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-Mamá, por favor- susurré colocando una mano sobre su tembloroso hombro, sus labios se arrugaron notablemente y desvió la mirada a la nada misma.

Debía detenerla, sabía perfectamente que era solo un sueño pero de todas maneras no iba a permitir que cortara sus venas. Ella era la mujer que me dio la vida.

¿El peor de todos los sueños? Era aquel en el cual te convertias en solo un observador, podías gritar, tocarle, e incluso quedarte en su camino pero nunca se daría cuenta de que estás allí. Porque símplemente no existes y eso lo hacía mucho más frustrante, el no poder hacer nada por mi madre y por los que amaba lo era.

-La puerta- susurró sin despegar la vista de la navaja.

-¿Qué?- pregunté en un intento fallido de que pudiera escucharme. Su cuerpo tembló antes de dejar caer las lágrimas.

-Tienes que ir con él.

-¿Mamá que sucede?

-Te está esperando en la habitación- clavó el objeto en su muñeca y llevé rápidamente mi mano intentando arrebatarle la navaja pero apenas si sentí un frío roce tocar mis dedos.

El ambiente se había tornado mucho más denso, las luces disminuyeron y el olor a muerto se fue intensificando a medida que el tiempo avanzaba y mi madre se desangraba. Aparté la vista sintiendo náuseas y unas terribles ganas de llorar ¿De que puerta hablaba?¿Acaso mi padre estaba allí?

Un grito desgarrador me obligó volver la vista atras, había comenzado con su segundo brazo sin detenerse a pensar en lo que estaba haciendo. Las lágrimas descendieron libremente por mi rostro y solté un sollozo envolviendome con ambos brazos. Ya no quería estar allí. No podía suicidarme, no más, lo había hecho tantas veces para saltear al siguiente sueño hasta que me convertí en una inútil observadora. Ya ni si quiera podía participar de mis propios sueños y lo peor era aquel pequeño espacio que existía entre ambos, la sensación en mi estómago, todo a mi alrededor dando vueltas y las miles de voces llamándome al mismo tiempo.

Si no despertaba pronto terminaría por volverme loca. Si es que ya no lo estaba.

Volví mi cuerpo hacía atras justo al momento en que mis pies se elevaban del suelo y la cabeza comenzaba a dolerme, el rincón de la habitación se dobló formando una mezcla de colores que fue aumentando hasta convertirse en un gran espiral giratorio. A lo lejos, las voces de todos mis conocidos comenzaron a llamarme hasta terminar estrujando mi estómago en un vago anuncio de pánico.

Las mismas puertas de siempre aparecieron frente a mi, en la derecha esta vez podía observar a mi padre concentrado en un partido de fútbol, en la del medio Scott soltaba una fuerte carcajada y por último una vieja puerta abandonada y agrietada pedía a gritos nunca ser abierta. Intenté mover mi cuerpo en dirección a la puerta central, mamá había dicho que fuera con "él" y quizá papá no sea la respuesta correcta, Scott tal vez sí. Después de varios intentos mi cuerpo comenzó a moverse de a poco, estaba a punto de tocar el picaporte cuando lo vi.

411.

La puerta familiar que se encontraba a un lado en plena oscuridad y cerrada en todo sentido tenía el número 411. Lo entendí, era la habitación que faltaba en aquel hotel en que se suponía que debía estar Caleb ¿Y si mamá se refería a él?¿Si Caleb Valence era mi única solución?

Negué con la cabeza convenciendome a mi misma de que era inútil, Caleb fue quien trajo la oscuridad a mi vida. Por culpa de él estaba en aquel estado. Un fuerte dolor en la espalda me lanzó al suelo en un grito ensordecedor, me retorcí sintiendo la mirada de los clones de papá y Scott sobre mí esperando por una elección.

¿Qué más importaba? Si de todas formas seguirían haciéndome daño.

Avancé en dirección a la derecha y empuje con todas las fuerzas, mis manos se resbalaron y me vi obligada a pegar mi hombro en ella hasta sentirla crujir y comenzar a rasgarse de a poco. La madera apenas si cedía.

-Mierda- maldecí pegando una fuerte patada- solo abrete ¡Abrete!¡Abrete!

La puerta de abrió de golpe y caí golpeando mi cabeza contra el frío concreto comenzando a sangrar, apenas si podía ver a Caleb en plena oscuridad. Estaba de espaldas a mi, sentado junto a una cama y musitaba algo de forma tranquila sin soltar lo que había entre sus manos, de repente, mi palma sintió un cosquilleo. Mi cuerpo comenzó a desaparecer, de a poco me iba convirtiendo en un ser invisible hasta quedar en la nada. Y apenas si tenía fuerzas para mirar en su dirección intentando reclamar por ayuda.

-...díez días.

La sensación era extraña, el aire ya no era más denso y podía sentir la luz molestar en mis ojos, me removí sintiendo el cuerpo pedir a suplicas un calmante, el peor lugar se lo llevaba mi espalda, el dolor era insoportablemente fuerte. Ni siquiera me quedaban fuerzas para abrir los ojos.

-Stella.

Solo espero que esté sueño no sea tan agotador.

-Oye- una fría mano se posó sobre mi brazo y me exalté intentando apartarme. Habíamos vuelto a lo de antes.

-No me hagas daño- susurré. Porque a pesar de ser un sueño podía sentirlo.

La mano se apartó y pude soltar todo el aire almacenando en los pulmones, entre mis dedos sostuve las sábanas procurando mantener la calma.

-Oye tienes que escucharme- la voz provenía de la misma habitación en la que me encontraba pero aún así no era a mi a quien hablaban- ella despertó.

Lo supe al instante en que me había tocado, era Caleb, lo supe porque pude sentir esa pequeña carga eléctrica recorrerme todo el cuerpo en señal de advertencia.

Me liberé de las sábanas.

-Deja de hacer tantas preguntas y ven de una maldita vez, si... ¿Puedes callarte?¿Sabes qué? No te necesito- sonaba furioso e impaciente al teléfono- puedo manejarlo solo, ya la he cuidado lo suficiente... Pero... ¡¿Qué estás haciendo?!

VALENCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora