en verdad la tomó por sorpresa. 

Sin embargo, también me emociona compartirles otra perspectiva que explicaría mejor toda la situación, pues, como sabemos, Alex jamás resultó ser tan malo como Alana esquematizó en su cabeza.
Se basa en lo que mencioné al principio acerca de la imagen distorsionada que nuestra chica tiene de él desde el primer momento en que lo ve.

Quiero contarles acerca de un concepto que personalmente me fascina y parece explicar muchas cosas, especialmente lo que sucedió con Alana. Su nombre es "profecía autocumplida". Ésta es básicamente una creencia falsa que existe en nuestra mente, la cual se vuelve real porque nosotros mismos, muchas veces inconscientemente, hacemos que suceda.
Podemos usar como ejemplo cuando llegamos a una fiesta donde no conocemos a nadie y en nuestra cabeza se encuentra la creencia irracional (profecía) de "nadie va a querer hablar conmigo y estaré sola". Ahora, como pensamos eso, sin querer llevamos a cabo una conducta: no nos acercamos a ellos o lo hacemos de una manera tímida, insegura, distante o poco espontánea.
Esto, por lo tanto, lleva a una consecuencia que acabaría por confirmar nuestra profecía: ellos tampoco quieren hablar con nosotros.
¿Y por qué no? ¡Por la manera en la que nosotros nos comportamos cuando dimos por hecho algo que no existía! Es una fiesta donde no conocemos a nadie, ¿por qué no querrían hablar con nosotros si aún no saben quiénes somos? Y justo así es como conseguimos que nuestros pensamientos negativos se vuelvan reales.

¿Les suena? Yo pienso que fue exactamente lo que hizo Alana. Su profecía siempre fue: Alex es un chico malo que me tratará mal y me hará sentir incómoda.
Consecuencia: Alex la hizo sentir incómoda con comportamientos que probablemente solo reflejaron lo que Alana siempre creyó que recibiría de él.
Pienso que por eso mismo Alex actuó como actuó,  la profecía de Alana tuvo una reacción en él. Es muy curioso cómo la mente de una persona puede llegar a influir en el comportamiento del otro individuo, cómo una relación en verdad es de dos existencias complementándose. Y no es hasta que están en armonía que todo puede crecer y funcionar.

Por lo tanto, pienso que debemos estar muy atentos a las profecías que nosotros mismos creamos para nuestra vida. Podríamos estar dejando pasar oportunidades únicas y a personas maravillosas.

Ahora les voy a poner un ejemplo muy claro de cómo esto sucede más veces de las que imaginamos, pues a todos nosotros nos acaba de pasar mientras leíamos el libro.

¿Se dieron cuenta de que como lectores también caímos en la profecía? Estábamos tan seguros de que ambos terminarían juntos porque así funciona en las novelas que no nos detuvimos a analizar las señales que apuntaban a lo contrario. Me encantaría que volvieran a leerla con una visión diferente y que comenzaran a leer la vida de esa manera también: sin expectativas de cómo van a resultar las cosas. Así no pasaríamos por alto pequeños detalles que nos muestran la realidad. 

Por otro lado, a lo largo de la novela intenté buscar la respuesta a la pregunta: ¿Qué define la atracción? ¿Cómo sucede?
Si Alex es guapísimo, amable, interesante, generoso... ¿por qué Alana no se enamoró de él?
Llegué a la conclusión de que la respuesta es tan clara como el agua: jamás sabremos por qué nos enamoramos de quien nos enamoramos. 
Y eso es lo más emocionante, pues no depende de lo increíblemente buenos que seamos. En realidad, Alex lo es y todos lo somos; que alguien no se enamore de nosotros no significa lo contrario. A veces depende tan solo de un momento, una palabra, un mal día o una barrera que se creó sin querer que así fuera. Depende de todo el mundo que existe en la mente de cada persona. Depende de una sintonía. Depende de un plan o de qué tan listos estamos para entrar en la vida de una persona sin dañarla.

Lo bueno es que todas las barreras se pueden romper cuando llega el momento adecuado en que ambas mentes se olvidan de sus profecías.

Por último, lo más importante es asegurar que una historia de amor no tiene que juntar ambos corazones para ser verdadera, pues, honestamente, yo la sentí muy real. 

Es una apuesta ©Where stories live. Discover now