Sólo Lo Sabes

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Sólo Lo Sabes

-¿Sabes esa sensación cuando tu sabes que algo va a pasar? –Dijo Sirius- Así es que tienes que sentirte con el hechizo. Sólo saber cualquier hechizo que estés a punto de conjurar y luego lo piensas mientras lo sabes y antes de que te des cuenta... -Sirius agitó su varita y, fiel a su palabra, lo que quedaba del bicuerno se elevó del suelo de la Sala de los Secretos y flotó por el aire mientras él lo guiaba con su varita. Miró a James- Es simple. Tan simple que es difícil, en realidad. Es divertido cómo esas cosas suceden, ¿eh?

-Sí, súper divertido –murmuró James.

Habían pasado tres días desde que Sirius y Peter finalmente habían descubierto cómo conjurar hechizos no verbales y se estaban volviendo increíblemente buenos en ellos –pero James no había conseguido hacerlo si quiera una vez y eso le frustraba. Cada vez que Peter conseguía hacerlo, alteraba sus nervios como si fuese un insulto a su inteligencia. Si Peter podía hacerlo, no había razón por la que James no podía, pero aún así no lo conseguía. Un confundido y frustrado James pasó a ser un malhumorado James y continuaba gritando sin parar a todo el mundo y Sirius había decidido que la única forma de curar esa increíblemente malhumorada actitud era conseguir que finalmente sea capaz de conjurar el hechizo. De manera que sacó a James de la cama y hasta la Sala de los Secretos para practicar durante la noche.

La Poción de Cambio se había tornado a un brillante color verte. Eso, según el libro, era señal de que había pasado la etapa de ser una simple poción Multijugos y estaba madurando y convirtiéndose en la de Cambios. Era una etapa importante debido a que pronto podrían dividir la poción entre tres calderos separados para preparar las hojas de mandrágora, las cuales tendrían que cargar en sus bocas por un mes antes de agregarla a la poción... Y luego la embotellarían y serían capaces de convertirse en animagos tan pronto como las condiciones estén listas para beber la poción.

Sirius miró el caldero burbujeante.

-Necesitamos tomar las hojas de mandrágora mañana en Herbología –dijo. La expresión de James estaba deformada y roja por la concentración en la pluma frente a él. Sirius rió- Amigo, te lo estoy diciendo, no tienes que esforzarte tanto. ¡Pareces como si estuvieses constipado!

-¡Me siento como si estuviese constipado! –se quejó James- Mágicamente constipado. ¡Es que no puedo hacerlo!

Sirius rió y bajó del taburete en el que estaba arrodillado.

-Pero ya, en serio, estás esforzándote demasiado. Nunca va a funcionar si lo haces así. Eso era lo que nos retrasó tanto. Sólo tienes que saber que pasará y...

-Lo que es que has dicho eso como cien veces –gritó James.

Sirius rió.

-Está bien, lo siento, ¿sí? Sólo intento ayudar.

James suspiró.

-Lo siento –dijo y se sentó en el suelo, dejándose caer sobre las baldosas. Su varita salió de su puño y rodó unos cuantos centímetros- Me siento como un completo fracaso.

Sirius se acercó y se acostó también, de modo que sus cabezas estaban una junto a otra pero sus cuerpos estaban en direcciones opuestas –como un yin-yang en el suelo de la Sala de los Secretos. Giró su cabeza para mirar a James.

-No eres un fracaso.

-Lo soy –dijo James, su voz no más que un murmullo, sus ojos cerrados- Soy el peor mago de toda la historia.

Sirius rodó los ojos ante la expresión dramática de su amigo.

-Tienes razón, ¡eres prácticamente un squib! Será mejor que te rindas y te vayas a casa y te conviertas en un contador o algo. Claramente no sirves en el mundo mágico.

Los Merodeadores: Segundo AñoWhere stories live. Discover now