Booty Call

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—¿Lista para nuestra cita?

El jueves antes de clase de literatura, Alex llega por detrás cargando su mochila con el hombro izquierdo mientras intento sacar mi cuaderno del casillero.

—Eh... —intento articular.

No le he avisado que ya tengo otros planes. Honestamente, pensé que se le olvidaría. Así como pensé que no iba en serio lo de la apuesta. Creo que pensar no me está sirviendo de mucho últimamente.

—¿Podemos dejarlo para otro día? —le digo sin más preámbulos—. ¿O simplemente olvidarnos de ello?

Claro. Seguro Alex se olvidará de ello.

—Perfecto —responde como si nada.

—¿Qué? —exclamo con clara confusión en mi rostro.

—Digo que está bien. —Me regala una enorme sonrisa–. Nos olvidaremos de ello.

Me quedo algunos segundos analizándolo, pero decido no darle demasiada importancia.

—Bien —agrego sacudiendo la cabeza y me dirijo al salón con bastante incertidumbre.

¿Qué acaba de pasar? Ciertamente no me quejo, pero fue extraño.

Entramos a clase y nos acomodamos de nuevo en nuestros lugares habituales para continuar con el trabajo. Pronto visualizo a Samara acercándose a la mesa, pero antes de que eso suceda Alex agrega algo:

—Lo quiero de oro, por cierto. Nunca he tenido uno —dice reclinándose en el asiento y recargando el tobillo sobre su pierna.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —le contesto totalmente desorientada.

Se encoge de hombros y me regala una media sonrisa de lo más engreída.

—De mi trofeo, ¿de qué más?

—¿Tu trofeo? —inquiero abriendo mucho los ojos.

—Así es, acabo de ganar la apuesta —me guiña el ojo.

Abro la boca para comenzar a reclamarle hasta su existencia, pero en eso Samara toma asiento y comenta:

—¿Qué apuesta?

No. Definitivamente no le vamos a contar a Samara. Ni de broma.

—Ninguna, estábamos hablando del trabajo —digo tragándome todo lo que le quiero decir a Alex.

—Oh, ¿del proyecto final del trabajo? ¿La súper campaña? ¿Ya tienes alguna idea, Alex? —dice Sam dirigiéndose totalmente a él.

¿Hola? ¿Sam? Te recuerdo que yo también existo aquí.

—Aún nada —contesta él.

Necesito reprocharle su comentario acerca de la apuesta. ¿Haberla perdido? Eso jamás. Pero claro, no puedo decirle todo lo que quiero aquí. Entonces le pido al profesor permiso para salir al baño y aprovecho para pensar. No me voy a quedar callada toda la hora.

Sal del salón en este momento —le escribo rápidamente porque no puedo pensar en otra solución.

¿Qué pasó ahí, niña buena? —me responde y no entiendo su mensaje en lo absoluto.

Solo sal.

5 minutos después, veo a Alex en el pasillo y le indico que se acerque a una pequeña terraza que hay junto a los baños.

—No perdí la apuesta, ni de chiste —aclaro con mucha firmeza.

—Sí, tienes razón. —Abre sus labios en una sonrisa—. Ahora estoy menos convencido de eso.

Es una apuesta ©Where stories live. Discover now