Capítulo 8: La Mansión Malfoy

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—Tía, ¿dónde está el Señor Tenebroso? —preguntó, con un mal presentimiento apoderándose de ella.

—Alice, no deberías molestarle ahora. Según tengo entendido, está marcando a un nuevo mortífago, y no quiere ser interrumpido.

El mortífago que le había quitado la varita se la devolvió, y ambos hombres la dejaron sola con su tía una vez que se dieron cuenta de que la situación estaba bajo control.

—Necesito verle... es importante y no tengo mucho tiempo.

La mujer suspiró y comenzó a guiarla hacia el despacho que había ocupado su marido, Lucius. Mientras caminaban, Alice le contó cómo había logrado llegar hasta allí y cómo la Orden del Fénix creía que se encontraba en el callejón Diagon. Narcisa escuchaba atentamente sin perder detalle, pero cada vez se encontraba más preocupada por su sobrina, consciente de que tendría que trabajar para Voldemort de una u otra manera.

—Alice, ¿estás segura de que quieres verle? No le conoces, pero te aseguro que es capaz de torturarte simplemente por decir algo que no le gusta... quiero que tengas cuidado si vas a entrar ahí.

La chica le dedicó una sonrisa tranquilizadora a su tía y asintió.

—Estoy segura, tía. No te preocupes; estaré bien.

Dicho aquello, llamó a la puerta con los nudillos. Un grito de rabia sonó en el interior antes de que la puerta se abriese sola. Alice pasó sin perder tiempo, quedando después encerrada en el interior, con dos personas más.

Su padre se encontraba de pie ante ella, luciendo el aspecto de un hombre de entre treinta y cuarenta años, indiscutiblemente apuesto, tal y como las fotografías de su pasado mostraban. La miraba fijamente con unos ojos fríos, sin emoción alguna, y la joven supo de inmediato que no la había reconocido.

Frente a él, arrodillado con la cabeza baja, se encontraba Theodore Nott. Su brazo estaba extendida hacia adelante, y la punta de la varita de Voldemort reposaba sobre su antebrazo para comenzar a dibujar la marca tenebrosa y que el chico pudiese convertirse en un mortífago.

—Espero que tengas una buena razón para interrumpir de esta manera —comentó el hombre, retirando su varita del brazo del joven para apuntar con ella a la recién llegada.

—Yo... quería pedir un favor.

Fue entonces cuando Nott reaccionó, mirando hacia donde su novia se encontraba con expresión horrorizada. La había reconocido por su voz, pero cuando la vio, deseó poder sacarla de allí, alejada de Voldemort, quien podía torturarla o matarla en aquel mismo momento simplemente por haber sido molestado. Le dijo con la mirada que se fuese, que saliese de allí mientras pudiese, pero la chica le ignoró.

—Soy Lord Voldemort, niña, no alguien que haga favores. Creo que la maldición cruciatus te hará aprender a comportarte delante de tu señor...

—¡No! —se apresuró a decir la joven, para sorpresa del mago, quien se detuvo unos instantes antes de lanzar la maldición con la que había amenazado—. Soy Alice, Alice Black...

El hombre, desconcertado, bajó la varita y observó a la joven que se encontraba frente a él. Tenía los ojos de Elizabeth, su madre y la única mujer a la que él había amado, la madre de sus hijos. No le cabía duda de que ciertamente era su hija menor, a la que no había podido reconocer. Se sentía culpable por ello, por lo ciego que había estado. Había estado a punto de torturar a su propia hija...

—Nott, fuera —ordenó—. Seguiremos después con esto.

El chico se levantó para salir del despacho. Se detuvo sin embargo un segundo al llegar hasta su novia. Deseaba pedirle que saliese con él, pero sabía que no podía hacerlo, pues Voldemort castigaría a ambos primero. Estaba aterrado por lo que pudiese sucederle a Alice.

Los herederos de Voldemort  ✔️Where stories live. Discover now