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Los días pasaban, lentos pero agotadores. En la escuela, los exámenes se habían reducido y ahora sólo me restaba entregar un trabajo y desocuparme para las mini-vacaciones que teníamos antes de las fiestas. Aún así, lo poco que hacíamos en la escuela los profesores se encargaban de asfixiarnos, como una avalancha a punto de aplastarme y sepultarme completamente con una generosa cantidad de actividades para "aprovechar" ese efímero recreo antes de regresar a la monotonía. La tensión desaparecía, a veces, cuando estaba reunida con los chicos, quienes por cierto ya estaban al tanto de mi viaje de retorno a mi cuidad natal. Mientras actualmente donde vivía Accrington se preparaba para recibir las fiestas, el clima era cada vez más fresco y severo, y todos esperaban que nevara exactamente para estas navidades por una tradición del pueblo. Y ahí estaba yo. Sola. En medio de mi cueva del desorden también llamada habitación, terminando de corregir el informe escrito para la clase de Literatura.

Mary estaba hablando por teléfono desde su habitación, usaba un tono de voz elevado lo que avisaba que estaría forzando la garganta para que la abuela pudiera escucharla bien. Yo había hablado con ella hace quince minutos atrás y estaba más que ansiosa por volver a vernos. Cabe resaltar que ya había preparado un bolso con unas cuantas prendas y demás cosas pequeñas con las que pudiera vivir en los días viviendo con mi abuela de regreso.

Terminé de realizar el informe y le di el click para guardarlo con mis demás documentos digitales. Seguidamente, ingresé a mi correo y le envié el trabajo a Reece, porque él sería quien le entregaría mi trabajo a la profesora mañana, porque precisamente en una hora, Rob encendería el motor del auto y estaríamos en la autopista camino a Manchester, y no regresaría en otra semana más.

Confirmé la operación y cerré la laptop sin siquiera aguardar a que se apagara completamente. La casa se había sumido en un silencio sepulcral, lo que indicaba que Mary ya había cortado la llamada, Rob debería estar regresando del trabajo y el pequeño Devon se encontraría dormitando en su habitación. Me erguí del colchón y dispuesta a continuar organizando el bolso de viaje, para simplemente matar el tiempo que restaba, acomodé y desacomodé mis prendas por unos cuántos minutos más.

Mis divagues se vieron interrumpidos por dos golpes sobre el marco de mi puerta.

—Lori, ¿ya tienes tus cosas listas? —preguntó mi tía. Asentí—. Bien, entonces baja. Ya salimos.

No me extrañó que la hora restante ya hubiera pasado, estaría tan ensimismada en enfrentarme a la realidad que no quería perder de vista esta fantasía. Donde nadie podría verme, donde yo era un fantasma. Al parecer ya no más.

Obedecí a las instrucciones de mi tutora, y antes de partir le dirigí una última mirada a mi habitación.

¿Te sientes melancólica? Vamos, ni que fuera que no estarás por volver jamás. Es sólo una semana, Manchester está a no más de cincuenta kilómetros, no irás a Júpiter; también existen los teléfonos con WhatsApp y las llamadas con minutos ilimitados.

Mi celular vibró, cuando esperaba por ver el nombre de alguien en la pantalla, mi expectativa decayó en la realidad que se trataba de una insulsa notificación de actualización.

Vi desde el interior como Mary acomodaba los bolsos en la cajuela del vehículo y justo en ese momento padre e hijo bajaban por las escaleras.

—¡Veremos a la abuela, Lori! ¡¿No estás emocionada?! —exclamó el niño riendo.

—Muy emocionada.

Era demasiado pequeño para detectar el sarcasmo latente en mi tono, y era mejor así.

—Volveremos, Lori —me reconfortó Rob.

Le sonreí agradecida por su intento y sin decir nada más, me dirigí por detrás de Devon con mi bolso a rastras, para pasárselo a Mary y subirme al auto, dejando que el mayor cerrara la entrada de la casa.

Hopeless - NHCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora