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Nadie salía.

O al menos no todos. Las calles se encontraban más vacias de lo usual y no estaba segura si se debía al tiempo ventoso o a que todos estaban al tanto de lo que sucedía, al menos la mayoría. Papá regresaba a casa más tarde de lo usual por alguna extraña razón, mamá pasaba más tiempo en su habitación encerrada y podía jurar que apenas si lograba percatarse de mi constante ausencia. De todas formas no era algo que me molestara, al contrario, me favorecía porque eso me permitía ir y venir de la cabaña de Caleb. Lugar que dio paso a un pequeño grupo de diez en total, incluyendome, aunque en realidad no estaba segura en que servía, el cual de forma apresurada intentaba resolver la problemática derivada de Sara.

El pueblo, además de los usuales y bruscos cambios de temperatura, había dejado de recibir energía. Abastecerse de un generedor en ocasiónes se tornaba molesto, el pequeño hospital trasladó mas gente al exterior que en los últimos meses, las calles eran una velo oscuro durante las noches y días y no estaba segura de cuándo fue la última vez que vi llegar un nuevo vehículo al pueblo. Caminar en las calles se había vuelto tedioso a la espera de que algo suceda, las miradas estaban puestas en cada paso que daba y aunque era vergonzoso admitir, la Policía apenas tomó cartas en al asunto ante la desaparición de siete personas.

El Instituto cerró. Algunas tiendas cerraron. El hospital cada vez más vacío y no por la falta de pacientes. La Iglesia incluso cerró.

Se sentía como vivir en un pueblo vacío, sin gente y sin niños gritando o corriendo. Sin más luz del sol. Algo malo se avecinaba y, como habían dicho todos, una vez que comenzara no podrían detenerla. Lo lógico sería evitar ese comienzo y por eso no debíamos demorarnos.

-No puedo creer que éste ante la presencia de una ex novia paranoica y pensar que cuándo imaginé la situación veía a una chica con los labios mal pintados- dije intentando relajar el ambiente.

Caleb me había visto sobre su hombro durante lo que fue un segundo antes de girar su cabeza prestando completa atención en el movil. Lo había visto desesperado, estresado e incluso con miedo durante los últimos dos días. Más de una vez maldició por el hecho de tener que recurrir a otros medios por el colapso de la red.

Y es que tampoco el humano depende de la tecnología pero al parecer le era difícil entender. Quería que todo marchara a su ritmo y eso comenzaba a frustrarme, una cosa era lidiar con su indiferencia y otra que me tratara cómo si fuera una idiota. Duele cuándo alguien a quien quieres te hace eso.

-¿Puedes callarte? Me desconcentras- dijo luego de que sugerí una taza de té para no mantener nuestros estómagos vacios y continuar de forma tranquila. Su entrecejo se había fruncido y me miró de arriba abajo, tenía una revista en manos y en la otra mi celular- creo que deberías irte. No necesitamos tu ayuda.

Usualmente no soy el tipo de persona que suele hacer un escándalo por cada cosa que se le presente pero indirectamente me había llamado estorbo. Estorbo. No es que lo negara, aún no estaba segura de que es lo que hacía exactamente, había leído libro tras libro apenas captando algunos párrafos sencillos que hacían referencia a todo menos en como detener a un psicópata y aterrado ángel de la muerte.

Me sentía inservible. Y los solos actos de Caleb e indirectas sólo aumentaban aquel sentimiento. Ni siquiera tuvimos tiempo de hablar sobre lo "nuestro" si es que existía, seguía necesitando respuestas y tantos silencios me estaban matando.

Tenía noticias: Stella Collins no se quedaría de brazos cruzados.

-Al menos soy la proveedora de café- hablé tendiendo la taza en dirección a Tally. Sus cejas se elevaron con una pequeña sonrisa entre labios mientras tomaba el objeto.

VALENCEWhere stories live. Discover now