Recrear conversaciones

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—¿Sabes? En segundos podría enamorarte y jugar contigo—expreso en voz alta uno de los planes que llegué a tener—. Y luego romperte el corazón. —Por supuesto que al contárselo lo estoy descartando de inmediato.

«¿Es éste mi intento por remediar mi situación?»
Pude, no sé, simplemente quedarme callada y ya.
Aceptar que decidí admitir tonterías y que Alex traería el ego por los aires lo que quedaba del año.

Pero no, tenía que intentar arreglarlo.

Estamos en el elevador, regresando de cenar.
Quizá no fue una buena idea ir después de nadar, pues los meseros esperaban que no se nos fuera a ocurrir sentarnos en las sillas. Pero lo hicimos, y quedaron empapadas.
Alex propuso ir a la playa a ver cómo iban mis compañeros, pero honestamente muero de sueño y solo quiero darme un baño.

¿Otra cosa que no fue buena idea? Irme de la playa, en primer lugar. Pude haberme quedado ahí y no estaría sintiendo esta presión en el estómago.

«¿Por qué hice todo lo que hice?»

De por sí ir a cenar con él ya fue suficientemente incómodo, ni se diga las semanas que le quedan a la apuesta. Simplemente no quiero.

—Lo sé.

—Pero eso hubiera sido infantil e inmaduro, cosa que yo no soy... —continúo con mi rollo sin reparar en su respuesta—. ¿Qué? ¿Qué cosa sabes? —me detengo y lo miro con extrañeza. 

—Que sí lo lograrías —dice con una sonrisa, contemplándome de una manera que me obliga a desviar la mirada.

Por unos momentos pienso en golpearlo y gritarle que deje de decir cosas así. De intentar ganar con comentarios desorientantes. Pero ahora lo mejor que puedo hacer es simplemente darle el avión.

¿Por qué me dejaría llevar por sus halagos si ya sé que es una apuesta? ¿Qué tonta haría eso?

—Hasta mañana, Alex —me despido cuando me acompaña a la puerta de mi habitación.

Goodbye, my loversonríe antes de que cierre la puerta y le ruede descaradamente los ojos.

(...)

Salgo de la regadera casi cuarenta minutos después de haber regresado al cuarto y pienso en intentar marcarle a Jade.
Necesito contarle que no pasamos al verdadero concurso. Que fracasamos como equipo.
Sé muy bien que está castigada y todo eso, pero no me quita nada probar.
Quizá incluso la haga sentir mejor saber que hubiera sido en vano venir.

El vapor del baño me está matando, pues el aire acondicionado del cuarto no llega hasta acá, así que me apresuro a ponerme la pijama y salgo al lavamanos, donde está mi teléfono.

Antes de hacer otra cosa, desato la toalla que traigo enrollada en la cabeza y cepillo mi cabello para sentarme agusto a hablar con mi amiga y no tener que preocuparme por que se me seque el cabello y ya no haya peine que lo dome.

Una vez que acabo con esto, repaso en mi cabeza unas mil veces dónde pude haber dejado mi teléfono, pues no está aquí. Mi corazón se acelera cuando noto que no está junto a su cargador. Y más cuando recuerdo que sí lo tomé después de la alberca, pero definitivamente no lo traje.
Comienzo a acelerar el paso hasta la puerta y meto bruscamente la llave en la cerradura, haciendo demasiado ruido.

—De nada —me sobresalta una voz al otro lado de la habitación, más allá del apartado del lavabo.

Sí me asusto y doy un notorio brinco, pero cuando reconozco la voz solo hay indignación en mis ojos.

Es una apuesta ©Where stories live. Discover now