Capítulo 7: Miss Sand

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Me levanté por la mañana temprano con las ideas claras, y encima el café con leche que me tomé después de la ducha me relajó aún más. Con la mente despejada y un solo objetivo en mi mente, decidí aventurarme con mi bicicleta a buscar la dirección de la casa de Greymond, pero me resultaba difícil recordar cada número de la dirección de su casa que había tratado de memorizar el día anterior, por desgracia tuve que desistir en la búsqueda.

Cuando me disponía a entrar, Anabelle dijo unas palabras bastante interesantes a Anastacia:

   — He visto a la señorita Sand en su habitual rutina de desayuno en el café  "The Cat", estaba igual de guapa que siempre, no entiendo por qué ella no puede ser nuestra jefe en vez del tirano de su marido — se cruzó de brazos y movió la cabeza en forma de negación de un lado a otro.

Dejé que pasara el día, trabajé duro en las cuentas, ahora en vez de un guardaespaldas tenía dos, Ivan y Darill me vigilaban y no me dejaban ni a sol ni a sombra.

Llegué a mi casa, me puse la alarma temprano para poder llegar al lugar con antelación. 

Sonó la alarma, me duché, me vestí, y con la tostada aún en la boca, cogí mi bicicleta y me presenté en el café "The Cat". Eché un vistazo por los alrededores, pero a parte de un señor con un sombrero extravagante nada llamó mi atención. 

Tenía que haber pensado mejor el plan,  cuando estaba a punto de marcharme, apareció en la puerta un coche negro, de él se bajo una chica muy guapa, rubia de ojos grises, pero había un problema, algo no encajaba, la chica podía tener como mucho veinte años. La estuve observando un rato, me senté cerca y esperé a que terminara de desayunar para acercarme.

Vi como terminaba de darle sorbos a su café y decidí acercarme, estaba sola, las manos me temblaban, si era como Minerva decía, y se trataba de que ella era la que llevaba los pantalones, estaba perdido. La saludé, ella me devolvió el gesto amistosamente, y dijo con una voz suave y tranquila:

— ¿Quieres algo Douglas? — ¿se sabía mi nombre?

— Señorita Sand, me gustaría hablar con usted acerca de un problema que me ha surgido — intenté ser lo más correcto posible.

— ¿Señorita Sand? Llámame Ana, por favor — parecía sentirse ofendida.

— Disculpe Señorita, Ana — ya iba a decir otra vez el nombre anterior.

— ¿Algo va mal en el trabajo Douglas? — me miró fijamente a los ojos.

— No, estoy encantado con el trabajo, que al parecer está lleno de Anas — comenté jocosamente.

Ella se rió y soltó:

— Mi verdadero nombre es Annapolis, Annapolis Chelsea Teller, pero como parece un trabalenguas, lo abrevié a "Ana", que en mi opinión es mucho más bonito y más sencillo — me sonrió con dulzura.

Sus ojos tenían algo que me hacía no poder despegar mi mirada de la suya, con el valor que había estado acumulando estos días, despegué mi mirada de la suya y le conté mi problema:

— Se trata de mi hermana, está muy enferma, ha sido recientemente operada, me gustaría poder cuidarla — le expliqué.

— ¿Qué enfermedad tiene? — en su cara vi preocupación y no sé si tristeza o lástima.

— La enfermedad de Guillain-Barré, la han operado hace poco, en teoría tiene que ir recuperando la capacidad motora poco a poco, pero le han dicho que tarda dos meses y que mientras el proceso de recuperación va sucediendo,  creí que su marido se lo habría comentado, estuve hablando ayer de ello — había puesto todas las cartas sobre la mesa, solo me quedaba esperar, y rezar para tener una buena mano en esta partida.

— Tómate los días que necesites, mañana te vas a cuidar de tu hermana, si alguien te dice algo le dices que yo  te he dado permiso — creo que se refería al gruñón de su marido.

— ¿Mañana? — ¿por qué no podía marcharme hoy?

— Sí, no puedo permitir que vayas con esa cara a cuidar de tu hermana, esta noche nos vamos a ir de fiesta, llama a los amigos que quieras, yo invito — ¿una fiesta?

— Debería descansar para estar mañana fresco para el viaje — intenté excusarme.

— No seas aburrido Douglas, una fiesta a tiempo es un consuelo para el alma — me guiñó un ojo y me sonrió, claramente había una gran diferencia entre la personalidad de ella y la de su marido.

— Si usted lo dice — no podía rebatirle su argumento porque no había estado en muchas fiestas, sabía que me gustaban, porque en las pocas que había estado me lo había pasado de maravilla, pero no sabía si era una buena terapia.

Ana se levantó de la silla, llamó a los guardaespaldas, se subió al coche negro, y antes de marcharse me comentó:

— Hoy a las doce, más te vale que estés con tus amigos en la puerta de la empresa — la tentación era demasiado grande como para no ir.

— Allí estaré.

Caminé en dirección al trabajo, pero su voz me detuvo:

— Ahh Douglas, casi se me olvida, enhorabuena por el trabajo que haces, eres brillante — me alabó, me puse colorado en el mismo instante en que sus palabras llegaron a mis oídos.

Había conseguido mi objetivo, iba poder sorprender a mi hermana, había conocido a la mujer de mi jefe, que había resultado ser un lince en vez de una leona, solo esperaba que mi jefe no se cabreara por llegar un minuto tarde y que no me despidiera por haber hablado con su mujer a sus espaldas. 

El Corazón De Douglas #Wattys2018 [Completa]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora