El círculo

9.1K 800 58
                                    

Ya es la una de la mañana y todos están dispersos por el jardín después de que llegó la segunda charola de brownies.

No puedo evitar reír ante la simpleza y relajación de los presentes. En realidad no me causa ningún tipo de conflicto que estén en este estado, a fin de cuentas son universitarios.

Solo quedábamos cinco personas en la fogata hasta que hace unos minutos se pararon los que quedaban, y ahora solo estamos Alex y yo.

Él trae aún la guitarra en la mano y comienza a darle pequeños golpecitos mientras dirige su mirada a mí.

—¿Por qué me ves así? —pregunta en tono divertido y yo me espabilo, pues creo que me quedé observándolo por demasiado tiempo. 

Por un rato vacilo, ya que no encuentro las palabras correctas para agregar. Pero pronto logro contestar.

—Eres... —alcanzo a decir pensando que ya tengo en claro cómo continuar, mas todavía tardo un rato en encontrar la descripción—... increíble —termino por confirmar—. No sabía que tocabas de esa forma. Es lo más hermoso que he escuchado jamás, en serio.

Todavía con una sonrisa agacha su cabeza y mira el instrumento por unos segundos, jugando con las cuerdas sin hacer sonido alguno.

—Vamos, no es para tanto —contesta encogiéndose de hombros y soltando un suspiro risueño.

Yo entrecierro los ojos y busco su mirada.

—Espera —articulo mientras mi sonrisa crece—. ¿Estás siendo modesto?

Él tan solo ladea la cabeza y mira hacia otro lado. Casi podría jurar que su sonrisa destella timidez.

—Quizá —agrega posando su palma abierta sobre las cuerdas y dando suaves toques distraídos. Lleva sus ojos a la guitarra y aprieta los labios, pero casi al instante su tímida sonrisa le abre paso a otra—. O quizá no —dice moviendo muy delicadamente los dedos por ciertas cuerdas sin siquiera mirarlas, hasta crear gradualmente una perfecta y armoniosa melodía.

Pronto suelto una sonrisa y pongo los ojos en blanco.

—Claro que no eres modesto —expreso negando con la cabeza y volteando a verlo—. Y no deberías, por cierto. En serio me impresionaste.

Entonces entrecierra los ojos y arruga la nariz.

—Oye, de haber sabido que así me ganaba tu corazón me hubieras tenido con la guitarra en mano afuera de tu ventana desde el primer día —explica haciendo una mueca con sus labios y recargando su antebrazo sobre la parte superior del instrumento.

—Qué lástima que no lo sabías —digo bromeando. Levanto el hombro y frunzo los labios.

—Entonces tarde, pero ya me gané tu corazón —agrega levantando la ceja y apretando las mejillas para no sonreír de más.

—Yo nunca dije eso —afirmo echándome a reír.

—Bueno, no te preocupes. No tardo —dice con una sonrisa jueguetona en los labios, colocando la guitarra de nuevo en posición—. Espera a que te cante y eso va a cambiar. —Comienza a rasgar las cuerdas y yo suelto una pequeña carcajada—. Cantar es otra de las muchas cosas que me salen como a los dioses —añade bromeando y yo me echo a reír.

—¡No! —chillo muerta de la risa, buscando callar el instrumento con la mano.

Sería completamente ridículo que se pusiera a cantarme aquí enfrente de todos (aunque ya nadie esté en sus cinco sentidos).

Cuando veo que no para y la decidida sonrisa sigue saliendo de sus labios, me pongo de pie y me alejo sin poder aguantar la risa.
Sin embargo, él me sigue con guitarra en mano pero llega un momento en que la deja en el piso y simplemente comienza a dar pasos en mi dirección.
Yo me encuentro caminando de espaldas y viendo cómo se aproxima.

Es una apuesta ©Where stories live. Discover now