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—Eso es un arma medieval que usaban en los tiempos de antaño para torturar a las personas— Pauline resopló, apartando un mechón rubio de su rostro que se había salido de la coleta—. No. Es en serio, ¿quién es la loca que se atrevería a usar esa cosa?

—Estas exagerando.

—El que exageró fue el creador de eso.

—Lori, sólo es un zapato.

—Instrumento de tortura...— me dirigió una mirada fugaz, recriminando de no volver a usar ése termino para su nueva adquisición de una tienda del centro—. Toma— extendí su móvil y ella lo agarró—. Me duele hasta mirarlo en la foto, no quiero saber cuando los estés usando— rodó los ojos y bloqueó su teléfono para luego guardarlo en el bolsillo trasero de su pantalón.

—¿Tu que usarás?

—Mis Converse.

—Dime que es una broma— negué mientras le sonreía abiertamente.

—¿Por qué bromearía con Converse? Eso sería ir en contra de mi religión.

Subí a la pequeña escalera para que Pauline luego me pasara unas guirnaldas y las colocara algo dobladas sobre la pared.

—Esta más doblado que la camisa de la profesora Penny— giramos con una mueca en dirección de la gran mujer que estaba con una tabla de anotaciones mientras gritaba quien-sabe-que al profesor Bill y luego a algunos de nuestros compañeros de salón.

—Elegimos bien en encargarnos de la decoración— sonrió Pauline—. Pero contigo como decoradora... Mejor encárgate de la la organización de las mesas. Yo haré esto.

Bajé sin quejarme de la escalera y le entregué todas las guirnaldas de en mis manos. Las que quedaban estaban a modo de colgante en mi cuello.

—Hazlo tu, Paulie.

Me dirigí hasta la cocina del gran salón de la Familia Mc.Callister. Estas personas tenían dinero para derrocharlo por la borda de un crucero mientras la Familia Real les servia.

Coff, exagerada, coff.

Según entendí Mc.Callister padre era alguien importante, trabajaba en Londres y pocas veces venía a verlo. Él quedaba sólo o en cuidado de sus abuelos, quienes cuando llegamos nos residieron muy cordialmente y sin mostrar actitudes bordes aceptaron con mucho gusto que organizáramos todo este tema de la fiesta en uno de sus salones. También ofrecieron servicio de camareros. A Cole no lo había visto este día, pero todos los días desde que llegamos él había estado presente. Ahora, sobre que hizo algo, dudo que el niño rico colaborara.

En la cocina estaban Louisa Chang, Julien Maxwell y Carol Fittsparck, los tres encargados de la cocina. Sonreí a los tres en saludo y me encaminé a la bodega a buscar los utensilios y manteles para las mesas. Hasta que al fin los encontré.

La puerta de la bodega hizo un click. Unas manos cubrieron mis ojos.

—Adivina quien es el irresistible chico que te habla.

Reí sin humor—Wow, que humilde.

—Otra de mis cualidades.

—¿Qué estabas haciendo?

—Buscando un tesoro— ironicé tratando de girarme.

—Pues yo encontré uno y está frente a mi

—No puedo decir lo mismo. Ya suéltame, Marco Antonio— Blake descubrió mis ojos y retrocedió unos pasos.

—Sólo aplica con Shakira— comentó rodando los ojos para luego recaer en mi atuendo—. Tienes complejo de árbol de Navidad que estás con tantas guirnaldas— afirmó, en un tono gracioso.

—Ayúdame con ésto— le tendí unas bolsas, una caja, y una pila de manteles que le cubrieron hasta la cabeza.

—Abusas de mi— habló rápidamente—. ¡Pero no en ese sentido!

—Camina— ordené y salí de la bodega dejándolo atrás mientras caminaba tambaleándose.

—¡Ayuda, Lori!

Distinguí a Reece y George junto a Pauline, ellos le pasaban las decoraciones y George subía a la escalera colgándolas mientras los dos de abajo negaban y extendían sus brazos negando.

—¿Qué demonios intentan hacer?— pregunté de repente cuando llegué a ellos.

—Oh, hola Lori— saludó George y le sonreí.

—George tampoco es bueno en ésto— espetó Pauline.

—Me caigo—dijo Blake.

—¡Lori, a que no adivinas!— gritó Reece tomándome por los hombros—. ¡ME SIGUIÓ MI CANTANTE FAVORITO EL OTRO DÍA CUANDO TU SALISTE CON PAULINE!

Auto-destrucción en 3... 2... 1... 0.

—¡Bibby no levante así la voz!— qué gran consejo profesora Penny.

***

El salón había quedado asquerosamente decorado.

Pero Huff dijo que le gustó.

No estaba en plan de contradecirle.

Tal vez estás exagerando, Lori.

Mary y Rob habían venido demasiado temprano para ayudar con los preparativos de la reunión, estuvieron un rato y luego se fueron, cabe resaltar con mayúsculas y hasta con brillos que mi tía se encontraba realmente encantada con todo esto al igual que todos los padres que ayudaron y asistieron a las reuniones en la escuela a hablar de eso. Habían congeniado mucho, sólo espero que no lo suficiente.

Cuando llegué a la casa recibí un mensaje de Paulie implorando que usara zapatos adecuados y que el bonito vestido que compré estuviera en aptas condiciones. Todos sabemos que eso no pasaría. Lori Evans nunca sale sin sus converse.

Reece en cambio me había mandado un screenshot donde aparecía el perfil del cantante favorito de ambos y un pequeño "follows you" a un lado.

Maldito presumido.

La cena había transcurrido tranquila. Rob estaba en su trabajo y regresaría a la tarde. Nosotros almorzábamos papas fritas- de nuevo, pero ninguno se quejaba- y filetes.

Tomé un sorbo de jugo y continué comiendo. Devon tomó con su mano un gran pedazo de filete y lo masticó cual cavernícola en la Era Cenozoica. Lo observé conteniendo una risa. Pero comenzó a comer más despacio, hizo una mueca y soltó el pedazo de carne en el plato, abrió la boca y de ella escupió un pequeño diente. Lo miró extrañado y luego se tocó la encía. Claramente morder ese filete le había costado un diente.

—Mami, mira— exclamó el pequeño. Mary se acercó y él le mostró su pequeño diente de adelante. Ella formó una O con sus labios y besó la cabeza de su hijo.

—Mírame— le pedí y el se volteó hacia mi—. Sopla— con su cara de pescado emitió un pequeño viento camuflado en un silbido y reí.

Mary se secó las manos y avisó: "<<iré por la cámara>>" para luego salir de la cocina.

—Sonríe— ordené. Sonrió, con su casi dentadura completa, justo en el centro donde su encía comenzaba a sangrar, mientras su cabello castaño claro le cubría un ojo y agitaba la cabeza. Tomé una de las papitas más finitas que encontré en el plato y la introducí por el hueco de donde había perdido su primer diente.

—Miren a la cámara— dijo ella, antes de que el flash nos impactara por sorpresa.

Hopeless - NHCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora