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Estar con Maverick resultó ser una shockeante pesadilla

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Estar con Maverick resultó ser una shockeante pesadilla.
El chico era considerablemente insoportable. Me hacía todo tipo de preguntas absurdas, ponía cara de idiota, e incluso se daba el gusto de insultarme con su ignorancia inusitada.
Pero, dentro de todo era un buen tipo. No podría ni siquiera matar a una mosca. No parecía ser el hermano de Bélica. Los genes definitivamente no habían llegado hasta sus células.
Poseía un aspecto amenazante, pero mantenía el don de una personalidad infantil que jamás había conocido por fuera de los interrogatorios. Lo había imaginado sanguinario, vengativo, y malévolo... Y la verdad era que su comportamiento se veía similar al de Lease. ¡Lease! ¿Puedes creerlo?

Luego de subir al ascensor y llegar al cuarto piso, Maverick empezó con su parlotería rutinaria.
De haber sido yo un chico más agresivo, le hubiera dado un tortazo en la nariz.
Créeme que me fue muy difícil poder controlarme para evitar pegarle.
Distraído mirando hacia el pasillo, sólo para decir algo, comenté:

—Crista y yo tenemos nuestra habitación en el piso cuatro, puerta siete.

Crista me observó, estilo: "¿de veras compartiremos habitación?"
Obvio que lo haríamos.
¡Estaba obnubilado todavía con la idea de que ya era su novio! ¡Seguía sin creerlo!

Maverick se detuvo. Escudriñó mi rostro con los ojos entrecerrados.

—¿Están juntos siempre?

Me encogí de hombros.

—A partir de hoy, sí.

Asintió con la cabeza.

—¿Y duermen juntos?

Yo le iba a responder una de mis tantas frases sarcásticas y unas cuantas bellas palabras más, pero antes de que pudiera emitir palabra, Crista se interpuso entre él y yo.

—Y... Es lógico. Hay una sola cama, y hace mucho frío, Maverick —contestó.

—Entiendo... —suspiró—. Y, si ustedes duermen juntos... ¿han... hecho eso?

Lo fulminé con la mirada. ¿Qué clase de pregunta civilizada es esa?
¿Que si tuvimos sexo? Claro, ¡millones de veces!

—¿Por qué no te callas un poco? —vociferé—. No te importa si nos acostamos o no.

Puse los ojos en blanco. Observé a Maverick con seriedad, recobrando la compostura.
Maverick se puso rojo después de formular la pregunta. Nos miraba con timidez. A pesar de eso, tuvo el valor de continuar:

—¿Hace cuánto tiempo que son novios?

—Hace una hora y media —respondí con frialdad.

Maverick rio.

—Ustedes se aman demasiado como para estar juntos solo una horita, ¿no les parece?

—Lo que sucede es que nos conocemos desde hace quince años —aclaró Crista—. Nos gustábamos, pero no teníamos el valor de decirlo.

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