Una Charla con Severus Snape

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Una Charla con Severus Snape.

Resultaba ser que lo que Severus deseaba era una charla con Lily Evans. Esperó al final del pasillo opuesto al retrato de la Dama Gorda hasta que James Potter salió a su detención con la profesora McGonagall para encarar al gran marco que rodeaba el retrato de la Dama Gorda.

-¿Cuál es la contraseña? –preguntó la Dama Gorda, mirando sospechosamente a Severus Snape.

Severus no lo sabía, obviamente, así que retrocedió un par de pasos. La Dama Gorda clavó su mirada en él.

-¿Qué te tramas al querer entrar sin saber la contraseña? –Preguntó ella- Es bastante extraño lo que haces. Debería decirle a...

-Oh, vamos –dijo Severus con suavidad- No me acuses a mí. No intento entrar por ninguna mala intención. Solo necesito hablar con mi amiga Lily Evans, ¿la conoces? Una chica de segundo año con el cabello rojo más lindo que hayas visto... -alzó su mano para indicar la altura de Lily.

La Dama Gorda dudó por un momento, corriendo su dedo por su barbilla, donde Severus notó un gran y velludo lunar. Se estremeció ante el detalle de la pintura. Finalmente, la Dama Gorda negó con la cabeza.

-¡No debo decirte! –una sonrisa apareció en su rostro- Eres un intruso.

-No soy un intruso –respondió él- Aún estoy en el corredor, ¿o no? ¡Aún estoy en un área común! –la fulminó con la mirada- Si quisiera pasar, ¡ya te abría destruido! –agregó, alzando su varita.

Como respuesta, la Dama Gorda soltó una carcajada tan grande que sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Oh, pequeño ingenuo de segundo año, piensas que puedes destruirme para pasar, ¿cierto? Dumbledore colocó encantamientos protectores en mi que te detendrían por si quiera intentarlo, pequeño.

Severus tenía pensado intentarlo. Después de su verano con Malfoy, se sentía bastante subestimado en Hogwarts. Pero Lucius le había dicho, también, que una de las claves en las Artes Oscuras era contenerse y utilizar el poder solo cuando fuese necesario.

-Piensa en que cada vez que te contengas, toda la ira que estas suprimiendo se acumula en un reservorio y ese reservorio se hace cada vez más grande y mientas más grande sea, más poder tendrás cuando lo sueltes –eso era lo que había dicho Malfoy y ciertamente había ayudado. El reservorio de Severus crecía cada vez que se contenía las ganas de convertir a James Potter en polvo. No solo eso, pero sus hechizos ciertamente habían sido poderosos esa mañana en el desayuno. Cuando James cayó de espaldas a través de la mesa, Severus nunca se sintió tan reivindicado en toda su vida. Ese había sido uno de los hechizos que Lucius le había enseñado para defenderse y nunca lo había intentado con tal propósito de mandar a volar a alguien como aquella vez. Ya fuese porque Potter era débil (cosa que Severus no dudaba, de hecho) o que su hechizo había sido muy poderoso. Le agradaba pensar que era una mezcla de ambos.

De repente, el agujero del retrato se abrió de par en par, casi golpeando a Severus (quien saltó hacia atrás justo a tiempo) y de adentro salieron un par de estudiantes de primer año: Ali Prewitt y otra pequeña muchacha, Natalie Spinnet. Ali vio a Severus y exclamó:

-¡Oh, lo siento! No sabía que estabas ahí o no habría abierto el retrato tan fuerte... ¿Te golpeé?

-No –respondió Severus dándose la vuelta para mirarlas.

Los ojos de Natalie se abrieron como platos cuando vio la corbata verde del uniforme de Severus.

-Eres un Slytherin –dijo, señalándolo- No deberías estar cerca de nuestra sala común.

Los Merodeadores: Segundo AñoWhere stories live. Discover now