✖ Primer interrogatorio ✖

301 44 12
                                    

—¡Este ascensor funciona muy bien! —gruñó Keith, pateando suavemente las puertas con insistencia.

A mí no me parecía que estuviera funcionando correctamente. En cualquier momento se caería, arrastrándonos a nosotros a un pozo sin fondo, muriendo aplastados como hamburguesas en... en lo que sea que las hamburguesas pudieran ser aplastadas.
Norman soltó un juramento.

—Detesto ser pesimista, Loid. Pero... Esto no va a resistir más de diez minutos.

Keith lo ignoró. De su rostro no despegó la sonrisa. No obstante, dejó de manipular los controles del ascensor, y luego se puso las manos en los bolsillos. Susurró algo que no alcancé a discernir. Miró el suelo con el mentón sobre su clavícula. Después de unos segundos, se sentó en el suelo de la cabina y se puso en cuclillas, mientras seguía susurrando una y otra vez palabras confusas.
Movía las manos como si estuviera en una conversación airada, incluso hacía muecas de disgusto.

—No... —musitó por lo bajo, sonriente como el gato de Cheshire—. No voy a hacer eso. No me pidas que lo haga. ¡Son amigos! A los amigos no se les hiere.

Se me puso la piel de gallina.
Sus alucinaciones me no parecían del todo nocivas, pero ahora estaba empezando a dudar.
¿A qué se refería con "A los amigos no se les hiere"? ¿Alguna voz le estaría incitando que nos hiciera daño?
Otra alternativa podría ser que estuviera viendo a alguna persona real, como un espíritu o algo así. Una locura, sin duda. ¡Era algo absurdo!
Había oído casos parecidos: las personas escuchaban voces y sonidos que causaban los fantasmas. Se volvían paranoicos debido a ellos. Luego, cuando iban a algún médico, el doctor dictaminaba su condición: "Señor, usted tiene esquizofrenia". Pero en realidad no la tenían, sino que desarrollaban sentidos extrasensoriales.

En lo personal me consideraba creyente de los fantasmas y hechos paranormales. Sí, puede parecer una estupidez de primera, pero cada cual cree lo que quiere creer.
Más de una vez entré en una casa abandonada para investigar y curiosear, en compañía de Lease. Él no era muy valiente, le tenía miedo a los perros —por más pequeños e inofensivos que fueran—, y también a los payasos.

Desde mi punto de vista creyente, para mí, Keith no tenía esquizofrenia en el sentido de las alucinaciones. Tal vez podría ver cosas que nadie veía. Esas cosas, lo habían "seleccionado" a él para atormentarlo, o para comunicar un mensaje. Quizá Keith era una persona muy sensible a las manifestaciones espirituales. Tenía mis dudas sobre él.
Tal vez nosotros veíamos el mundo de un mal modo —una ilusión—, mientras que Keith lo veía como debería ser —la realidad que nadie ve—. Nosotros podíamos equivocarnos y él estar en lo correcto.
No quería hacerme muchas preguntas sobre eso ya que era un tema muy difícil de explicar y comprender, entrando ya en lo relativamente filosófico. Habían variadas cosas que no sabía sobre esa enfermedad, y que solo podría conocer pasando tiempo de calidad con Keith Loid, cosa que, o me volvería loca a mí, o me desbarataría las teorías.

Cautelosamente me acerqué a Keith para hablar con él. Me encontraba algo preocupada por su forma de comportarse. Sentía un poco de miedo, principalmente porque no sabía cómo iba a reaccionar ante mis palabras.

—Hola, Kit... ¿Sucede algo? ¿Necesitas algo? —pregunté esbozando una sonrisa, aplicando el tono más dulce que podía recrear.

Él me observó sin decir nada, cerró los ojos y los volvió a abrir. Sonrió ampliamente, con calidez. Me pareció absolutamente tierno.

—No. Nada de nada —su voz me transmitió tranquilidad—. ¿Tú necesitas algo?

—Yo, nada. Es que, bueno... Te estaba viendo hablando solo.

Clasificados © [En edición]Where stories live. Discover now