Capítulo 8: Fiesta

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Hablé con Anastacia, Anabelle, André y Óscar, que eran las personas que mejor me caían del trabajo y que consideraba mis amigos. A las doce estábamos allí todos, esperando a que Ana apareciera.

A los quince minutos de espera, el mismo coche negro de esta mañana aparcó en frente de nosotros, la ventana se abrió, la cara de Ana apareció, y nos invitó a subir:

   — Subir todos al coche que nos vamos — subió el volumen de la música del coche con la mano derecha.

— ¿Señorita Sand, a su marido no le importará? — preguntó Anabelle que  estaba alucinando con el comportamiento de la refinada mujer de Greymond.

— Llamadme Ana, no, no le importará, está en un congreso en Fénix — parecía que Annapolis no llevaba la misma filosofía de vida que su marido, a pesar de que habían compartido el apellido, el señor y la señora Sand eran como el día y la noche.

Puso el coche en marcha de nuevo y condujo hasta una especie de discoteca gigantesca que estaba en pleno centro de Toronto. Se acercó al guardia de seguridad de la disco y solo tuvo que decirle dos palabras para que nos permitiera el paso a todos sin rechistar.

Nada más entrar, dejamos los abrigos en el vestidor, cruzamos la pista de baile y nos dirigimos a la barra. Allí, Ana pidió unos vasos de cristal de chupitos, con una especie de licor de color azul, nos sirviño uno a cada uno y dijo:

— Vamos a divertirnos, que la noche es joven — dicho esto le metió un trago largo al vaso y se acabó el líquido.

Empezó a sonar la música, yo no quise beber, quería estar lo más "activo" posible por la mañana, pero el resto dejaron los vasos limpios, impecable diría. Se pusieron a bailar, Ana bailó con André, con Óscar, mientras yo contemplaba la escena, estaba siendo divertido, por mucho que me costara admitirlo.

De repente, Ana se acercó, se sentó en la silla que tenía al lado y dijo:

— Deberías darle un trago — señalando el vaso.

— Me gustaría estar con todas mis facultades mañana, beber no creo que  me ayude con eso — di una explicación vaga de por qué no estaba bebiendo.

— Una copa no te va a hacer nada — Ana era el diablo en persona, divertida y encantadora, dos armas que normalmente una sola mujer no sabe controlar, pero ella no solo lo controlaba, sino que lo manejaba a voluntad.

Finalmente me bebí el líquido, sentí como golpeaba mi interior con la fuerza de un dragón, dándome una vitalidad sorprendente, parecía que me había bebido diez Redbulls.

— ¿Cómo se llama la bebida? — me sorprendió que algo que debería atontar las neuronas, estuviera haciendo el efecto contrario.

— Su nombre es "Blue Siren", le pusieron ese nombre por el hongo del que sacaron la bebida, ya que su ingrediente secreto son unas gotas de reishi — no me había enterado de nada en absoluto, pero esa bebida estaba produciendo efectos en mí.

Empecé a mover los pies con el ritmo de la música, mi cuerpo estaba bailando solo, no podía controlar mis manos ni mis piernas. Ana, que había contemplado mi patético intento de seguir la música, gritó al Dj:

— ¡Alex sube la música que esta nos gusta! — agarró mi mano y me sonrió.

— ¿Preparado para olvidar tus preocupaciones Douglas? — agarró mis dos manos y comenzamos a bailar.

Bailamos y bailamos, Ana bailaba estupendamente, yo intentaba seguir su ritmo, pero creo que solo conseguía imitar a un pato mareado, mi movimiento característico.

Después de un buen rato bailando, fuimos a la terraza, allí ella quiso iniciar una conversación:

— ¿Cómo puedes memorizar todos esos números? — esa era la pregunta que todos mis compañeros de instituto me hacían.

— Se me dan bien los números y las operaciones matemáticas, me sale solo — saqué mi cubo de rubik y se lo mostré.

— ¿Eso es un cubo de rubik? — estaba sorprendida, se le podía ver en la mirada.

— Tiene dieciocho combinaciones diferentes con las que puedes armarlo, lo puedo hacer hasta con los ojos cerrados si quiero — le enseñé cómo lo hacía mientras miraba para otro lado, era algo sencillo, mis manos se habían entretenido tanto con los cubos de pequeño, que era capaz de captar la esencia de los engranajes y calcular los algoritmos de emparejamiento.

Hice el cubo en unos veintisiete segundos aproximadamente. Ana, que  había permanecido en silencio durante toda la "actuación", comenzó a aplaudir y dijo:

— ¿No serás también encantador de serpientes? Eres toda una caja de sorpresas Douglas — sonrió ampliamente.

— No soy mago  ni nada por el estilo, solo se me da bien calcular cosas y memorizar números — le expliqué.

 La mujer de mi jefe miró su reloj, y al ver que eran las dos y media de la noche, abandonó la terraza y me hizo indicaciones para que hiciera lo mismo. Una vez dentro de nuevo, mientras bajábamos las escaleras, escribió en su papel su teléfono y me lo dio. Al segundo de guardarme su número en el pantalón me dijo:

   — Ahí tienes mi número, siempre que quieras salir de fiesta o necesites una amiga, aquí me tienes Douglas — me volvió a sonreír amistosamente.

Se despidió del resto, ya se estaba marchando por la puerta cuando de repente volvió a entrar para dirigirse a mí:

— ¿Quieres que te dejemos en tu casa? — ¿y qué iba a hacer con la bici? Mierda, la bici, se me había olvidado y la había dejado sin candado en la entrada de mi trabajo.

  —Si no molesto te lo agradecería —me rasqué la nuca, me sentía un idiota por haber olvidado mi bicicleta.

   — Para nada vamos — me cogió la mano y subimos a su coche.

Ivan, el guardaespaldas de Greymond era el conductor, tenía una mirada oscura, siniestra. Ana seguía con ganas de fiesta, al escuchar la música que sonaba en la radio era como si su cuerpo se activara, comenzaba a hacer movimientos y locuras, se dirigió a Ivan para darle una orden:

— Sube la música Ivan .

— ¿Cómo a usted le gusta señorita Sand? — el chófer pareció entender lo que la chica le indicaba.

— Más alto que habitualmente — mis tímpanos explotaron en ese instante.

— Baila, Douglas — cogió mis manos y las zarandeó en el aire, intentado seguir el ritmo de la música.

 Llegamos al aparcamiento de delante de mi apartamento, me había estado riendo todo el camino, Ana es muy divertida, me bajé del coche, me despedí con la mano y me dispuse a marcharme. Ella me dijo:

   — Douglas, cuando estés con tu hermana, recuerda que si tu no vives la vida como si los problemas no existieran, ella tampoco lo hará .

— Lo tendré en cuenta — había sido un consejo excelente.

Su coche se marchó, yo entré en mi casa e intenté dormir, aunque la bebida que me había tomado me hacía tener los ojos abiertos hasta cuando intentaba dormir. 

El Corazón De Douglas #Wattys2018 [Completa]Where stories live. Discover now