✖ Pruebas de traición ✖

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Caminamos despreocupados por los pasillos, porque los Agentes solían acostarse temprano y los Detectives investigaban en total silencio en sus habitaciones. Todo se encontraba en aparente calma. Avanzamos con ansias hasta el ascensor.

—El despacho de Keith está en el piso 14, puerta cinco —recordó Crista, guardando la caja de balas en el bolsillo de su abrigo.

Negué con la cabeza.

—Sí, así es, pero esta vez no está en su despacho. Iremos directamente a su habitación: el penthouse del edificio.

—¿Y tú cómo sabes que él estará en su habitación ahora? —preguntó Maverick.

—Me lo dijo. Dijo que quería encerrarse allí —aseguré—. De vez en cuando no le gustan las visitas y prefiere estar solo con sus mascotas.

—Es algo ermitaño, supongo... —opinó Maverick.

Acomodé en otra posición la computadora; se me estaba resbalando del brazo.
La tela de la chaqueta era muy lisa, poco y nada rugosa.
Si se llegaba a caer la notebook, no estaba seguro de que pudiera salvarse su contenido.

—De vez en cuando es algo ermitaño —respondí—. En algunas ocasiones sólo quiere estar con Lime y no quiere ver a nadie más.

—Es lógico —añadió Crista—. Ella es quien más lo comprende y apoya. Si yo fuera famosa también me gustaría estar sola y tener un poco de paz.

—Como sea —zanjó Maverick—. Espero que Keith nos abra la puerta sin problemas.

Nadie se animó a tocar la puerta cuando llegamos al piso del penthouse. Dentro del apartamento no se escuchaba nada. Lime nos aseguró, por teléfono, que nos estarían esperando.

—¿Estás seguro de que está ahí? —insistió Maverick.

Puse los ojos en blanco.

—Ya te dije que sí.

Crista se acercó lentamente a la puerta. Tocó tres veces. Esperamos con ansiedad, resistiendo el frío del corredor.
Sentía a mi corazón latir en mis oídos, cada bombeo sonaba tenso... ¡No podía ser paciente hasta mañana! Cuanto más temprano entregáramos las pruebas, mejor.

El pestillo de la puerta giró con un chasquido. Lime abrió, y nos miró con una reluciente sonrisa.
No osé ver lo que llevaba puesto. No debía, por caballerosidad, y no quería: era un camisón (o vestido) rosa algo corto y liviano.
Lime se veía bonita, pero luego imaginé a Crista llevando puesto el mismo vestido, y de pronto se transformó en una visión celestial. Crista me parecía cien veces más bella que Lime, pero sólo es una visión subjetiva.

—¡Holaa! ¿Qué necesitan, chicos? —preguntó dulcemente.

Observé de reojo a Maverick. Ahora miraba a Lime como si estuviera bajo un trance.
¿Hace cuánto tiempo que no salía con una chica?

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