Capítulo 12: Cúmulo de estrellas

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NOTA AUTOR:

¡Hola!

Primero que nada quiero disculparme por mi larga e inesperada ausencia. La Universidad y situaciones familiares (cuidar a mi abuelita) me impedían terminar de editar para publicar y sin darme cuenta pasaron dos meses ;;;. Pude hacerme un hueco entre tantos exámenes y darle el último vistazo y subir, ¡Lo siento muchísimo!

Yo amo esta historia realmente y me apena dejarles con la espera o no ser responsable como quisiera, pero las ocupaciones siempre son una imposición ):

Sin más preámbulos tengo un par de comunicados:

Este capítulo es MUY crudo, creo que a nadie le gustará, así que recomiendo discreción si son algo sensibles. Aquí sabremos un poco más de la mente de TaekWoon.

Sin más que decir, disfruten el capítulo!

PD: Cr a la imagen utilizada: mireykim

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Falling Slowly

Capítulo 12: Cúmulo de estrellas


—Oye, ¿pero de verdad estás seguro? ¡Imposible que nos haga esto!

—¡Te digo que yo mismo vi la carta en su casillero! Lo que no estoy seguro es si la entregará hoy, mañana o si se habrá arrepentido...

—Es nuestro líder, fue él quien me enseñó hasta como recortar una servilleta, ¡diablos! Nos hará mucha falta...

A ademanes y charlas cortas despidió al par de chicos que acabaron su turno matutino ese viernes. A diferencia de ellos, cubriría turno completo hoy. ¿La razón?, no quiso comentar. Solamente no quería pensar, y ello involucraba hasta su afán de trabajo. Al jefe y a su paga no le vendría mal de todas maneras. El dinero siempre era necesidad para él.

El dinero y no tocar lo volátil de sus emociones siempre lo eran.

En ese breve receso subjetivo de actividades limpió y ordenó la cocina, algo superficial pero suficiente para que el próximo turno horneara en óptimas condiciones. Le tocaba estar de cara al público, sirviendo panes, dulces y preparando café o malteadas. Dedicaba pequeñas sonrisas a los niños que iban de las manos de sus madres y mientras nadie viese, regalaba bolsitas de papel con unas cuantas galletas. Total, lo que no se vendía o iba a su estómago o a la basura, y no le apetecía comer. La pesadumbre en su pecho le impedía probar bocado. Era como estar de luto, un luto inverosímil. Sentirse tan lánguido después de sentirse tan vivo antes.

Fue como ser un niño, tener pesadillas y ser consolado.

Sumamente vulnerable.

No podía ser vulnerable ni tampoco lo quería.

Sumamente tranquilizador. Ni los cigarros podían hacer eso por él, pero los ojos de HongBin sí pudieron. Por una noche no debió fingir ser fuerte y entender claramente qué hacer. Fue niño otra vez. Aquel niño que arrastraba diez años de culpas y terror. Pero esa noche no tuvo miedo de serlo.

El recuerdo de sus ojos brillantes como cúmulo de estrellas y lejanos universos. El recuerdo de su temor con restos de pureza, y su tacto suave e ingenuo pasearse a flor de piel. Fue imposible guardar apariencias ante él. Supo alcanzar su interior con una habilidad bochornosa.

Era un cobarde, lo reconocía.

Sus heridas, sus lágrimas, sus manos aferradas a su ropa y su tranquilidad al acurrucarse contra su pecho en la motocicleta le aterrorizaron. Él sí fue todo lo valiente que anheló en un pasado. Sucio, malherido y aterrado de impactar de frente con un mundo desconocida. Pero tragó su llanto y atrevió a apuntarle con una botella rota, y también atrevió a consolarle en caricias a los costados, como si dijera en un roce que todo estaría bien; que ambos estarían bien.

Falling Slowly (LeoBin, Neo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora