No Me Dejes Caer Jamás #1 [COMPLETA] En Edicion

C A P I T U L O 42

Comienzo a escuchar ruidos de autos, lo que significa que estamos muy cerca de la avenida, me desmonto y hago parada a un taxi, este me observa con extrañes por no llevar mi cuerpo semi —desnudo pero acepta llevarme. Le doy mi dirección y se pone en marcha.

—¡¿Pero, qué demonios?!

Corro desenfrenado abriéndome paso entre los tantos autos que hay, entre ellos reconozco el de Calvin y el de Arthur que de inmediato se sorprenden al verme cruzar el pórtico de la entrada. No quiero parecer insensible al no prestar mucha atención a los cuerpos sin vida de mis compañeros pero tengo prioridad mayor...

Mis chicas.

—¡Zab! —escucho la voz de mi hermana la cual se tira a mis brazos llorando. Me alegro de verla, la abrazo fuerte, pero no tardo en alzar mi vista, buscando al rededor a mi chica.

¡¿Dónde está?!

Siento una sensación de angustia taladrándome miserablemente el pecho y me encuentro preguntándome ¡¿Qué diablos pasó aquí?!

Miro a mi hermana y está temblando, alzo nuevamente el rostro sin dejar de buscar unos hermosos ojos grises alrededor .

—¿Dónde está, Vila? —pregunto con la voz gruesa del coraje que contengo, pero con la exasperación casi reventado mis venas.

Arthur camina hacia mí al igual que Calvin que ahora abraza a mi hermana... pero ninguno dice nada y siento que puedo partirle la cara a uno de ellos aunque entiendo que no tengan culpa de lo que sea que haya pasado.

—Zab... —comienza Arthur y el incómodo​ silencio pausado se hace presente.

Ver sus manos tocar su cabeza me dan la primera información; ciertamente no está.

—¡¿Dónde diablos está, Vila?! —pregunto ahora caminando furioso por la sala de estar —¡Que alguien me diga algo! —añado, ya queriendo salir en busca de ella, llevo una mano al rostro y sin querer mis ojos se clavan al piso, mi cuerpo se tensa al ver allí la cadena que le regalé ayer en su cumpleaños, la recojo y siento que no puedo respirar —¡¿Dónde está?!

—¡Se la llevaron! —dice Arthur y sólo con escuchar esas palabras tiro mi puño cerrado con fuerza contrayándolo con la estantería de la sala de estar, provocando que cada cristal caiga en fragmentos y al instante escucho a Zoe gritar.

—¡No, Zab!

Me deslizo por la pared hasta el suelo encerrando mi rostro en mis manos las cuales ahora están manchadas de sangre.

¡Eso dolió!

No mi maldita mano, porque ahora me importa una mierda. Duele llegar aquí y saber que se han llevado a mi chica.

¡Llegué muy tarde!

Lo siento tanto nena.