Capítulo 44: El corazón quiere lo que quiere

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Lucienne se encontraba en prisión sin creerse todo lo que estaba pasando, al final, las personalidades de Carlota le habían metido en un lío de los gigantescos, con nombre y apellidos. Mientras estaba sentando en un pequeño banco que había en la celda, se levantó, agarró los barrotes fríos con rabia y rudeza y se lamentó por lo sucedido, durante una profunda reflexión.

El horario de visitas y de posible salvación del francés finalizó, y nadie apareció en su rescate, su enfado era mayúsculo, estaba tan cabreado, que no dijo una palabra, se puso la capucha de la sudadera en la cabeza, se recostó en el banco y dejó de pensar en todo para cerrar los ojos y quedarse dormido.

Al día siguiente, nada más que el parisino abrió los ojos, al mirar a sus alrededores todo seguía igual, seguía siendo una cárcel, pero había una pequeña figura borrosa parada allí en medio que sus ojos no eran capaces de distinguir por la ceguera que le producía la luz que entraba por la ventana más cercana.

El rubio de ojos verdes se frotó los ojos y consiguió por fin diferenciar las figuras, encontrándose con una chica que lo miraba de frente, tenía ojos inseguros y preocupados apuntando en la dirección del francés, mientras le contemplaba ella se estaba comiendo las mangas de la rebeca de la forma más adorable que había visto nunca.

  — ¿Estás despierto?— se atrevió a decir finalmente la chica al ver los ojos de Lucienne abrirse y cerrarse varias veces para tratar de no parecer un zombie.

El francés no quería hablar, estaba enfadado, se cerró la capucha de la sudadera tirando de los cordones de los lados, no tenía ganas de afrontar la situación.

— Oye, siento lo que ha sucedido— el rubio seguía sin prestarle atención, se limitó a darle la espalda y a cerrarse al máximo la sudadera sobre su cabeza.

La chica se acercó a la mesa de la policía y soltó:

—   ¿Me lo deja?—la castaña cogió un lápiz de la mesa.

Carlota, con el lápiz en la mano, se dirigió hacia la celda del francés, cerró uno de sus ojos, poniendo el lápiz paralelo a su ojo abierto, ajustó la dirección a la cabeza del rubio de ojos verdes, que seguía ignorándole, y una vez se sintió segura de acertar, lanzó el lápiz, dándole en toda la cabeza al parisino.

  — ¡Auch!— el francés se tocó con su mano derecha la zona de la cabeza donde había recibido el golpe y dijo— . ¿Estás loca?— se quitó la sudadera de la cabeza y recogió el lápiz del suelo.

— No me estabas escuchando, es de mala educación no escuchar a las personas cuando te hablan.

— ¿Y por eso me tiras un lápiz a la cabeza?— el francés observó el lápiz con detenimiento— . Encima puntiagudo, podrías haberme hecho daño— se rascó la cabeza molesto.

— Es un lápiz no un cuchillo—la chica rodó los ojos insinuando que era una exageración desmesurada.

— ¿Qué quieres?— interrumpió la interminable discusión el francés.

— He venido a pedirte perdón— dijo la chica sin mirar al parisino, contemplando sus propios zapatos avergonzada.

— No lo acepto—   el francés se atrevió a preguntar a continuación— . Por cierto, ¿quién eres? ¿Qué personalidad toca hoy?— dijo medio broma medio en serio.

  — Soy Marta, soy bastante tímida— hizo una reverencia extravagante.

— Yo soy— el parisino se iba a presentar por tercera o cuarta vez.

— Tú eres Lucienne— dijo la chica sonriendo.

— ¿Cómo lo sabes?— estaba intrigado.

— Porque tengo apuntado en un cuaderno que eres importante y que tenía que sacarte de la cárcel, situación que al parecer he ocasionado yo— se señaló con el dedo.

El Corazón De Douglas #Wattys2018 [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora