✖ No mirar atrás ✖

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Cuando Lime comenzó a correr en dirección opuesta, yo ya sabía en qué terminaría todo esto

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Cuando Lime comenzó a correr en dirección opuesta, yo ya sabía en qué terminaría todo esto.
No podría estar más seguro de lo que pasaría a continuación. Todos lo sabían: Lissa lloraría un rato, se encerraría en su habitación privada... Y ¡pum! Como si nada, regresaría alegre unos cuarenta minutos y trece segundos posteriores a su huida.

En el edificio de la A.J.D tenías el pleno derecho y obligación de solicitar una habitación solo para ti y quedarte a dormir las veces que quieras. ¿No es algo espectacular?
Mi habitación se encontraba en el cuarto piso, a mano derecha del ascensor, y el noventa y nueve por ciento de las veces me quedaba allí casi siempre en un ambiente solitario, investigando hasta las altas horas de la madrugada.

Alojé mis frías manos en los bolsillos de mi chaqueta, aún atestados de cosas más o menos interesantes: la llave de mi casa —hacía meses que no volvía—, mi púa de guitarra favorita —la de la suerte—, mi móvil cargado por la mitad debido a un descuido innecesario, un pequeño cubo Rubik a medio resolver, y un pequeño collar artesanal que le regalaría a Crista cuando la oportunidad llegara a mi puerta. Pasé los dedos con cuidado de no estropear el accesorio, pensando en qué momento se lo podría entregar.
No era un collar de lujo que tú digas "vale por un millón de dólares", pero lo confeccioné yo mismo en un total de un mes, cinco días, catorce horas, y veintisiete segundos y medio.
Sí. Ya. Para facilitarte el trabajo cerebral, ponle que lo hice en un mes. Es bastante tiempo, pero lo hice con el corazón... o lo que se supone que la filosofía opina que es el corazón, además de considerarlo un tonto órgano que se rompe a causa de una persona.

Decir algo tierno hacia ella no me representaba un esfuerzo neuro-psico-intelectual.

"—Perdóname si tardé un poco, Crista —pensaría decirle—. Es que... estaba ocupado."

Muy ocupado, de más está decir. Tenía otras cosas en las que volcar mis pensamientos: como en la investigación del fraude en la A.J.D que enfrascaba en un gran peligro la convivencia de Agentes y Detectives, por ejemplo.
A veces, cuando me daban ataques de histeria y presión pensaba en abandonar el Caso y dejarlo en un punto muerto momentáneo. Las vías de comunicación e información de mi computadora estaban saturadas por otras redes: interferían funestamente unas con otras.

¿Cómo continuaría investigando si se encontraban así?
Diablos. Tendría que recurrir a los interrogatorios. Odiaba esos exhaustivos interrogatorios.
De vez en cuando tenía tiempo libre para mí solo, el cual lo utilizaba para tocar la guitarra, el órgano eléctrico, o vagar por Brooklyn hasta llegar al lugar donde daba clases de piano para ancianos. Les enseñaba a tocar el piano con la mayor amabilidad del mundo. Todos ellos acababan el año con una habilidad majestuosa para dar en la nota.
Sí, me encantaba tocar la guitarra eléctrica, pero el piano... El piano era mi instrumento.
No podía decidirme por la música clásica o el rock, pero bien sabía que la música clásica produce serotonina, una hormona tranquilizadora que... Ya no pienso aburrirte. Mejor ve a leer una enciclopedia si quieres saber sobre eso.

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