36 (II)

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—¿Cómo que "atrapados"? ¿Cómo que crees? ¡McCallister, sácanos de aquí ahora?

—¡Estoy intentándolo pero el pasador de la puerta de dobló!

Los aporreos en la puerta continuaron y Reece pareció recién comprender qué estaba ocurriendo.

—¡¿Estamos atrapados?! —exclamó—. Esto no puede ser. Ay, no, maldita sea siento que voy a desmayarme en cualquier segundo —percibí otra vez que mi claustrofóbico compañero estaba alterándose y comencé a ventilar su rostro haciendo ademanes con ambas manos—. El aire se vuelve cada vez más denso, las paredes están aplastándome. ¡Necesito un inhalador!

—¡Trata de calmarte, por favor! Respira por la boca —ordené—. ¡Cole, trata de abrir la puerta, ahora!

—¡LO INTENTO! —vociferó con voz demasiado aguda.

Tuve intención de inclinarme hacia Reece excepto que choqué de frente con la segunda pared y luego sentí un peso muerto sobre mi.

***

Reece comenzaba a moverse lentamente, estaría a punto de despertar.

Cuando por fin nos pudieron liberar de la cabina (que resultó rompiendo el pasador de la puerta), Cole ayudó a levantarlo y lo ubicamos en dos sillas, una para afirmar su torso y la otra para que alzara los pies. Al abrir los ojos, le extendí un copo de azúcar. Su rostro estaba amarillento. Necesitaba recuperar fuerzas. Parpadeó más de la cuenta y enderezó la espalda, sin poner reparos tomó el dulce y se llevó un pedazo a la boca.

—Hum... ¿ por cuánto tiempo me desmayé? —su voz sonó rasposa.

—Quince minutos —le respondí—. McCallister me ayudó a sacarte de ahí.

Reece desvió la mirada por encima de mi hombro y enseguida me percaté de la presencia del antes nombrado.

—De nada. —dijo, cruzándose de brazos.

—Gracias por no dejar que muera.

—¿Te sientes bien? ¿Necesitas asistencia médica? —pregunté cual maestra al enfermarse un niño en clase.

Negó.

—Gracias, pero me siento bien.

Cole me golpeó el brazo y con lo que lo había hecho era mi celular, se lo recibí y acto inmediato me fijé en la hora.

Habían pasado poco más cuarenta minutos desde que me había ido. ¡Por Dios, Devon!

—Tengo que irme —expresé.

—Creo que... —el rubio se levantó de la silla, emitiendo un quejido en el acto y prosiguió— yo también debo salir de aquí antes de que me encierren en otra cabina.

—Gracias por eso —forcé una sonrisa hacia Cole.

—Oigan, no fue mi plan ecerrárlos ahí, agradézcanle a su amiga rubia. —dio media vuelta y se alejó por donde había venido.

Reece y yo quedamos con las mismas expresiones confusas, intercambiamos miradas fugaces. Entonces olvidé mis planes anteriores y lo que ambos hicimos inconscientemente fue comenzar a buscar por Pauline alrededor de todo el lugar.

Del otro lado de la plaza, en una pequeña venta de joyería, dimos con ella. La sorprendimos por su lateral y al girarse su rostro se desconfiguró para luego intentar formar una sonrisa que concluyó siendo una mueca. A su lado, George también se giró.

—¡Chicos!, ¿qué hacen... por aquí?

Su verdadera pregunta fue "¿Qué hacen juntos?".

—Creo que es gracias a ti —respondió Reece.

—¿Por mi? —dijo con gracia—. ¿Qué les hice?

—No te hagas, Pauline. ¡ Tu le dijiste a Cole McCallister que nos encerrara a ambos en su tonta cabina de juego!

—Discúlpenme pero yo...

—Fue mi culpa —habló George—. Yo le dije a Cole que los encerrara, no Pauline.

—¿Por qué harías eso? —cuestioné mirándolo fijamente.

—Creí que sería buena idea para aclarar todos los... problemas de la otra noche —¿eso era una justificación? ¿Encerrarnos?—. ¿Funcionó?

Noté de reojo como Reece cambiaba la dirección de su mirada, incómodo. Por mi lado, sólo eché un vistazo a mis zapatillas rojas; desgastadas y sucias.

—Oh...

<<George, si alguno tiene problemas no hace falta estar en una situación de lo más desagradable e incómoda para contarlos. Podemos hablar en calma, como personas civilizadas>> Callé mis pensamientos. Era la menos indicada para decirlo.

Pero... pensándolo con claridad, la conclusión es que muchas personas dicen que al contar algún problema entre un grupo siempre la mejor opción es hablar con claridad ante todos, sin discusiones, en un ambiente donde todos podrían expresar de la manera que se sentían; de ahí viene el término "hablar como personas civilizadas". ¿Pero en realidad cuántos lo habían hecho? Siempre algo salía mal. Aún más tratándose de un grupo. Las opiniones no serían las mismas siempre y los conflictos eran continuos.

Fue cuando recordé las palabras de mi padre: "El respeto es la base de todo". Y diablos, así debía ser. No podría una persona correcta las veinticuatro horas del día, pero podría tratar de ser mejor. El primer paso era el dialogo.

Le pedí a Pauline hablar un momento. Juntas nos alejamos un poco de los chicos y entonces le pregunté.

—¿Sabes algo de Blake?

—No. No lo he vuelto a ver desde ese día de la excursión. Le mandé un mensaje pero dijo que estos días no se sentía muy bien y por ese motivo faltó a la escuela.

En parte le creí... y en parte no.

—Necesito hablar contigo sobre muchas cosas —al pronunciar aquellas palabras me sentí más ligera, como si me hubiera despojado de un peso en mis hombros.

Ella sonrió.

—¿Qué te parece una pijamada?

Hopeless - NHCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora