4 2

329 39 10
                                    

La casa estaba vacía. No existía un ápice de ruido y al preguntarme a qué se debía recordé que mis tíos asistieron a una reunión en el jardín de infantes de Devon, así que tenía al menos dos horas en silencio exclusivas para no hacer nada.

Reemplacé el uniforme por ropa cómoda. Cuando me dispuse a dormir un rato, miré todo el desastre que era mi habitación en ese momento. ¿Cuándo fue la última que la ordené? Seguro que si quedaba como estaba Mary me regañaría. Recogí ropa del suelo, lo que estaba para lavar y lo que no, ordené mi estante de inmaculados libros, desenterré zapatos que estaban debajo de la cama, y como última medida extraje la caja escondida allí. En el interior, todo estaba intacto. Tomé cuidadosamente los álbumes de fotos y los dejé sobre la cama, coloqué sobre la mesita de noche el retrato de mis padres y por último abrí la diminuta cajita verde que contenía la medalla dorada con mi nombre inscripto. Me la puse. Mis anteriores deseos de dormir se esfumaron y dieron paso a otra necesidad.

Saqué unos billetes que me sobraron del almuerzo y los guardé en el bolsillo trasero de mi pantalón. Cuando salí de la casa, realmente imploré con todas mis fuerzas que Mary y Rob tardaran el llegar.

***

Ver la casita abandonada me produció un ligero alivio y también asombro. La vi otra vez, en medio de toda la maleza y el sol acogiéndola como si la quisiera, con la pintura de la pared descascarada y las horribles manchas de humedad, aún así me parecía magnífica. Era casi mágico el efecto que tenía en mi, pero me gustaba, parecía casi de película.

Avancé hasta la entrada y el pedazo de madera de la puerta se encontraba movido a un lado. Había pasado un buen tiempo desde que los chicos y yo habíamos estado aquí y recordaba perfectamente que siempre cerrábamos la entrada. Totalmente desconfiada, tomé la primera rama de un árbol que estaba en el suelo y entré. Las lluvias habían hecho que el aire interior se sintiera denso y pesado. Era un lugar totalmente insalubre, pero tenía que ver quién o qué estaba dentro.

Asomé la cabeza por la sala donde estaba la escalera pero no había indicios de nadie, seguí mi camino hasta la sala del polvoriento sofá y todo normal. Bajé la rama que portaba como arma y giré en mi lugar.

En un micro segundo los latidos de mi corazón aumentaron drásticamente al ver quien estaba frente a mi. Subí la rama otra vez y por instinto lo golpeé en el hombro.

—¡Ey, solamente soy yo! —exclamó Blake mientras se tocaba la zona afectada.

—Me asustaste —lo volví a golpear.

—Deja de hacer eso —de un rápido movimiento quitó la rama de mis manos y la arrojó al suelo—. ¿Qué haces aquí?

—Tenía ganas de venir, eso es todo —me resté de hombros—. ¿Qué haces tu aquí? No fuiste a la escuela hoy.

Pasó de mi y tomó asiento en el sillón, una nube de polvo se levantó apenas apoyó el culo.

—Yo también quise venir. Y no fui a la escuela porque me quedé dormido.

Admitía que esa excusa nunca la había escuchado de su parte pero opté por no decir ni una palabra. Pero yo venía por un solo propósito: subir a la planta superior y averiguar que había allí. Así que giré en mis pasos y camine hasta la otra sala. Tenía muy en cuenta de que aquella escalera podía caerse en cualquier momento, pero ya saben lo que dicen "la curiosidad mató al gato". Tomé con fuerza el barandal y con cada paso las maderas crujían bajo mis pies, a punto de romperse. El piso superior no había cambiado en nada desde esa única vez que subí cuando jugamos a las escondidas con los chicos. Los únicos ápices de luz entraban por las habitaciones, dejando al estrecho pasillo en penumbras totales. Ingresé a la primera habitación.

Hopeless - NHCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora