✖ Desde el cielo ✖

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—¡No! —exclamó Lime, apretando los puños—

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—¡No! —exclamó Lime, apretando los puños—. ¿Cómo puedes decir eso? ¡Ni siquiera hemos esperado lo suficiente! 

—¡Es una decisión muy drástica, Freddy! —añadí, gritando desaforada—. Nunca se debe dejar a un amigo solo: si tienes alguna queja sobre esa norma o no tienes personas que te importen, es tu problema. Pero por ahora esperemos un poco más —tragué saliva, esperando con ello que el nudo en mi garganta dejara de ejercer presión—. Sé que Lease podrá...

—Deja de ser tan optimista, por Dios —masculló Lara, recostando su mentón en el respaldo de su asiento, frente a mí—. Si no viene en diez minutos, nos iremos. Punto.

—No me iré sin Lease —recalcó Norman firmemente, con las manos en los bolsillos, mirando a la nada.

Desabroché mi cinturón, y caminé para detenerme justo al lado de él. Lime se nos unió enseguida, tiritando de frío.

Me quedaría toda la noche esperando a mi mejor amigo. Me importaba un cuerno lo que dijeran los demás.
La esperanza era lo último que se perdía; y Lease era tan importante en mi vida que incluso se me hacía pesadillesca la idea de vivir sin él.
No lo toleraría.
No toleraría pasar un día sin su sonrisa, su dulce carita infantil, sus comentarios ocurrentes, su música electrónica...
Lease era una parte de mí. ¡Lo conocía tanto...!

La desesperación me jugó una mala pasada; terminó por hacer que mis piernas flaquearan, y cayera arrodillada en el suelo repleto de piedras, las cuales se me incrustaron en las palmas de las manos como pequeñas agujas.
Cerré los ojos y apoyé mi mentón sobre la clavícula, resignándome a pensar lo peor.

Lime se sentó en el suelo junto a mí, y me abrazó. Aguantaba las ganas de sollozar que sentía; trataba de mostrarse fuerte para que yo no estallara en llantos.

De la nada, casi salté sobre mi lugar cuando un irritante y agudo sonido —parecido al de un fuego artificial— se escuchó entre la oscuridad que rodeaba el bosque. 

Una ráfaga azul como el neón se dispersó en el cielo en forma de línea recta. 
Luego de que se dispersó en el aire, le siguió un destello turquesa que se distinguió con intensidad:
Alguien había lanzado una bengala.
¡Nunca había visto una bengala azul!

Norman observó anonadado el destello de luz.
Puso una cara de bobo sorprendente, nada propia de él. De alguna manera conseguí sonreír.

Tras un segundo de distracción, un objeto fugaz chocó contra él, haciéndolo caer hacia atrás violentamente. Norman rodó por el suelo hasta que se detuvo en medio de una neblina de polvo y piedras.

—¿Qué...? —farfulló, confundido. Sacudió ansiosamente la tierra de su chaqueta de cuero, se levantó veloz y buscó con mirada furibunda el objeto que lo había golpeado.

Sin querer solté una risita. De haber tenido una cámara a mano hubiera grabado su excéntrica voltereta. Seguro su video se haría famoso en las redes sociales.

—¡Cardinal! —anunció Freddy, asomándose por la ventana—. ¿Cuándo es Navidad?

—En unos días...—suspiró con pesadez—. ¿Por qué lo preguntas?

—Santa Claus nos dejó algo. ¡Está en el capó del auto! 

Norman trotó en su dirección lo más rápido que pudo. Aún estando herido, consiguió moverse con destreza.
Lime y yo lo seguimos pisándole los talones.
La curiosidad ganaba terreno a medida que nuestros pasos se acercaban al automóvil.

—¡Eres el Agente más temerario del mundo! —gritó Norman, con una sonrisa de oreja a oreja.

Lease, algo mareado y confuso, se sentó en el capó de la camioneta. Desplazó su vista en todo el espacio, sin saber dónde se encontraba.
Pude identificarlo gracias a los focos de luz, y —más que nada— su brillante cabello blanco.
Al notar que Norman corría a su encuentro, soltó una sonora carcajada.
Tosió un par de veces, pero por demás parecía encontrarse en un perfecto estado.
Eso sí: estaba cubierto de polvo y suciedad. Supuse que eso le produciría un ataque de nervios agudo por su ahínco a la limpieza, pero no demostró desagrado alguno.
Radiantes, los lentes da Vinci colgaban del cuello de su camiseta gris. El garfio volador reposaba en su mano derecha: ¿lo habría utilizado para trasladarse deprisa?
Probablemente Lease, balanceándose, había golpeado a Norman en primer lugar...
La imagen de su abrupta caída seguía causándome gracia.

Norman sujetó a Lease del cuello con su brazo, y con energía frotó los nudillos sobre su cabeza, como siempre solía hacer cuando se sentía orgulloso de él.
Alegre, abracé a Lease de manera casi asfixiante.

Dentro del auto, los demás vitoreaban y aplaudían. Zoe abrió la puerta de su lado, y bajó de la limusina riendo.
Por la emoción, Morton golpeó con su sombrero a Maverick, y él le devolvió una cachetada que casi lo dejó tumbado.
¿Por qué los hombres actuaban tan brutal cuando se les daba por festejar?

—Ya... ¡Ya! ¡Basta! —imploró Lease, sonriendo y agitando las manos—. ¡Déjenme respirar, por Dios...! ¡Estuve veinte minutos bajo tierra, y ustedes con sus abrazos ya quieren quitarme el aire que recobré! ¡Qué falta de respeto!

Norman no cabía en sí de gozo; Lime y yo sentíamos emoción mezclada con alivio.
La sola idea de perder a mi más querido amigo me aterrorizó.

—Todo muy lindo, sí, sí —articuló Freddy—. Pero vamos a tenerle que explicar a Keith sobre el capó...

—Fácil —contestó Lime—: ¿Quién no ha visto a un Agente Secreto caer del cielo?

Nunca había reído tanto en toda mi vida.

Zoe alcanzó a llegar donde se hallaba sentado Lease. Lo abrazó con tanta intensidad que me dio escalofríos.

—Gracias por sacrificarte por mí, Lease... —le dijo, acariciando su suave cabello—. No sé cómo podremos estar a mano.

Lease sonrió de lado, pensativo: se había ruborizado estando frente a ella.

—¿Te gusta la pizza? —indagó mi amigo, ocultando las manos detrás de su espalda—. Porque mañana pienso llevarte a mi pizzería favorita. Los dueños siempre ponen música electrónica a todo volumen. ¡Es lo máximo! Además, un amigo trabaja ahí para divertir en las fiestas infantiles.

Zoe dibujó una sonrisa torcida en su rostro.

—¿Es la pizzería donde una vez encontré una cucaracha en mi bebida..? —dudó Norman.

—¿Eh? ¿De qué hablas?

Norman meneó la cabeza.

—Nada. Es que sólo quería llamar la atención.

Lease puso los ojos en blanco.

Subimos al automóvil, esta vez más contentos de lo habitual.
Todavía faltaban cosas por resolver, pero no quería enfocar mi mente en eso, por el momento.
Cuando se da lugar un acontecimiento positivo, hay que dejar de lado las adversidades.

Mi familia se hallaba sana y salva otra vez, y Lease había sobrevivido formidablemente al estallido de los explosivos.
Para mí, eso era más que suficiente: estaba en paz conmigo misma.
Y eso era lo que importaba.





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