Invítame a tu casa

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Me quedo unos momentos más ahí en el frío de la terraza rodando los ojos con una sonrisa ante el gesto de Alex.
Lo que acaba de hacer no fue nada egoísta y en verdad me ha sido de gran ayuda, pues ahora puedo caminar por el pasillo con menos vergüenza.

Cuando llego a mi locker me topo con Fernanda y Jade, quienes están enfrente de la pizarra hablando acerca del disfraz de mañana, pero me dirigen una mirada.

—¿Qué rayos eres? —pregunta Fer con un antifaz, enarcando una ceja sin despegar la vista de mi sudadera.

Digo... La sudadera de Alex.

—Bueno... Sé que no es mucho pero soy... —digo a modo de contestación.

—Qué rayos eres... —interrumpe y me mira expectante—. Rayos... Flash... —aclara explicándome su elección de palabras—. ¡Un poco de humor, mujer! obviamente sé quién es Flash. Que no sea una loca fanática no significa que no lo ubique.

Lanzo una risita y niego con la cabeza.

—Estás loca —le digo entrecerrando los ojos—. Debe ser cosa del nombre —agrego más que nada para mis adentros.

—¿El nombre? ¿De Flash? ¿Qué nombre? —ahora ella me mira a mí como si yo fuera la loca.

Me río para mis adentros.

—No, lo que pasa es que acabo de conocer a una chica muy loca que se llama igual que tú. Fernanda la Nana... Larga historia —digo recordando a la mujer del Freak Show.

¿Qué? ¿Cuándo conociste a alguien que se llama igual que yo?

—El vier... —las palabras salen de mi boca como si yo pudiera explicar que fui a la feria con Alex después de decirle a mis amigas que iría a casa luego del café. Pero no puedo. No puedo decirles—. Hace unas semanas, es una amiga de mi prima. Nada Importante, olvídenlo.

—Bueno, creo que aquí la única loquita es otra. —Fernanda se ríe de mí sin darle mucha importancia al asunto.

—Espera, ¿esa chamarra no es de Alex? —interrumpe Jade después de no haber intervenido en lo que va de la conversación.

Mi respiración se entorpece, al igual que mi facilidad para dar excusas.
Mierda, no pensé en que Jade se la vive admirando a mi compañero de equipo y seguramente se habría dado cuenta en clase que esa chamarra no es mía.

—¡No! —exclamo con nerviosismo. ¿Qué tan mal puede verse que traiga puesta una prenda de Alex? Mucho. Muy mal—. Lo que pasa es que estuvieron en oferta el fin de semana, en el súper cerca de casa. Y como somos vecinos seguro se nos ocurrió la misma idea.

—¡¿Qué?! —exclaman casi al mismo tiempo mis dos amigas y yo no entiendo por qué tanto alboroto. ¿Dije algo mal?

Jade me toma de la muñeca y se acerca a mí.

—¿Me estás diciendo que el sexy y hermoso señor "te puedo derretir con una mirada" vive a lado tuyo y no me habías dicho ni pío? —me fulmina con la mirada y me pega un golpecito en el brazo—. ¡Alana!

—¡Au! —digo después del golpe, intentando desviar la atención de la conversación. Bien, quizá no les había mencionado que somos vecinos, pero tampoco era exactamente algo que sintiera la necesidad de ocultar.

—¡Me tienes que contar todo! ¿Se pasea sin camisa por la ventana de su habitación? —pregunta como una niña en Navidad.

—¡No, Jade! —exclamo—. Digo, no lo sé. Ni siquiera somos esa clase de vecinos. Solo vive en los departamentos de la calle de atrás de mi casa. No es como que vea la ventana de su habitación ni nada de eso.

Es una apuesta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora