40. Nuevos clubs, nuevo sentimiento.

Comenzar desde el principio
                                    

La relación que tuvieron Seth y Jamie era mucho más pequeña, y por lo tanto más frágil, que la que yo había instalado con Louis. Además, no es que a Seth le importase.

No logré que pudiera olvidarle, fueron las palabras de Jamie cuando me confesó sus sentimientos. ¡Pero qué mierda! Cualquier otra persona, o según vi en las actitudes de Lily con sus novios anteriores, habría dicho algo como:

—Es un imbécil, por mí puede irse al infierno, ¡y que le vaya bien!

Pero no, oh no, Jamie se auto culpaba. ¿Era esto falta de autoestima?

Negué con la cabeza.

No, a Jamie si algo le sobraba era autoestima. Entonces… ¿por qué se enojaba consigo mismo?

—Jamie, ¿puedo hacerte una preguntita? —me apresuré hacia él tan pronto lo vi en el descanso. Asintió, algo anonadado por mi repentina aparición—. ¿Desde hace cuánto estás enamorado de tú ya sabes quién?

Mi amigo miró a los lados, verificando que nadie me hubiese escuchado, pero de ser así, yo no usé el nombre de Louis.

—¿Por qué lo preguntas?

—Pues… me entró la duda. ¿Qué, no puedo? —me mostré fingidamente molesta.

—No, no. Claro que sí. Quiero decir —sacudió la cabeza, divertido por la contradicción de palabras—, sí, sí puedes. ¿Pero por qué quieres saber?

—Curiosidad.

—Mmm —pareció pensárselo un poco—, creo que poco después de conocerlo. En primer año. Sí, en primer año, como un mes después de conocernos, me di cuenta de que… ya sabes, me gustaba.

—¿Y ya sabías que eras… ya sabes? —hablé en clave para los curiosos que estuvieran escuchándonos.  

—No hasta entonces —se encogió de hombros, restándole importancia.

Hasta ese momento, no le había preguntado nada sobre su sexualidad, porque nunca se me pasó por la cabeza, pero ahora que tocaba el tema, tenía muchas preguntas.

—¿Cómo lo tomaste? —pregunté mientras caminábamos por los pasillos. Seth se adelantó, pasando por un lado de nosotros, me dio un rápido apretón en la mano y giró en una esquina, en dirección al patio trasero, y supe que me esperaría ahí.

—Pues… no reaccioné como cuando tú te diste cuenta de que estabas enamorada de McFare, sin duda —rió.  

—Oh, qué vergüenza —exclamé, pero no sentía vergüenza, sino una vaga risa tonta en mi interior.

—Fue más natural —prosiguió. Fruncí el ceño sin entender, y él se apresuró a ser más explícito—. Sólo lo acepté. Es raro, ahora que lo pienso —frunció el entrecejo también y rió—, pero así fue. Después de platicar mucho con él un día dije “oh, me gusta”, y ya. Eso fue todo. Como dos meses más tarde… fue algo como “vaya, creo que estoy enamorado”. Y después me di cuenta de que estaba enamorado de un chico.

—¿Es en serio? —pregunté, incrédula—. ¿Primero te enamoraste y después te fijaste en que era un chico?

 —Me crié en un lugar donde me enseñaron palabra por palabra lo que es la equidad de género, Jenna— me explicó—, y tenía sólo cinco años. Y que no importa el género, el sexo, o lo que sea, sino la calidad de persona. Así que no estuve sorprendido, sólo lo acepté… Pero cuando me di cuenta… la sociedad ya tenía una etiqueta para las personas que gustan del mismo sexo.

—No se lo has dicho a tus padres, ¿verdad?

Negó lentamente.

—Pero dices que te lo inculcaron en casa, entonces…

CambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora