Capítulo 17: Los números pueden ganar cualquier batalla

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Sonó el timbre, abrí la puerta y me encontré de frente con una Minerva con mirada de ganadora, estaba tan concentrada y tan segura de sí misma, que me alegraba de tener un as bajo la manga.

La acompañé a la mesa en la que ayer había estado probando chocolates, cada uno se sentó en su lado y comenzó el enfrentamiento. Minerva, a pesar de no ser profesional, me estaba metiendo una enorme y tremenda paliza de momento, porque contra todo pronóstico, acertó cinco de siete chocolates que había sobre la mesa.

Estaba bastante presionado, ella había acertado casi todos, y para colmo, en el primero que pruebo voy y fallo,  me ayudé de las reglas para acertar los cinco siguientes, pero en el sexto, la mujer de mi primo que se dio cuenta  de nuestra pequeña trampa se puso a hablar con mi primo y las frases ya no servían, pero en un último intento por ayudarme mi primo golpeó siete veces la mesa, simulando que estaba nervioso, ni una más, ni una menos, eso significaba que el chocolate que tenía delante era de la marca Lindt.

Ante una sorprendida y desesperada Minerva, terminé acertando seis de siete tipos diferentes de chocolate y ganando el reto. No le di un abrazo a mi primo para que ella no se diera cuenta de que nos conocíamos.

Terminamos, ella me siguió hasta la salida y una vez allí pude decirle:

— Me parece que te vienes conmigo — comenté sonriendo victorioso.

— Lo prometido es deuda, así que no puedo hacer otra cosa, pero que sepas que voy obligada — me sentía mal, pero lo hacía por mi hermana, eso es lo que me motivaba a seguir adelante con toda esta locura.

      — No sabía que tu novio era futbolista — no había escuchado nada de él, y en Google no aparecía nada cuando ponías "Marcos, fútbol".

— Mi novio es estudiante de medicina, se encargó de cuidar un tiempo de tu hermana y  nos enamoramos — ¿qué tienen las mujeres con los médicos?

— Ahh, entonces no es futbolista, es un principiante — me reí con crueldad, quería ver si le afectaba.

— No seas idiota, es un poco torpe, pero es una afición, no se dedica a ello profesionalmente — ahí estaba esa risa delicada, suave, cariñosa, seguía ahí después de tanto tiempo.

      — Bueno, nos vemos mañana en la puerta de la habitación de mi hotel, quedamos a las tres, para que puedas hacer tu "equipaje" — había buscado en Internet la dirección del taller que mi hermana mencionaba y su localización estaba muy cerca de mi hotel.

Ella aceptó a regañadientes, nos despedimos, se marchó en su moto y yo regresé en coche a casa, tenía que dejar de mirarla como antes, pero no podía evitarlo, ella fue mi mejor amiga hace tiempo, pero lo fue, y mi corazón se enciende como las luces de un árbol de Navidad cada vez que la veo.

Ya en mi habitación, me tumbé, descansé un poco los ojos hasta las nueve/ diez. A esa hora sonó la alarma de mi reloj, me preparé la cena, unos macarrones con tomate y salchichas, y posteriormente vi la tele, estaban echando un partido de los Chicago Bulls, mi equipo de baloncesto favorito.

Ganamos, 102-87, después de presenciar esa gran victoria, solo me quedaba acostarme, pero un ruido en la cocina me asustó, caminé hasta allí y me quedé paralizado al ver que había un chico abriendo mi frigorífico. Le toqué el hombro, se sobresaltó y agitado soltó:

— Deberías avisar cuando haces esas cosas hermanito — ¿herma qué?

— Disculpa, pero, ¿te conozco? — ¿quién era?

— Soy Jason, he decidido apuntarme a tu viaje — definitivamente me estaba volviendo loco.

Jason era el  nombre de una película que habían puesto en los anuncios del partido, por lo que me di cuenta que mi mente necesitaba un largo descanso. Ignorando su voz, que  parecía clara y nítida, me dirigí a mi cuarto y me acosté.

Al día siguiente me levanté a la una del mediodía, como me había acostado bastante tarde, sobre las dos o tres de la mañana y no había mirado el reloj, no  me percaté de que se me acababan las horas de luz. Fui a la cocina de nuevo para ver si mi hermano imaginario seguía ahí, pero por fortuna se había desvanecido.

Cogí la maleta, me comí una ensalada que me había preparado con la pasta que sobró de ayer y luego me metí en la ducha. Tan relajado estaba, dejando que las gotas de agua masajearan cada poro de mi piel, que no presté atención al teléfono. Al salir, tenía dos llamadas perdidas y unos diez mensajes, todos de Minerva.

Bajé rápidamente al portal al ver en el reloj de mi teléfono que eran las tres y media, lo que significaba que llegaba tarde.

Allí estaba ella esperando impaciente, lo sé, porque cuando Minerva se pone nerviosa agita su pierna incesantemente, es algo obsesivo en ella. Al acercarme, ella soltó:

      — Menos mal que yo soy la chica, porque con lo que has tardado, me creía que te estabas maquillando y arreglando para ir a una fiesta — su comentario jocoso hirió mi orgullo.

— Disculpa, Minerva, ayer estaba muy cansado y me he quedado dormido — casi se me escapa la risa cuando contemplé la rosada maleta de dibujitos que traía.

Ella pareció darse cuenta, porque dijo:

— Como no tenía planeado viajar, no tenía ninguna maleta, he tenido que comprarme una en la tienda Disney —no quería reírme, pero la risa se me escapaba de vez en cuando.

Ella me miraba fijamente con los ojos achinados, para ver si me estaba riendo o no, como no podía aguantar más, decidí cambiar de tema:

      — Vámonos entonces, antes de poder marcharnos, tenemos que ir a un taller que está aquí al lado — no dijo nada, se limitó a seguirme.

Llegamos al taller media hora después, habíamos caminado demasiado lento. Una vez dentro, nos invitaron a pasar, yo le dije el código de referencia que  me había dejado y fuimos a una habitación grande que había al fondo.

La sala que componía el taller, estaba llena de coches arreglándose, había dos hombres rubios caucásicos, de tez blanca sentados en un neumático charlando tranquilamente justo al lado de un cartel que ponía "Recepción", debajo de uno de los coches pude ver a un chico rubio, de ojos verdes, que estaba arreglando el motor con habilidad y gran destreza.

Una vez dentro de la habitación, me encontré con algo cubierto con una manta, me desprendí de ella con la intriga corriendo por mi piel y contemplé, cuál iba a ser nuestro medio de transporte para recorrernos todos los kilómetros que nos íbamos a recorrer. 

 

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El Corazón De Douglas #Wattys2018 [Completa]Where stories live. Discover now