Sábanas Para Un Hombre Lobo

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Sábanas Para Un Hombre Lobo

El día anterior a las vacaciones de invierno, los chicos se encontraban en su dormitorio empacando para el viaje a Londres. Sirius había estado tan ocupado protestando por tener que volver al Número 12 de Grimmauld Place que se olvidó por completo de su plan de buscar sábanas para Remus hasta el momento en que Remus anunció su partida:

-Bueno... Que tengan una feliz navidad... Tengo que irme.

-Feliz Navidad –dijo Peter con prisa, demasiado ocupado empacando y preparándose mentalmente para el festín que prepararía su madre como para despedirse apropiadamente de Remus.

Sirius dejó caer los libros que planeaba guardar en su mochila –era el único de ellos que llevaría su tarea a casa, ya que supuso que no tendría mucho más que hacer mientras estaba encerrado en su habitación. Su libro de Transformaciones cayó de la cama y golpeó el suelo con un sonido seco.

-¡No puedes irte aún!

-Tengo que hacerlo –respondió Remus. Alzó la nota de Dumbledore recordándole sobre la luna- Debí haberme ido anoche para que nadie me viera saliendo del castillo pero estaba demasiado frío como para intentarlo siquiera. Esa vieja casa no tiene la mejor calefacción.

-¡Mierda! –exclamó Sirius, recordando las sábanas que James y él le buscarían a Remus el mes pasado. Golpeó su frente con la palma de su mano- Santo cielos, ¡soy el peor amigo del mundo!

Remus parecía confundido.

-¿Qué?

James también hizo una expresión de culpa.

-Se supone que buscaríamos algunas sábanas del cuarto de lavandería para ti –le explicó- Unas limpias, por supuesto –añadió después.

-Para la Casa de los Gritos –prosiguió Sirius- Así no tendrías tanto frío ahí afuera.

Remus sonrió.

-Aprecio la intención –dijo.

-¡Las intenciones no te mantendrán caliente en la noche! –exclamó Sirius con frustración.

-Algunas intenciones lo hacen –dijo Remus encogiéndose de hombros.

Más tarde esa misma noche, el dormitorio estaba silencioso una vez más y la luz de la luna llena se colaba a través de la ventana, iluminando la cama vacía de Remus de manera significativa y amenazante. Sirius estaba sentado en su propia cama abrazado a sus rodillas, escuchando los ronquidos de James y Peter y observando el lugar en el que Remus debía estar. Temblaba del frío, negándose a meterse bajo sus propias sábanas en un intento de sentir el mismo frío que Remus debía estar sintiendo en la Casa de los Gritos. Frotó sus manos contra sus pies. Estaban helados.

-Santos cielos –murmuró. No soportaba la idea de Remus medio congelado allá afuera como se lo estaba imaginando. Rápidamente salió de su cama y fue hacia James, sacudiendo a su amigo- James. Despierta –pero todo lo que hizo James fue rodar hacia el otro lado de la cama y acurrucarse más a su almohada. Sirius frunció el ceño- James, levántate, tenemos que buscarle sábanas a Remus –pero aún así, sin importar lo fuerte que Sirius lo golpeaba y sacudía, James no se despertaba, lo único que hizo fue murmurar algo sobre el campo de Quidditch. Sirius suspiró- Bien, entonces lo haré yo mismo.

Solo, Sirius salió del dormitorio y de la sala común hasta llegar al Salón de Trofeos, con cuidado de no hacer ningún sonido. No se encontró ni con un alma en el camino. La luz que salía de la punta de su varita provocaba largas sombras de trofeos en sus repisas contra las paredes hasta alcanzar el techo. Se puso de pie frente al retrato vacío de Scrimgeour, murmuró Beati Pacifici y entró con prisa al pasadizo. Se sintió mucho mejor por no haber sido atrapado una vez que el retrato se cerró y Sirius quedó adentro de la oscuridad del pasadizo.

Los Merodeadores: Segundo AñoWhere stories live. Discover now