Yo sí

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Lo empujo levemente para apartarme de él. Cierra los ojos y levanta las manos para pasar una por su cabello y la otra llevársela al pecho, fingiendo que se siente herido por el rechazo. 

—¡Hermano! —exclama un chico de sexto que se acerca en ese momento a Alex extendiendo ligeramente los brazos. Él parece no estar al tanto de la situación, pero terminan uniéndose en un abrazo amistoso y el chico le da dos pequeños golpes en la espalda. Luego recarga su mano en el hombro de Alex—. Tú nos debes algo —dice mientras lo señala con el índice.

Mi compañero lleva su mano a la nuca con una expresión de extrañamiento en el rostro.

—¿Cómo? —dice al fin.

—Estás en la lista.

Pronto otra persona se une a la conversación.

—¡Lo encontraste! Perfecto —interviene este otro chico.

Ya que están juntos puedo recordar que son los mismos que vieron a Alex sin disfraz el lunes.
Vienen a cobrarle el castigo por no haber venido el martes.
Comienzo a reír por lo bajo. Esto va a ser divertido.
Espero lo obliguen a cargar sus mochilas durante todo el día o algo por el estilo. Suelen convertir en esclavos a los que no mostraron el espíritu escolar en la semana.

—¿Cuál es tu nombre, amigo? —dice uno de ellos.

Duda por varios segundos.
Que no sepan quién es le da a él una ventaja.  Pero a mí me parece que sería bueno proporcionarles esa información yo misma.

—Alexander Kieran, de quinto —doy a conocer.

Prácticamente me fulmina con la mirada y tan solo me encojo de hombros y le regalo una sonrisa inocente.

—Creo que tu novia no te quiere, campeón —añade el chico que se acercó primero. Tengo la idea de que su nombre es José. Dejémoslo en que se llama José.

—Eso es porque no soy su novia —aclaro.

—Uy —comenta el otro volteando a ver a Alex—. Justo en el cora.

José no para de reír y se da cuenta de que el comentario de su amigo no causó ningún revuelo en ninguno de nosotros.

Alex los mira con indiferencia, incluso superioridad. Él no se siente intimidado por ellos ni nada por el estilo, de hecho comienza a reírse del asunto y rueda los ojos.

—Bueno, pronto pensaremos en algo para tu castigo, Kieran — comenta por fin el chico—. Mientras tanto, nos alegraría el día una foto de esta parejita —dice José prendiendo la cámara que trae colgada al cuello, pegando el ojo al visor y enfocándonos a nosotros.

—Oh, no. Para nada. Hablaba en serio cuando decía que no soy la novia ni nada —dejo muy en claro apartándome lo más que puedo de la escena.

—¿Le vas a negar una foto a nuestro chico cara bonita? —dice el amigo de José, refiriéndose a Alex.

—Alana, eso sí me rompe el corazón —interviene Alex entrecerrando los ojos, volviendo a su falsa mueca de dolor.

Bien, una foto es una foto. Como sea, me voy a ver demasiado necia rechazándola así sin más.

Con todo y el trabajo que me cuesta pensar en sonreír alegremente como si fuéramos los mejores amigos del mundo o algo así, me acerco cautelosamente a Alex.
Claro que él ya tiene el brazo extendido, esperando rodear mis hombros y que me pegue lo más posible a él.
Dejo que esto pase porque José ya tiene la cámara lista y será rápido.
Poso con una pequeña sonrisa sin dientes, pero José separa su ojo de la cámara y nos voltea a ver.

—¡Pero vamos! ¿Qué pasa aquí? ¿Sin un poquito de amor siquiera? —exclama—. Por lo menos abrázalo, querida.

Miro a Alex de reojo y veo que está haciendo lo posible por no reírse, pues está apretando los labios y volteando al techo.

—No, yo creo que estamos bien así —digo pero al mismo tiempo rodeo con mi brazo la espalda baja de Alex—. Anda, ya. Tómala.

—Espera —dice el mismo chico de la cámara—. Esto me recuerda que tú también tienes castigo.

—¿Yo? —contesto al ver que me está mirando con una sonrisa un tanto perturbadora—. Yo vine todos los días. Con disfraz.

—Pero quisiste proteger a tu amorcito diciendo que la chamarra era suya —dice fingiendo ternura y alargando sus palabras—. Esteban, ¿no crees que eso merece un poco más de cariño para esta foto? —se dirige al otro chico.

—Creo que un beso no estaría mal —comenta el tal Esteban dejándome helada.

—Oye, quizá nuestros amigos aquí tengan razón —interviene Alex para mi sorpresa. ¿En serio está siguiéndoles el juego? ¿Por qué me hace esto? ¿No se supone que ésta es la parte en la que me defiende frente a ellos y dice que no haremos nada que yo no quiera?

Bueno, tal parece que no.

—Disculpen, ¿qué les hace pensar que voy a hacer eso? —digo firmemente, viéndolos a los tres.

—Que no creemos que quieras un castigo peor —comenta José.

—Tomen la foto y ya —agrego sin separarme todavía de Alex, como debí haberlo hecho hace rato—. Esta foto, una foto normal —señalo y vuelvo a posar ahora con una sonrisa aún más fingida.

—Un piquito aunque sea — dice Esteban—. Y no les tomamos la foto. Solo queremos verlo.

—Están enfermos, no voy a hacer eso. Tomen la foto y ya —sigo sin moverme de mi posición. Quiero solo escuchar el clic e irme de aquí.

—Kieran, tú también quedas libre de castigo si lo haces —añade Esteban y José parece concordar.

—No voy a hacerlo —digo yo.

—Bueno, en ese caso yo sí —añade Alex rodeando ágilmente mi cintura con su brazo y juntando de frente su cuerpo con el mío. Abro los ojos como platos ante la inapropiada cercanía y la decisión de su agarre en mi espalda, que prácticamente jala de mi traje con la tela entre su puño.

A continuación siento el calor de su otra mano rozar mi oreja hasta pasar por detrás de mi cabeza para sostenerla y acercarla a la suya, y después suavemente pegar sus labios a mi mejilla.

—No te preocupes, tampoco me iba a pasar —me susurra antes de separarse un poco, mirarme a los ojos y acariciar con su pulgar mi nuca.

Desata el agarre de mi cintura, me sonríe como niño travieso y al final saca la mano lentamente de mi cabello.


Es una apuesta ©Where stories live. Discover now