Capítulo 5: Jekyll y Mr. Hyde

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Falling Slowly

Capítulo 5: Jekyll y Mr. Hyde


El pelinegro cruzó el sinuoso pasillo a paso raudo, se sentía asqueado de estar un minuto más en esa fría y vacía mansión. Empuñaba la diestra hasta blanquear los nudillos y los pies tropezaban de la velocidad que sostenían, en contraste a su aparente serenidad, serenidad que era una fachada como todo lo demás en su interior. Detuvo sus pasos por un momento mirando a todas partes. Todo a blanco y mármol le era sumamente confuso, como vararse en un centro comercial desconocido.

—¿Y ahora cómo salgo de aquí? —bufó sumando ese detalle a su amargura. Pasó los dedos a sus cabellos como habituaba y caminó dudoso por el largo pasillo hasta dar con un vestíbulo desconocido. Aunque en ese par de meses había ido a la mansión de la familia Lee muchas veces jamás atrevió a desviar la mirada de su objetivo; la puerta blanca de su salón de clases y la cara de Lee HongBin. Estaba perdido en ese ambiente contranatural de sí mismo. Vagando por el vestíbulo aguardó unos minutos, rogando que apareciera la servidumbre de la casa y lo echaran a patadas. No veía a la ama de llaves rondando como acostumbraba ni a otra criada que pudiera abrirle para largarse de una vez. Rodó los ojos y llevó otra vez la mano por los cabellos de su flequillo. No dudaba de que podrían haber escuchado el pleito que tuvo con HongBin y no querer atenderle por haber atrevido a gritarle al príncipe sin corona de esa pocilga de granito y lámparas de araña— Qué más da, me treparé por una ventana —sin remedio regresó a sus pasos en busca de alguna ventana entreabierta debajo de las pesadas cortinas de terciopelo. Se sentía atrapado como zorro en una trampa. Quería caminar por las aceras concurridas de su ciudad y fumar hasta templarse. Antes no había estado tan molesto y curiosamente dolido— Imposible que ninguno aparezca, ¿Es acaso un castillo fantasma? —contuvo con esmero las ganas de patear el jarrón de cerámica de pie a su lado. Ahora sin trabajo no es como que quisiera derrochar dinero a lo tonto, pagando baratijas más costosas que su propia vida. Se llevó las manos al rostro al percatarse de ese inconveniente antes ignorado por su ira. ¿Ahora cómo llegaría a fin de mes? Jamás alguien podría sobrevivir en Seúl trabajando en una panadería a medio tiempo y TaekWoon lo tenía muy presente. La academia de música, aunque le doliera aceptarlo se enfrentaba a una clausura inminente. El alquiler, la comida, las facturas, sus padres, sus hermanas mayores que a veces necesitaban de una mano amiga, ¿Cómo podría sustentarse? La fuerza de sus puños amilanó, dejándose caer en una silla que topó en otro vestíbulo desolado— Eres estúpido, Jung —hurgó los bolsillos de sus ajustados pantalones para tomar un cigarro y el encendedor. Al diablo la decencia, si ellos ignoraban descortésmente su presencia él ignoraría que estaba en ese cuchitril de oro. Dio una calada profunda llenando sus pulmones en viciosa relajación. Con una mirada rencorosa golpeó con suavidad el tubo de papel dejando caer la ceniza en el suelo alfombrado. Que se jodan.

No estaba actuando con madurez, pero, ¿Cuál actitud debía tomar? Más sereno gracias al tabaco relamió sus labios y pensó. Extrañó. Extrañaba a sus pequeños. Cuando lloraban frustrados porque un ensayo no resultaba, con palabras de aliento, un abrazo y unos caramelos todo volvía en armonía. Prefería acabar las clases cubierto de diamantina y pintura por los dibujos esmerados que niños de seis años le enseñaban a tolerar gritos y rabietas de adolescentes mimados.

<<—Oh, ¿Este también es para mí? —preguntó en voz baja y agazapado cerca del pequeño de gafas azules redondas y cubre bocas clínico, como si se tratase de un cuchicheo secreto el niño se acercó a su oído confirmándolo. TaekWoon sonrió y admiró la hoja blanca donde el colorido garabato de un niño y un hombre con ropa negra y cabeza de león tomaba de su mano. Con el fondo de desprolijas notas musicales y tachones de colores resaltaban ambas figuras, haciéndole sentir un calor abrigador en su interior— ¿Quieres colgarlo, MinHyuk? —el niño avergonzado negó con la cabeza, rodeando su cuello con sus pequeños brazos— ¿Pero por qué? ¡Está precioso, todos deben verlo! —cargó al niño en brazos, caminando hacia el mural. Desde la altura el niño veía al resto de sus compañeros jugar y colorear en esos veinte minutos libres que TaekWoon dejaba libre todas las clases para que explotaran artísticamente su creatividad para aunarlo a la música— ¿No lo quieres aquí? —preguntó señalando el mural forrado de coloridas figuras musicales y letras de goma eva y cartón pintado, fotos, records de notas y muchas estrellas de rojo brillante. MinHyuk volvió a negar con la cabeza— Entonces, lo conservaré en mi carpeta por siempre, ¿Si? —propuso mirándole con una pequeña sonrisa. Aunque TaekWoon a simple vista no podía notarlo por la mascarilla, el niño se la devolvía>>

Falling Slowly (LeoBin, Neo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora