Capítulo 29: Un día en La Rochelle

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Nos volvimos a montar en el coche, no sin antes haber contemplado el paisaje por una última vez antes de volver a emprender nuestro viaje por carretera.

Alguien dijo, puede que fuera yo, de jugar al juego de las palabras encadenadas, y así, la hora y media de viaje se nos acortó bastante. No os voy a mentir, a pesar de que intenté ganar con todas mis fuerzas, nadie puede ganarle a la "ojos marrones", se conoce todas las palabras del planeta, es como un diccionario, pero con piernas para caminar con total libertad.

El tiempo se nos pasó volando, y en cuestión de un parpadeo estábamos posicionados frente a un gigantesco hotel, en cuyo letrero ponía "Les Brises La Rochelle".  Daba la impresión a primera vista de que era un hotel bastante simple, se salía de todo a lo que Lucienne nos tenía acostumbrados, era blanco en su totalidad, con ventanas discretas, aunque se podía apreciar un par de estrellas en la altitud, lo que me indicaba que el hotel no era del todo corriente.

Nada más entrar en recepción, me choqué con la realidad, el hotel no era para nada simple, en el interior se escondía todo el lujo y toda la pretensión que caracterizan a nuestro amigo parisino,  una recepción esculpida en madera con un gran salón, un comedor con vistas al jardín desde el que podías observar un horizonte marino al final.

Lucienne caminó hacia el mostrador y comenzó a hablar sin parar, haciendo gesticulaciones espasmódicas, moviéndose sin parar, sin dejar respirar ni un solo segundo a la pobre recepcionista, que tenía cara de no entender nada de lo que nuestro amigo le estaba contando.

En un final un poco confuso, terminó consiguiendo que la recepcionista le apuntara lo que parecía ser un número de habitación concreto, y sin mediar palabra se dirigió veloz como un rayo al ascensor más cercano. Nosotros le seguimos por inercia, porque realmente estábamos bastante perdidos en aquella situación tan improvisada que Lucienne se había sacado de la manga. Porque en su mente todo estaba encajando como si se tratasen de las piezas de un puzzle, una detrás de otra de forma ordenada, pero en las nuestras todo era caos y confusión, creando una alocada armonía que nos tentaba a salir huyendo en cuanto se descuidara unos segundos.

Llegamos a la puerta con el número  " X ", el rubio de ojos verdes forcejeó la puerta sin llegar a lograr nada, y cuando vio que nada servía contra la puerta de grosor considerable, dirigió la mirada en mi dirección y dijo:

   — Douglas, ayúdame a tirar la puerta, creo que el pestillo se ha quedado encajado, no va a haber más remedio que tirar la puerta abajo — señaló con sus ojos en la dirección de la puerta con seguridad en su mirada.

Yo me limité a hacer lo que me había pedido, caminé en dirección a la puerta y cuando estuve lo suficientemente cerca le ayudé a empujar la puerta. La suma de las fuerzas de los dos, chocando contra la puerta, que estaba de forma vertical con respecto al suelo, estaba teniendo sus frutos, podíamos escuchar como el pestillo al otro lado de la puerta estaba cediendo.

   — Tenías que haber tenido esto en cuenta antes de traernos aquí — le comenté a regañadientes resentido.

— Cállate y empuja — fue más una orden que una petición, pero no se lo tuve en cuenta.

Cuando estábamos a punto de darle el "toque de gracia", Minerva se acercó a la puerta y mientras la intentaba abrir girando el pomo soltó:

   — ¿Habéis probado a girar el pomo? — era algo demasiado evidente como para no haberlo intentado, estaba claro, sino pareceríamos dos estúpidos allí en medio, Lucienne tenía que haber tenido en cuenta ese detalle de antemano, estoy seguro de ello.

Pero para mi desgracia, cuando corrimos en dirección de la puerta y saltamos, Minerva ya la había abierto con un simple giro de muñeca acompañando al pomo, por lo que no solo caímos los dos al suelo, sino que además fue una situación ridícula.

El Corazón De Douglas #Wattys2018 [Completa]Where stories live. Discover now