Capítulo 9: Hola, Vida

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Esa mañana me levanté nervioso, apenas desayuné, se me olvidó ducharme, un vagabundo casi me roba de camino al aeropuerto, en definitiva, todo lo que podía salir mal me estaba saliendo mal.

Llegué al aeropuerto con tiempo, a las nueve menos cuarto estaba facturando mi equipaje, con mi maleta preparada, que lo único que contenía en su interior eran cuatro camisetas mal dobladas y ropa interior cómoda, corrí en la dirección de mi avión, me monté con ganas de llegar y abrazar a mi hermana.

En el avión recibí una llamada, pero hubo una tormenta y se me fue la cobertura, además, el avión se tambaleaba más que otras veces, a pesar de mi miedo a las alturas, en los aviones nunca había tenido una crisis, ocurría todo lo contrario, incluso me relajaba. Pero aquella tormenta era bastante fuerte y estaba asustado, solo me quedé tranquilo cuando al fin vi el aeropuerto de Lille a través de mi ventana, me daba igual todo lo sucedido, solo quería llegar a la casa de mi hermana para decirle lo mucho que la quería.

Al bajar del avión decidí echarle un vistazo al móvil, y fue entonces cuando vi las veintiún llamadas perdidas, mi mente rápidamente despertó, estaba con nervios felinos, llamé a Minerva, y aunque me habían asegurado que la operación había ido de fábula, algo me decía que no había salido todo bien. 

Efectivamente, supe que algo andaba mal cuando hablé con una Minerva de voz desgarrada, parecía que le habían arrancado partes del cuerpo con las manos, sentía como si mil cuchillos fríos hubieran atravesado su espalda, cada vez que pronunciaba una palabra, no podía llegar a comprender nada, todo me sonaba a alienígena. Cuando la chica se tranquilizó, pronunció las frases que ojala no hubiera escuchado en toda mi vida:

   — Douglas, es tu hermana, se ha desmayado mientras Marcos la ayudaba a subir las escaleras, dicen que ha tenido un derrame en la cabeza , estamos en el hospital Saint Laurient, date prisa, está muy grave — Ella era la única a la que le había contado lo de mi visita sorpresa, en ese preciso instante, sentí como mi pecho era atravesado por todos esos cuchillos que había descrito anteriormente en la voz de Minerva, era como si una flecha hubiera partido mi cuerpo en dos mitades que no podían recomponerse entre sí. Mi móvil que estaba en mi mano, se cayó al suelo y se me partió en pedazos.

En esos momentos, en los que la piel se me había paralizado hasta el punto de sentir el nitrógeno líquido corriendo por mis venas, no me lo pensé dos veces, dejé de lamentarme y corrí en la dirección del hospital, no quise coger un taxi, sabía que el hospital estaba a unas manzanas del aeropuerto, corrí y corrí, en Francia estaba lloviendo, pero nada importaba, cuando estaba llegando a la esquina, choqué con un puesto de comida y caí al suelo. Me volví a levantar, ni siquiera me paré a pedir disculpas, seguí corriendo, porque notaba como el alma de mi hermana se estaba resbalando de mis manos, como se suspendía en el aire sin manos.

Llegué al hospital, y le grité mi nombre a la enfermera:

— ¡Soy Douglas Carson! ¡Busco a mi hermana Noêlle! — el tiempo era oro, cada segundo que perdía era un cuchillo adicional que se clavaba en mi corazón.

La enfermera miró el número de habitación y me lo dijo:

— Está en la habitación dieciséis de la planta dos — no fueron necesarias más indicaciones.

Salí corriendo, parecía que llevaba un fórmula uno en los pies, me daba igual si destrozaba los zapatos.  Entré en la habitación como una exhalación, miré a mi hermana, ella, me miró a los ojos y soltó:

   —¡ Estás aquí! Has venido — se veía la felicidad en lo más profundo de su mirada.

Mi hermana es una persona muy fuerte, a pesar de estar en una cama de hospital utilizando respiradores artificiales para seguir adelante, la sonrisa no se borraba de su rostro. Me abrazó con fuerza y a continuación añadió:

— Por si algo sale mal, hay una cosa que me gustaría que hicieras por mí — su tono era serio, aunque calmado, yo sin embargo, estaba temblando.

— ¿Qué quieres que haga? Solo tienes que pedírmelo — agarré sus ojos, intentando contemplar ese brillo profundo que caracterizaba su mirada, pero solo hallé vacío y paz.

— Siempre he pensado que nosotros tenemos las mismas vidas que un gato Douglas, creo que todos esos sustos que nos llevamos a lo largo de nuestra vida, que todas esas pequeñas aunque peligrosas experiencias cercanas a la muerte, son vidas que perdemos, cuando las siete vidas se terminan agotando, y solo te queda una, acabas muriendo. Por eso, por si algo saliera mal, que esperemos que no, lo único que te pido es que subas a mi habitación a los tres días de mi muerte y que cojas el sobre que hay sobre la mesa, y el diario que hay sobre la cama.

— ¿Para qué quieres que coja todas esas cosas? — no era una protesta, era más bien un mar de confusión que se había sembrado en mi mente.

— Prométeme que lo harás sin rechistar y te cueste lo que te cueste —mi hermana acercó su dedo meñique al mío como cuando hacíamos promesas importantes cuando éramos pequeños.

Crucé mi meñique con el suyo y pronuncié las siguientes palabras:

   — Te lo prometo, pase lo que pase lo haré.

Mi hermana se limitó a sonreír. Esa misma noche, cuando todos dormíamos, mi hermana sufrió  un segundo derrame, despertó muerta, y a pesar de que tenía una sonrisa en sus labios, todos teníamos lágrimas en los ojos.

No podía creer lo que acababa de suceder, haber perdido a la única persona que me importaba, a la única hermana que había tenido, en cuestión de segundos, había hecho que tuviera ganas de gritar y golpear las paredes, pero ni tenía voz, ni tenía la fuerza suficiente. La impotencia ante la vida me sobrepasó, es curioso como en un segundo, la vida te arrebata lo que más quieres y no puedes hacer nada. Me arrodillé, agarrando la mano de mi hermana con fuerza, estaba fría y rígida, ya no existía el cariño que habituaba a correr por sus venas, no había suavidad en sus caricias.

En aquel momento, en el que descubrí que la muerte es más poderosa que el deseo a vivir, mis ojos se nublaron, y, del dolor que sentía, me desmayé, porque de solo pensar que había tenido cinco años para haber disfrutado de su compañía y no lo había hecho, mi alma se autolesionaba, sentía como mi corazón se golpeaba contra las paredes de mi cuerpo castigándome por el momento en que fui tan estúpido que la alejé de mi vida, sin haberme parado si quiera a encontrar una excusa por la que no hacerlo.

El Corazón De Douglas #Wattys2018 [Completa]Where stories live. Discover now