Ve a Aullarle a la Luna

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Ve a Aullarle a la Luna.

Las cosas eran bastante sombrías luego de la muerte de Alice Bell. Era como si la seriedad de las amenazas del Señor Tenebroso hubiese estado cerca de casa para muchos estudiantes, y finalmente entendieran por qué era tan grave que Voldemort estuviera afuera en algún lugar. Antes de que Alice Bell fuera asesinada, no había razón real para creer en la existencia de una guerra desde la seguridad de las paredes de Hogwarts. Incluso aquellos que sabían perfectamente bien que había una amenaza, no habían creído que tocaría sus vidas –especialmente los magos y brujas de sangre pura. Pero Alice Bell había sido sangre pura, y aún así su sangre había sido derramada igual que la de un hijo de muggles o un mestizo.

Fue incluso más extraño en la sala común de Gryffindor cuando, una semana después de la muerte de Alice, Derek Bell regresó a la escuela. Estaba hecho un desastre, más delgado y pálido de lo que ningún estudiante pudiese recordarlo. Bilius Weasley había visto su baúl de vuelta en su dormitorio y se encontró con él en el Gran Comedor, y cuando los dos cruzaron el agujero del retrato, casi todos en la casa estaban sentados en la sala común, esperando su regreso.

-Déjenlo pasar, déjenlo pasar. Todos sigan caminando, tienen clases o tarea que deberían estar haciendo. Dejen que el hombre respire –comandó Bilius, alejando a los estudiantes de Gryffindor que miraban fijamente a Derek, quien estaba empapado por la lluvia otoñal que caía afuera, e hizo su camino hacia el dormitorio de sexto año.

-¿Cómo está él? –le preguntó Sirius a Bilius en un susurro, pero Bilius se limitó a encogerse de hombros y seguir a Derek.

Remus fue a la Casa de los Gritos esa semana, cuando llegó la primera luna llena del año. Metió un par de libros en su mochila y la colgó sobre sus hombros la noche en la que partiría. Los chicos de segundo año se encontraban en su dormitorio y Peter hacía fichas para estudiar los hechizos de la clase de Encantamientos mientras James yacía en su cama junto a Sirius, mirando un catálogo de escobas que había recibido vía lechuza. Ambos soñaban despiertos con el nuevo modelo de escobas para Quidditch cuando Remus aclaró su garganta y todos alzaron la cabeza para mirarlo.

-Estoy a punto de irme –les informó.

-Lamento que no podamos ir contigo, compañero –dijo Sirius.

-Créeme, yo también lo lamento –dijo Remus con un suspiro pesado. Tomó las cuerdas de su mochila, llenó de aire sus mejillas y lo botó antes de decir: -Sin embargo, me alegra que alguien esté cerca de Lily en caso de que necesite algo –añadió.

James frunció el ceño y sus ojos volvieron al catálogo en su regazo.

-Y ustedes le echarán un ojo mientras yo no estoy, ¿cierto? –agregó Remus.

-Claro, por supuesto –respondió Sirius.

-Porque ella aún está muy triste –les recordó Remus.

-Lo sabemos –contestó James- Todos en la bendita escuela lo saben. Está peor que Myrtle la Llorona, la del segundo piso. Siempre llorando y quejándose.

-Bueno, si mejor amiga murió, James –le recordó Remus con pesadez- Era de esperarse que estuviese así, ¿cierto?

James se encogió de hombros.

-¿Tu no estarías llorando si Sirius fuese asesinado? –preguntó Remus, ahora molesto.

-¡Hey! –Exclamó Sirius- ¿Por qué tengo que ser yo al que asesinan?

-Porque tú eres su mejor amigo –respondió Remus.

-Aún así... Mátate hipotéticamente a ti mismo, no a mí –le contestó Sirius.

Los Merodeadores: Segundo AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora