Capítulo 7: Un niño y un león

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Falling Slowly

Capítulo 7: Un niño y un león

<<—Es la segunda vez que me doy cuenta de que te sangran los dedos... —murmuró a modo de reproche tomando entre sus manos las suyas. HongBin estremeció incómodo ante lo frías que eran. Concentrado en esos seis dedos estropeados frotaba con delicadeza un algodón empapado de alcohol a cada magulladura expuesta. El ardor era molesto, pero prefirió quedarse callado, su ceño fruncido le advertía que lo mejor era eso— Tus manos son tus herramientas, serán el reflejo de tu corazón de ahora en adelante. ¡Son lo más importante que tienes!, ¿cómo te haces esto? —reprendió vehemente a lo que el chico asintió con un gesto lastimero cuando el algodón presionó de más la piel abierta— Si eres lo suficientemente irresponsable para no cuidarlas no me quedará de otra que hacerlo yo —añadió a su sarta de regaños. Esa declaración le tomó por sorpresa.

—Profesor —llamó haciéndole mirarle de reojo antes de volver la atención a la bandita que abría y envolvía firmemente la yema de su dedo— Si las manos son un reflejo del corazón..., ¿por qué las suyas son tan frías? —a cada roce sentía la piel erizar inquieta y el calor apoderarse de sus mejillas, pero, aunque el cuerpo le reaccionara de tal manera por sus atenciones y últimas palabras, no podía ignorar esas otras. TaekWoon subió la mirada en un gesto confundido. Avergonzado agachó la cabeza por su atrevimiento. ¿Su respuesta?, escucharle reír>>

Con la pesada caja a cuestas sonrió de vuelta. TaekWoon agazapado platicaba con un par de niños. Se puso en pie y se le acercó despidiendo de la mano a los pequeños que regresaron el ademán y se fueron corriendo entre risitas.

—Dios..., esto no era necesario. Es demasiado, no creo que, que pueda aceptarlo... —balbuceó impresionado tomando la enorme caja entre sus brazos para ayudarle. Una tímida y sincera sonrisa adornaba sus labios, delatándosele la emoción en los ojos vivaces. A HongBin el corazón le repiqueteaba apresurado dentro del pecho.

—¡E-es muy poco!, de hecho..., ¡sólo quería ayudar!, es todo —agitó las manos con nerviosismo. TaekWoon llevó las manos inquietas a abrir las solapas de la caja, husmeando su contenido y ensanchando su sonrisa. Antes no le había visto así de feliz.

—Hay que ponerlo en el stand entonces —le dijo con los ojos reluciendo como luceros. Recargó el peso de la caja en un solo brazo y contra su pecho— Ven, te presentaré a los demás maestros —con la mano libre tomó la suya con insólita espontaneidad.

—¿Sus amigos? —la mano le sudaba de los nervios, pero, no quería soltarle. Hoy, a diferencia de otros roces, se sentía tibia y reconfortante. Sonrojó al recuerdo de su tacto frío sanarle con delicadeza los dedos.

—Sí, son mis amigos —respondió animado caminado de su mano entre la pequeña multitud. HongBin miraba embobado a todas partes, hasta el cielo se veía más azul y novedoso. La escuela era espaciosa y al aire libre, con pasillos techados donde se ubicaban las aulas, un amplio patio y senderos de plantas en flor daban brisa fresca al apartado lugar. A lo lejos se diferenció un salón más grande e imponente, era el anfiteatro según presumían los carteles emborronados por el tiempo. Lucía avejentada, pero limpia y ordenada sin igual. Parecía una primaria antigua y campestre antes que una academia al borde de la ruina. Veía niños corretear por los breves jardines, ignorantes de que su lugar feliz iba a ser clausurado. Los corredores estaban vueltos una especie de bazar callejero donde maestros y padres vendían desde libros hasta ropa de segunda mano, además de platillos, dulces y bebidas congeladas. La música alegre, y muchos dibujos y guirnaldas de papel decoraban con inocencia las columnas de los pasillos y paredes aledañas. El aroma de la comida caliente inundó sus sentidos. Veía bandejas de brochetas de calamar frito, kimchi, —no sólo de col sino de demás verduras que poco podía reconocer entre la mezcolanza picante de vegetales— dulces tradicionales que jamás había probado y tantas cosas que no sabía que eran, pero se miraban y olían delicioso. Sonriente apretó de su mano; era la mejor y más grande aventura.

Falling Slowly (LeoBin, Neo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora