✖ Aire libre ✖

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Los integrantes más fuertes del grupo tomaron la decisión de cargar con cada uno de nuestros adversarios: Ian y Bélica, aún desvanecidos, por fortuna

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Los integrantes más fuertes del grupo tomaron la decisión de cargar con cada uno de nuestros adversarios: Ian y Bélica, aún desvanecidos, por fortuna.
Lime llevaba a Bélica, y Zoe a Ian Vay.

A través de la ventana —abierta y hecha pedazos gracias a mi caída— lanzaron gruesas cuerdas hasta que tocaron el fondo del lugar: un pasillo de piedra y musgo que nos llevaría hasta la cueva —el lugar en el que empezamos toda esta loca Misión— y a la camioneta de Keith, estacionada e intacta justo donde la habíamos dejado.

Si nada se interponía en nuestro camino, sería pan comido hacer estallar el lugar con explosivos y luego huir como si nada.

Ahh... Pero los Agentes siempre tenemos que tener imprevistos, ¿no?
Sí señor.

Zoe fue la primera en bajar: cargaba sin dificultad con Ian Vay a cuestas sobre su hombro, mientras soltaba palabras que no puedo describir explícitamente.

La gruesa cuerda que sujetaba a Zoe empezó a deshilacharse al pasar por el vidrio roto del marco, cosa que advertí antes de que pasara lo que sucedió:
La chica cayó estrepitosamente al suelo, pero se levantó como si no hubiera ocurrido nada muy importante. El que se llevó la peor parte fue Ian Vay, quien cayó como un saco de papas sobre las piedras.

—¡Zoe! —gritó Naomi Kinzaj, asomándose enseguida—. ¿Te encuentras bien, cielo?

La única respuesta que recibió fue un gemido ahogado.

—Creo que... me lesioné los tobillos al caer tan... —Zoe lanzó un quejido— tan deficientemente...

Revisó su tobillo, y nos observó desde abajo.

—Podré continuar cargando con este perdedor; pero no me pidan que trote o corra. Esto se ve... ¿Es normal que tenga morada, casi negra la piel donde me he...?

Pateó el suelo con rabia, y nos indicó con un gesto que continuáramos descendiendo.

Bajamos uno tras de otro, esta vez atendiendo regularmente la tensión de cada cuerda.

Morton fue el último en bajar, y lo hizo a su manera: estando a metros del suelo, aprovechó la conveniencia de caer encima de Félix: el pobre se hallaba distraído o atento a otras cosas.

—¡Soy Spiderman! —exclamó, extendiendo los brazos.

Félix frunció el entrecejo, y antes de que Morton cayera sobre él, lo desvió con violencia de un puñetazo.
Hubiera grabado eso para luego subirlo a YouTube.

—¡Compórtate, inmaduro! ¡Estamos en una Misión, y tú piensas en superhéroes...!

Morton le guiñó un ojo, y volteó la cabeza a un lado; como olisqueando algo.

—No sé si lo que huele tan mal es esta cueva, o es el cabello de Crista todo cubierto por ese líquido negro... —abrió más los ojos, percatándose de algo—. ¡Oigan! ¿No se suponía que teníamos que instalar Félix y yo explosivos por aquí?

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