Capítulo 29

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Querido hace casi dos meses que no me escribes:

Qué bien te veías con esa castaña, de verdad, hablo enserio. Qué bonito lucías con ese traje. Qué fresco te veías bajo el flash de las cámaras. Qué exitoso te veías recibiendo tu premio.

Qué pedísimo te veías. Apuesto a que estuvo buenísima la fiesta, ¿a qué no, campeón? Vaya Ed, qué bien tú.

Me alegra escuchar que te has dado un descanso desde hace tres meses, también me alegro muchísimo que en tus viajes turísticos y en tus cruceros te esté yendo de maravilla. Me alegras, fíjate.

Me alegra que no me hayas escrito ni un cachito.

Ay Ed, para qué fingir. No me está saliendo bien este plan de reclamarte por mis cartas. Mis cartas, qué posesivo suena. Pero me he dado cuenta (estoy cayendo muy duro en la cuenta) de que tus cartas, no son mis cartas, porque si fueran mías, ya las tuviera aquí conmigo; formando parte de mi preciosa colección.

¿Recuerdas cuál fue el último carrito que jugaste antes de volverte un pubertito snob renegado? Cuando eras un chaval que obtenía lo que quería sólo con llorar y te gustaba sacarte los mocos a mitad de clase, cosa que dudo mucho porque a veces se te salían esas facetas infantiles estando aún en preparatoria, y puede que aún las sigas sacando a la luz, pero el tema no eres tú, bueno sí (como siempre) pero lo que quiero decir es, que si recuerdas ese carrito, ¿lo recuerdas? ¿podrías decirme dónde se encuentra ahora mismo? ¿realmente podrías decírmelo, Ed? ¿podrías recordarlo si te pregunto nuevamente?

¿Lo recuerdas?

Porque no hay nada que me pudiera describir ahora mismo que no sea ese maldito carrito. Ese estúpido carrito que tal vez se encuentre tirado en una esquina debajo de tu cama en la casa de tus papás, guardado en un cajón desde hace más de 15 años, en las manos de otro niño, o simplemente no está, Ed. Simplemente desapareció de tu vida.

Así me siento. Me siento olvidada, reemplazada, abandonada, como una muñequita de segunda mano que ya nadie juega con ella. Porque jugabas conmigo, ¿verdad? Dime la verdad, dime algo. Me avergüenza escribir que me siento perdida, que me siento como si estuviera tomando la ruta equivocada, como si hubiese tomado el tren equivocado y desconociera mi próximo paradero: el fracaso, por ejemplo.

Quiero pero no quiero, quiero que lo leas pero también quiero arrugar esta hoja. Así que, voy lanzar una moneda americana al aire, al azar y si cae cara, es porque claramente la estás leyendo, si cae cruz descansará en el bote de la basura hasta que Chris o yo, saquemos la bolsa y se la lleve el carretón y se vuelva papel reciclado.

Pero eso ya lo sabes porque la estás leyendo junto ahora, lo que quiere decir que sería nuestra última carta. Supongo que aquí termina, porque en eso habíamos quedado, que algún día nuestras cartas acabarían y ese momento es ahora. ¿Lo es? Deeemonios Ed, estoy volviéndome loca. Son las 11:12 de la noche, no puedo dormir, y por primera vez no tengo nada que decirte en mi defensa, sólo pienso en cosas que preferiría decir mientras duermo, mientras estoy sentada en la cama haciéndola de sonámbula, que escribírtelas ahora mismo porque me llamarías loca y tendrías razón, y no quiero darte la razón.

Se acabó Ed, ya no más. Lo he pensado mejor, y será mucho mejor así, si lo dejamos hasta aquí. Yo podría concentrarme aún más en mi trabajo y tú tendrías disponibles esos insignificantes 20 minutos que me dedicabas cada que escribías. Sí, es mejor así.

Adiós, porque así debería de acabar, con un adiós. No pienses que te voy a escribir una letanía como despedida porque a las personas con sentimientos encontrados no nos gusta mucho las despedidas largas. Adiós Ed, cuídate muchísimo, cuida de ti porque si tú no lo haces nadie más lo hará y personas como tú, merecen lo mejor de lo mejor. A qué no, como el mismísimo Lenín lo escribió; recuérdame porque yo lo haré aunque sea muy en el fondo y de vez en cuando, pero lo haré.

Adiós Ed, te quiere hoy y siempre; Beth xx

Dear Ed: [Ed Sheeran] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora